Javier Salvago
(Paradas, Sevilla, 1950) ocupa, desde hace tiempo y por méritos
propios, un lugar destacado entre el grupo selecto de la poesía
española actual. Con más de una decena de libros de poemas
publicados desde aquellas Canciones del amor amargo
(1977), pasando por Volverlo a intentar
(1989), con el que obtuvo el Premio
Nacional de la Crítica,
hasta su poemario último, Una mala vida la tiene
cualquiera
(2014), el
escritor andaluz representa, además, a uno de los más
significativos integrantes de la poesía de la experiencia, nacida
entre la década de los ochenta y noventa, que tantas alegrías y
savia nueva trajeron al panorama lírico de nuestro país en las
postrimerías del siglo pasado. Pero a esta vocación y a su
inclinación poética intensa también se unen dos amplias facetas:
de un lado su producción narrativa expuesta en dos volúmenes de
memorias, y de otro su extensa tarea en el campo de la radio y la
televisión como guionista, a la que hay que añadir su labor de
articulista durante mucho tiempo en varios periódicos, como lo hizo
en su día en Diario
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y más recientemente en Diario
de Sevilla.
Salvago
no pone freno a su actividad retándose a sí mismo. Ahora toca otro
palo cambiando de traje literario. No sueñes
conmigo
(La Isla de Siltolá, 2017) viene a ser un cambio de registro en su
producción artística, ya que se trata de una colección de cuentos
y microrrelatos de carácter vengativo, fantasmagórico y paranormal
donde lo inexplicable tiene un punto de inflexión con la realidad
cotidiana de los seres que la habitan. En esta nueva singladura hacia
este territorio narrativo tan poco conocido en su trayectoria
literaria hasta ahora, como es el cuento, un género que por su
brevedad y exigencia nunca descartó, según cuentan algunos de los
que le conocen bien en su pueblo, Salvago
no parece flirtear como un mero diletante, sino que se exhibe con
destreza y oficio, apoyado en un humor negro nada desdeñable y
provocativo con el que construye un conjunto de historias concisas y
bien armadas en un volumen estructurado en dos partes, la primera con
diecisiete cuentos y la última con veinticinco microrrelatos.
Inmerso
en ese imaginario de los relatos extraordinarios que conforman No
sueñes conmigo,
uno quiere entrever las obsesiones del autor que, hábilmente, cuida
no mostrarse intrusivo en sus historias con consideraciones morales,
esto lo deja mejor para el final del volumen en las que da rienda
suelta a sus miniaturas narrativas para que deriven, sin menoscabo,
incluso, hacia el género aforístico. En cualquier caso, la
peripecia narrativa de estos cuentos se encuentra entre las propias
esquirlas del texto y la elipsis que buscan su propia justicia y
razón en sus argumentos.
Salvago
no es cruel, pero tiene claro quién es el malvado en un cuento, y no
muestra ningún interés en comprenderlo, aunque en ocasiones esté
del lado del protagonista. Desde el primero de dichos cuentos,
surgido de un tormento premonitorio, No
sueñes conmigo,
que pone título al libro, pasando por Lo
que ha de ser,
siguiendo con Terrores
nocturnos,
hasta finalizar con Dioses
y demonios,
la maldad, la venganza y sus consecuencias fatales se esparcen por
cada una de sus piezas, como una característica que define por
completo al personaje que encarna la historia y al que el autor no
trata de justificar ni moral ni psicológicamente. Para que exista el
bien ha de existir el mal, eso queda probado. Para que haya un
vencedor tiene que haber un vencido. Y el autor también tiene claro
que, para provocar inquietud en el lector, ha de poner a sus
personajes en situaciones extremas.
En
No sueñes conmigo
hay seres impávidos, canallas, arrogantes, despreciables, gente
corriente con oscuros sentimientos o trastocados por vicios y
perversiones, así como espectros, con sus luces y con sus sombras,
para darle a cada relato un aire de misterio necesario hasta
conseguir un resultado final meritorio. Cuentos que parecen
fantásticos, pero surgen del tamiz de la propia realidad. Cada una
de sus piezas desvela sus secretos, sus ruidos extraños, sus sombras
no exentas de terror y hechizo, un mundo atormentado bajo la mirada
de seres humanos que no paran de interpretar los sueños y la
realidad como resultado de la zozobra en la que están inmersas sus
vidas. Y, por poco empeño e imaginación de que dispongan, ven
signos por todas partes: premoniciones, fantasmas de gente querida,
ajustes de cuentas, miedo a la locura, celos, francotiradores
apuntando a sus víctimas, caídas al vacío, muertes...
Con
un estilo directo, elocuente, preciso, vivo, seco y salpicado de
humor, No sueñes conmigo
es, en su conjunto, un buen puñado de cuentos radicales en la que el
lector encontrará a gente que palidece, incluso haciéndose el
muerto por un tiempo, gente con intención de devorar al más pintado
que se le acerque. No son criaturas informes, ni extravagantes,
surgen de la propia reminiscencia del tiempo, pero, en cuanto se
acercan a nosotros con su plan de acción, el narrador, con maestría,
deshace el olor a azufre que traen consigo, disolviéndolo en la
nada, y por un instante, nos sentimos confiados y a salvo.
Parafraseando
a Ambrose Bierce,
si estos relatos pasmosos de Javier
Salvago
fueran ciertos es para volverse loco; si solo imaginarios, es para
estarlo.
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