martes, 21 de marzo de 2023

Por aquel entonces


Álvaro Pombo
(Santander, 1939), uno de los narradores españoles más veteranos en activo de nuestras letras, es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Madrid. Es miembro de la Real Academia Española desde junio de 2004. Lo hizo mediante un discurso que tituló Verosimilitud y verdad, una reflexión acerca de la reserva del término “verdad”, como fuente de razonamiento, y “verosimilitud”, como espiga de lo narrativo-contemplativo. Aparte de publicar artículos, ensayos y libros de poesía, como Protocolos (1973) y Variaciones (1977), destaca, principalmente, por su extensa obra narrativa en la que figuran títulos galardonados, como El héroe de las mansardas de Mansard (Premio Herralde de Novela 1983), El metro de platino iridiado (Premio de la Crítica 1990), Donde las mujeres (Premio Nacional de Narrativa 1997) o El temblor del héroe (Premio Nadal de Novela 2012).

Ahora, con su nueva novela, Santander, 1936, regresa Pombo a su tierra natal, no solo para saldar una cuenta pendiente con su pasado familiar, sino también para abordar, dentro de sus juegos verbales y motivos reflexivos, la memoria histórica, su encaje en la verdad de los hechos y su verosimilitud narrativa, dos aspectos que fluyen de forma persistente en su escritura y que abanderó, como ya dijimos anteriormente, en su discurso de ingreso en la Real Academia. Su protagonista es de su estirpe. Se llama Álvaro Pombo Caller, tío carnaval suyo, un joven que por aquel entonces cuenta con diecinueve años. El autor nos acerca a un Santander que, al igual que ocurre en el resto de España, sufre en el año señalado en el título la confrontación izquierda-derecha, proclamas políticas y debates intelectuales que, de manera creciente, irán agitando sus calles por unos derroteros de confrontación exacerbada y de consecuencias trágicas.

Alvarín, como así le llaman en la familia, es un admirador entusiasta de Primo de Rivera y milita en Falange Española desde 1934. Su padre, en cambio, es un republicano liberal y agnóstico que admira a Manuel Azaña, mientras que la madre, triunfadora en la moda parisina de aquellos años, ha dejado plantado a su padre en Santander y dispuesto a sus hijos bien distribuidos en colegio ingleses y franceses. A través de la correspondencia de cartas entre ella y su hijo se irá conociendo, desde su propio prisma familiar, esa época convulsa de la historia de España. Como le ocurre a cualquier joven impetuoso e ingenuo de su edad, Álvaro anda confuso en medio de tanto embrollo social y, lo mismo que se enaltece leyendo a su líder José Antonio o Sánchez Mazas, se horroriza cuando piensa en la arbitrariedad de las pistolas.

En esa indagación familiar emprendida, Pombo recrea la suerte de su joven tío fallecido en 1936 en el buque republicano Alfonso Pérez, convertido en barco-prisión. Allí mismo, junto a él fueron liquidados otros 155 presos, simpatizantes y militantes de partidos y formaciones de derechas, algunos de ellos pertenecientes a familias de renombre de Santander. Fue una represalia ocasionada por una turba enfurecida que, tras un bombardeo en la ciudad llevado a cabo por la aviación nacional, asaltó el barco arrojando granadas de manos en las bodegas donde se hacinaban los presos. Del desatino de unos y otros trata la novela. El gran acierto de Pombo es que lo hace con decidida ecuanimidad, sin dejarse arrastrar por la simpatía familiar, planteando la disparidad de manera dialéctica con diálogos vívidos en los que la reflexión y el sentido común se imponen a los sentimientos.

Santander, 1936 es una novela de personajes, al igual que es una novela familiar. El autor fija su mirada en Alvarín y sus lances dialécticos con Cayo Pombo, su padre, así como sus controversias epistolares con Ana Caller, su madre, sin perder de vista el entorno familiar y la mentalidad burguesa que los sostiene: la idiosincrasia que había favorecido el enriquecimiento de la familia Pombo. En medio aquel escenario en el que convivían una juventud politizada, con gente uniformada, destaca, especialmente, el retrato íntimo y emotivo de padre e hijo establecido en las conversaciones que mantienen ambos, a ratos paradójicas y sentimentales, y a ratos filosóficas. Sobre este marco despunta el conflicto ideológico ya, a todas luces, desvelado en el hogar, en la manera equidistante de ver las cosas que suceden en la calle, lo que origina un disentir dialéctico y afilado entre ambos.


Vuelve Pombo a lo grande, enfundado en ese ardor narrativo tan propio suyo, con uno de sus mejores libros, una novela de formación sentimental, política y reflexiva en toda su inquietud e insatisfacción, una historia familiar conmovedora en la que resuenan las armas más destacables de su autor: el talento para captar la exaltación de la adolescencia, su maestría para los diálogos y el tino de una prosa recurrente, ágil y eficaz que atrapa y cautiva de principio a fin. Un regreso que prolonga toda su valía y la calidad literaria propia del autor.



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