viernes, 13 de noviembre de 2020

El fascinante escenario de lo escueto

Con el paso de los años, el aforismo ha adquirido un protagonismo importante en el entorno literario, editorial y cultural de nuestros días, una recuperación celebrada y necesaria para un género que a finales del siglo pasado andaba aletargado. Cada vez son más los lectores que se acercan a sus páginas, alentados por la brevedad, esa característica que siempre ha de cumplir el aforismo y que determina su valor existencial. Para algunos, el único criterio efectivo para distinguirlos de otros textos parecidos es precisamente dicha brevedad. Concisión y laconismo son, por tanto, dos distinciones fundamentales que conforman la esencia y sabor del aforismo. Ese minimalismo expresivo se caracteriza, además, por su genuino ejercicio de ingenio, agudeza o perplejidad. Podemos afirmar que todo eso y lo que incorpora siempre de sorpresa y novedad, han dado más valor y atractivo para que los lectores, cada vez con más entusiasmo, acudamos al desafío de sus publicaciones.

Sostiene Carmen Camacho que “las formas aforísticas limitan al norte con la filosofía y al sur con la poesía”. Y, en verdad, uno que se considera fan del género, percibe que hay una cierta correspondencia entre ambas disciplinas como cualidad híbrida del aforismo. Esa cartografía hace del aforismo un trayecto exigente y por eso demanda un lector con la pericia necesaria para interpretar lo que anuncia y lo que deja en suspenso. Su economía verbal requiere, paradójicamente, de la lentitud de su lectura. Es más, la precisión de sus palabras procuran, a su vez, iniciar un diálogo con quien lo lee. Por eso es normal que la lectura de un aforismo derive en una relectura. En su esencia y protocolo, reclama la colaboración del lector, que concluya y rumie lo que de esbozo se presenta escrito.

Para el poeta, antólogo, crítico y aforista Jose Luis Morante (El Bohodón, Ávila, 1956) todo lo anterior encaja en su manera de entender la esencia y concepto de esta “escritura mínima y liliputiense” que representa el aforismo, como señala con gracia y complicidad en el prólogo de su reciente libro 11 Aforistas a contrapié (Ediciones liliputienses, 2020) que titula El arte de eludir. Y en esa tarea de elipsis y condensación tan propias del género, no quiere pasar de puntillas sin dejar de señalar lo que para él tiene de significado y proyección esta forma fragmentaria de escritura: “Los aforismos integran pensamiento poético, filosofía, sociología y experiencia. Son ingredientes sintomáticos que generan una estimulante pulsión intelectual”. Alude también a esa idea de que “el aforismo parte de una voluntad de autoconocimiento”, como apuntándonos a que sus limitaciones formales de gestación son causas, más que impedimento, para la inspiración.

Los aforistas aquí reunidos conforman un cartel heterogéneo de poetas que, en palabras del antólogo, “no pretenden alentar criterios dogmáticos” sobre esta particular manera de escribir literatura, sino dejar oír sus pensamientos. Cada uno de ellos muestra su voz y mirada interior para contarnos en un buen puñado de miniaturas verbales sus motivos personales, sus dudas y convicciones íntimas. Y así por ejemplo, empezando por Luis Felipe Comendador, descubriremos su ironía disidente y “sus escorzos interpretativos”, como dice Morante de él que en estos dos aforismos escogidos al azar podemos vislumbrar: “La soledad es un arte mayor que me fascina”; “De un buen pesimista se aprende muchísimo”. De Karmelo C. Iribarren se destaca el escepticismo y el peso de la realidad de lo cotidiano que tienen sus aforismos: “Para llevar dos vidas es fundamental no quedar a la misma hora en las dos”, nos advierte.

Continúa con una selección de breverías de Elías Moro en las que la memoria y la evocación son protagonistas decisivos, como este ejemplo: “No sabemos lo que realmente somos hasta que ya no hay remedio”. De Mario Pérez Antolín resalta su “impronta verbal” como refleja esta confesión suya: “Mi primera experiencia como hombre libre se produjo el día en que desobedecí una orden y pagué por ello”. La otredad y la duda están presentes y bien representadas en esta compilación por Felix Trull, alter ego del editor José Luis Trullo: “Una certeza es una duda coagulada. Pero esto no es seguro”. José María Cumbreño, Luis Arturo Guichard y José Antonio Olmedo López-Amor completan la selección de autores seleccionados.

La irrupción de mujeres aforistas es un hecho cada vez más numeroso e importante. Manuel Neila en su libro Bajo el signo de Atenea (2017) da cuenta de ello con una estupenda antología de diez cultivadoras del género. En ese mismo espacio insular que nos ocupa, el libro de Morante incluye las voces de tres poetas que contribuyen a realzar lo que el aforismo posee de vislumbre y epifanía. El sujeto, el mundo y su compromiso social están muy presentes en este aserto de la primera de ellas, Ana Pérez Cañamares: “Cuando la inocencia ya no es posible, nos queda la honestidad”. El intimismo soñado e imaginativo está en muchos aforismos de otra de las invitadas, Rosario Troncoso: “Lo más importante ocurre siempre la víspera del día más importante”. Y, por último, la sobriedad comunicativa y reflexiva de la más joven de ellas, Sihara Nuño, poeta, pintora y librera a la que le gusta trazar observaciones, perspectivas y sugerencias: “Vivo arbitrariamente. Como me es posible”; “No es posible burlar a la muerte. Por fortuna la vida tiene un aforismo”.

11 Aforistas a contrapié es una invitación razonada a seguir leyendo aforismos, a traspasar sus fronteras. Jose Luis Morante resume en su nota final la intención y propósito de su empeño: “El recuento despliega once respuestas cortas a la fragmentación postmoderna, que desvirtúa discursos y certezas e insiste en recalcar el espacio ficticio de la realidad diaria”. Por eso mismo, se podría decir que este libro suyo, hermosamente editado, proclama y expande lo que tiene el aforismo de género fronterizo y deslizante, un engarce que participa del pensamiento nómada que en sí mismo representa, visto a través de once voces representativas de ese fascinante escenario en el que lo escueto anda en busca de atención y lectura. Mucho más de lo que parece.


3 comentarios:

  1. Querido Jimy, qué grato percibir tu generosidad lectora y tu mirada crítica; me alegra muchísimo que este balance de heterodoxos deje en ti una estela tan lúcida. Fuerte abrazo desde Rivas. Siempre un privilegio tu amistad.

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  2. Disfruté mucho con la lectura de tu libro. Admiro tu entrega y dedicación a todo el trabajo literario que desempeñas. Sigo tu trayectoria atento. También para mí es un privilegio tenerte como amigo. Abrazos.

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  3. Gracias por tu trabajo. Saludos cordiales.

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