domingo, 6 de octubre de 2019

Volver a los clásicos


Hay muchas cosas formidables en la historia de la humanidad, pero seguramente, ninguna de tanta importancia como la que representa a la civilización como una creación humana. Sobre este punto cardinal el historiador británico Tony Spawforth, en el primer párrafo de su reciente libro, Una nueva historia del mundo clásico (2019) resalta de dónde procede: “Hace más de dos mil quinientos años, quizá a finales del siglo VIII a.C., un poeta relató unos acontecimientos que tuvieron lugar durante el asedio de la ciudad de Troya, que duró diez años. Este poema, La Ilíada, marcó el inicio de una de las principales y más antiguas tradiciones narrativas, cuya influencia se deja sentir hasta hoy. Así como el propio término «historia», esa tradición es un regalo que los antiguos griegos nos legaron”.

La huella histórica de nuestra civilización hay que encontrarla en los clásicos, nos vino a decir Italo Calvino en su inolvidable obra póstuma, Por qué leer los clásicos: “Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres) […] Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlo de verdad”.

Pues de esto trata Los griegos y nosotros (Fórcola, 2019), el nuevo libro de Ricardo Moreno Castillo (Madrid, 1950), matemático y doctor en filosofía, especializado en historia de la ciencia, autor del Breve tratado sobre la estupidez humana (2018), un alegato contra la estulticia que nos encandiló a tantos lectores. En esta ocasión, con la misma proporción, en cuanto a brevedad y eficacia, Moreno Castillo diseña un plan para acaparar nuestra atención lectora basado en un procedimiento que ya dio sus frutos con su anterior ensayo en el que la agilidad, el sentido del humor, el tino de las citas y la audacia de sus reflexiones conforman el ideario de la argumentación del texto.

Los griegos y nosotros es un jugoso manifiesto, tan sentido como apasionado, que responde a señalar el valor de los clásicos y su utilidad legendaria como constante fuente de conocimiento y de saber de lo que verdaderamente nos importa y nos sacude en la vida, una despensa que provee y nos ayuda a vivir nuestra vida contemporánea, gracias a la vigencia de sus textos filosóficos, históricos y literarios. El prólogo, a cargo del helenista Carlos García Gual es un estupendo pórtico, un aperitivo para abrir boca de lo que el ensayo promete como plato elaborado. Añade que el autor pone buen cuidado y esmero “en el arte de espigar y comentar textos de escritores y pensadores, generalmente de fino estilo y talante ilustrado”. Y uno, conforme avanza en la lectura, percibe que el prologuista no exageraba en su aserto, porque la pericia del libro tira de ese afán persuasivo, de ese empeño entusiasta y decantado en el extenso poso, tan sugerente, de pensadores y escritores ilustres para refrendar la verdad que anima el objetivo del libro: la defensa del humanismo clásico.

Dicho más escuetamente –en palabras suyas–: no es que nosotros pensemos como los griegos, es que somos griegos. Así de fácil y sencillo”. La memoria inteligente es un sistema dinámico, algo que Moreno Castillo insinúa en su exposición de motivos. Viene a decirnos que esta memoria no es un almacén, ni un destino, sino una riquísima fuente de operaciones. Los griegos mostraron una vez más su perspicacia al descubrir que las Musas eras hijas de la Memoria. “Las alforjas que llevamos en nuestro deambular por la vida son nuestra memoria y nuestros recuerdos”, subraya. Al propio tiempo concita a mirar hacia atrás de vez en cuando, para recuperar las cosas que se nos han caído por el camino.

Moreno Castillo centra la relación del sujeto con el saber en el desempeño educativo que tienen las humanidades e insiste en que sin deseo de saber no hay posibilidades de aprendizaje. Y para que haya deseo de saber es necesario un contagio, un encuentro con el testimonio de este deseo: “aprender a aprender”, lo llama. “El conocimiento de los mitos griegos –sostiene– puede ser más útil para entender lo que nos rodea que el libro de sociología más reciente y vanguardista, porque esos mitos han superado sus casi tres mil años de vida sin perder su frescura ni su vigor”.

La gran compañía que se percibe al leer Los griegos y nosotros se la debemos a su autor por su habilidad y eficacia fecunda de acercarnos a la voz de los clásicos, y esto lo consigue sin acudir a un mamotreto ni a la grandilocuencia académica, tan solo con un librito enorme, ameno y certero con el que logra mostrarnos el sentir del mundo griego como soporte narrativo para la educación y la vida.

Volver a los clásicos nos sirve para comprender el pasado, nuestro presente, aprender para el futuro y, desde luego, para considerar la vigencia de la cultura griega y romana como antorcha olímpica que va de mano en mano alumbrando los siglos. Hay que agradecerle a Moreno Castillo su carácter persuasivo por incitarnos a la lectura de los clásicos, algo, como demuestra en su libro, imprescindible y duradero. Nos apremia a ello, a volver con urgencia a los clásicos, lugar común de nuestra cultura de donde nunca debimos habernos ido.


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