miércoles, 26 de enero de 2022

Universo creativo


Dice Mario Levrero en El discurso vacío: «...No se puede escribir por escribir o hablar por hablar, sin significados[...] Por eso me pongo a escribir, desde la forma, desde el propio fluir, introduciendo el problema del vacío como asunto de esa forma, con la esperanza de ir descubriendo el asunto real, enmascarado de vacío[...] La gente incluso suele decirme: “Ahí tiene un argumento para una de sus novelas”, como si yo anduviera a la pesca de argumentos para novelas y no a la pesca de mí mismo. Si escribo es para recordar, para despertar el alma dormida, avivar el seso y descubrir sus cambios secretos; mis narraciones son en su mayoría trozos de la memoria del alma, y no invenciones».

A ese fluir y forma de apariencia vacía que nace de toda escritura, aludidos por el escritor uruguayo, se refiere también Javier Cánaves (Palma, 1973) en Taller de escritura (Calambur, 2021), su reciente libro, una senda que, según él, “sigue el dictado de una voz escondida, íntima, que nadie sabe muy bien de dónde viene y que no cesa hasta que impacta en el centro de la diana”. Todo eso se va desvelando conforme avanza el libro, porque, a priori, el título invita a pensar que estamos ante un ensayo práctico o guía implícita para escribir bien. Basta con leer el primer párrafo para despejar esas dudas y asentir que nos encontramos ante un texto narrativo que, a medida que avanza, nos parece un testimonio novelado, una tentativa narrativa híbrida, escrita con desparpajo e ironía en la que cabe la vida y secretos de un escritor al que se le abre un nuevo campo de posibilidades en su quehacer literario.

Dividida en tres partes, más un epílogo, el libro cuenta la historia de Santi Biza tras aceptar el reto que le brinda un amigo de dirigir un taller de escritura creativa, un debut que le reconfortará, sin imaginar que aquello pondrá del revés el orden y concierto de su vida personal y familiar. Allí conocerá a unos personajes pintorescos que pondrán en jaque sus teorías y estabilidad emocional de forma creciente hasta llevarlo a un miedo escénico, tras unos meses de concordia sostenida. Pasado ese primer período, el escenario cambiará para Biza tras recibir algunos mensajes anónimos con aire de amenaza. Sospecha que cualquiera de sus alumnos podría estar detrás de todo esto y teme que algunos asuntos del pasado, ya olvidados, vuelvan a tener protagonismo y mal fario.

Mientras tanto, el narrador y protagonista guarda el tipo, sin olvidarse de que lo que sí puede hacer en sus clases de escritura es enseñar a sus alumnos a leer y a leerse, enseñarles también a pensar como escritores, que no es poco. Pero advirtiendo que nadie piense que es algo tan sencillo como seguir unas instrucciones. Sostiene en sus fueros que “para escribir se precisan tres cosas: leer mucho, escribir mucho y prestar atención al mundo que nos rodea”. Algo así dejó dicho Steiner en su libro Un lector: «Lo que necesitamos son lugares, por ejemplo una mesa con algunas sillas alrededor, en la que volvamos a aprender a leer, leer juntos». Cánaves acentúa eso mismo, por medio de la voz de Santi Biza, que en todo proceso narrativo hay que “trabajar la intriga, aunque no tengamos un relato policial entre las manos”. Es lo que le está ocurriendo a nuestro protagonista en propia carne, que lo vive en un alarmante estallido.

Viene a decirnos también que si escribes algo es porque esperas controlarlo. Escribes acerca de experiencias, en parte para comprender lo que significan, en parte para no olvidarlas con el tiempo. Pero siempre está el peligro de que suceda lo contrario: perder el recuerdo de la experiencia en sí y tratar de escribir sobre ello. Como le ocurre a la gente cuyos recuerdos de lugares a los que viajaron son de hecho solo recuerdos de las fotografías que tomaron allí. Al final, la escritura y las vivencias se ponen en idéntica tesitura, probablemente reconstruyen más del pasado de lo que sin duda lo conservan. Así es lo que se va produciendo en el devenir de la trama del libro, el factor humano interfiere: “De este modo, el narrador puede contar con detalle qué lleva a cada uno de los personajes a entrar en el juego”.


Todo el desarrollo del libro viene a mostrarnos que escribir siempre cambia la realidad. Cánaves lo justifica con algo que al lector le consuela y es aquello que el autor nunca se puede quitar de en medio. El autor no puede esconderse, porque la vida propia afecta al modo en que los humanos percibimos el mundo. En Taller de escritura se entrevé esa poética en la que también está presente el significado de lo que el tiempo aporta a la escritura y de lo que el tiempo da a la vida. En esta novela, la escritura fluye en un tiempo continuo que viene del presente y pasado inmediato, con aspiración de futuro. El presente de esta narración lo conforma esa aspiración de escribir, de novelar. Y esa es la verdadera razón de ser del libro: la vida y la literatura encarnándose en la necesidad de escribir.

Javier Cánaves firma una entretenida fábula sobre cómo escribir una novela, un trepidante y agudo ejercicio de laboratorio de la escritura, yendo más allá de la tradición ya consagrada en estos menesteres, para convertirlo en un texto inteligente y sencillo que dice mucho de lo que se cuece en el universo creativo.


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