lunes, 30 de septiembre de 2019

Un canto a la amistad y a la literatura


Escribes algo porque esperas controlarlo. Escribes acerca de experiencias en parte para comprender lo que significan, en parte para no olvidarlas con el tiempo. En el olvido. Pero siempre está el peligro de que suceda lo contrario. Perder el recuerdo de la experiencia en sí en el recuerdo de escribir sobre ello. Como la gente cuyos recuerdos de lugares a los que han viajado son de hecho solo recuerdos de las fotografías que tomaron allí. Al final, la escritura y la fotografía probablemente destruyen más del pasado de lo que sin duda lo conservan. Así que podría suceder: al escribir sobre alguien a quien has perdido –o incluso nada más que hablando demasiado sobre ese alguien– puede que lo estés enterrando para bien”.

Entre esta reflexión final y las tres citas que la autora coloca al principio de su obra, la primera, de Natalia Ginzburg, en la que subraya la dificultad de aplacar el dolor escribiendo; la siguiente de Hans Christian Andersen, que alude a la presencia amable de un perro; y la última de Nicholson Baker que dice: “La pregunta que cualquier novela está tratando realmente de responder es si merece la pena vivir la vida”, se condensa el espíritu que encierra El amigo (Anagrama, 2019), la nueva novela de la escritora y ensayista Sigrid Nunez (Nueva York, 1951), una historia narrada desde el punto de vista de una escritora, cuyo gran amigo, maestro y mentor acaba de suicidarse, y que se ve obligada a hacerse cargo de su perro con el que establecerá unos lazos afectivos que, sin llegar a sobreponerse totalmente del dolor ocasionado, logra mitigar la ausencia del amigo con su nueva compañía.

Todos pedimos cariño, lealtad, incluso compañía y, más aún, cuando alguna vez nos encontramos deshechos por una ruptura amorosa inesperada. Afortunadamente, cuando las cosas no ruedan como uno quiere, una mascota puede ser un extraordinario hallazgo para salvarnos de ese derrumbamiento. Amor y pérdida, dos de las preocupaciones determinantes de la vida y de la literatura. Precisamente, por ese binomio transcurre la narración de Nunez. En El amigo encontramos una historia con un marcado tono elegíaco por el que aflora el dolor, la ausencia, la amistad y el trato con los animales, en particular, entre Apollo, un enorme dogo alemán arlequín, de manchas negras y blancas, viejo y artrítico, y su anterior dueño, al que después acudirá en su auxilio la narradora.

El amigo nos da pistas sobre la figura del desaparecido profesor, escritor brillante y de cierto renombre, muy afamado en la enseñanza de la creación literaria que, además, llevó una vida disoluta y mujeriega, casado en tres ocasiones y, finalmente, derrumbado, preso de una depresión que le condujo al suicidio. Todo esto está presente, pero también el libro abunda en otros temas de interés para cualquier lector. Hay un asomo revelador e intimista sobre el oficio de escribir y sus significados, un acusado sentido de preguntas sobre la invención y la vida, y, cómo no, sobre los deseos de alcanzar metas más allá de nuestra experiencia del vivir cotidiano.

Pero si hay algo que resaltar por encima de todo lo que aquí se cuenta y se evoca es que el libro en sí mismo es un canto a la amistad y a la literatura. La escritura está siempre presente en el texto cada vez que se recuerda al amigo en las notas que la protagonista toma para clase: “Más que escribir sobre lo que sabéis, nos dijiste, escribid sobre los que veis. Asumid que sabéis muy poco y que nunca sabréis mucho hasta que hayáis aprendido a ver”. Más adelante no se olvida de resaltar la dificultad que conlleva escribir: “Por algo Henry James dijo que alguien que quisiera ser escritor debería llevar en la frente la palabra soledad. Frustración y humillación, dijo Philip Roth que era la escritura. La comparaba con el béisbol: Fallas dos de cada tres veces”.

Volviendo a la amistad y a la cercanía de Apollo, el otro protagonista, Sigrid Nunez viene a decirnos que, ciertamente, esa opción de adoptar una mascota puede producir una catarsis afectiva en la vida de cualquiera, y, desde luego, más si cabe, en su escritura, si hablamos de un escritor, como es el caso de la narradora de esta novela. Esa relación establecida puede convertirse en un dispositivo literario tan útil como reconfortante, entre otras razones porque el amor para un perro es más sencillo e instintivo; ellos saben y comprenden cuando una persona está sufriendo.

A medida que va transcurriendo el relato, todo el hilo conductor de la novela va mudándose de destinatario. Ese cambio que se va produciendo mientras la narradora va forjando su historia obedece a la presencia inesperada del viejo Apollo, una circunstancia que hará que cambie significativamente lo que se interpelaba al principio sobre la figura del amigo muerto hasta transformarse en un emotivo diálogo interior, en una carta sentida y entrañable de despedida dirigida a su nuevo amigo adoptado que, más pronto que tarde, también partirá.

El amigo es una obra emotiva y lúcida en cuyo centro de todo está esa voz poderosa y convincente de la narradora, capaz de conducir al lector a los puntos más inopinados y sorprendentes que se propone: citas de escritores, recuerdos personales, historias peculiares de las esposas de su amigo fallecido, paseos por la calle: un mundo literario de voces y asertos inolvidables.

Sigrid Nunez firma un libro maravilloso, un artificio que, desde su plena humanidad y hondura de valores, llega a una intimidad conmovedora, y todo ello visto desde el prisma de la amistad y el amor a la literatura. Un deleite.


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