Contar
historias es un proceso que transita dentro de las agujas de un reloj
para narrar una trama que tiene un comienzo y un final. Ésa es la
esencia de la narrativa: contar algo. Podemos discutir sobre el
procedimiento y los recursos empleados por el escritor para lograr
ese objetivo final, pero sin historia no hay narración, ni novela
que valga. Puedes extenderte o constreñirte, lo que no puedes es
dejar de contar una historia, eso sí, el veredicto de ese logro
estará en las manos del lector que exigirá sorpresa y emoción.
La
narrativa de Hernán Rivera Letelier (Talca, 1950) parece
concebida y ajustada a la maquinaria de un reloj suizo que busca la
precisión del lenguaje. Si en El arte de la resurrección
(2010), el chileno construye una crónica inolvidable de una época y
una geografía únicas, en La contadora de películas
(2009), hace un alegato sobre el arte de contar historias gracias a
los cines de los pueblos.
Acabo
de leer El escritor de Epitafios (2012), una novela
corta, de apenas 130 páginas, que transcurre casi por completo en un
café de una ciudad de provincia. El protagonista es un ángel con
ínfulas de poeta, dedicado al oficio de escribir epitafios. Por ese
café desfilan otros singulares contertulios, como el Pintor de
Desnudos, el Escritor de Locomotoras, el Actor de Teatro Infantil, el
Fotógrafo de Cenas y la Poetisa Erótica. Estos personajes prefieren
acompasar la vida sin estridencias. Un narrador en tercera persona, a
través de distintas anécdotas, nos desvelará con gracia el
sobrenombre que cada uno lleva consigo.
El
punto álgido de la novela se centra en la historia de amor que surge
entre el presunto ángel y la Niña Gótica, un asunto que promete,
pero desfallece conforme se suceden los capítulos. Parece que Rivera
Letelier quiso desarrollar una intriga amorosa calzada con los
ingredientes de un puñado de personajes que, a la postre, no aportan
empuje sustancial al conflicto que le ha supuesto al escritor de
epitafios el encuentro con la bella adolescente que habla de la noche
y la muerte. La niña Lilith alejará al escritor de sus amigos
artistas del café.
El
Escritor de Epitafios es un libro que se lee con facilidad y
posee momentos líricos bellos, pero carece de garra y
estremecimiento. Rivera Letelier despliega una narración
sutil en la que la amenidad complaciente no es suficiente para bordar
la historia propuesta, porque estos seres humanos fabulados por el
escritor sudamericano se quedan romos e insustanciales.
En
definitiva, El Escritor de Epitafios no es un libro
malogrado, pero prescindible, inferior al conjunto de la estimada
producción anterior de Hernán Rivera Letelier, un fabulador
nato que habrá que probar de nuevo.
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