martes, 11 de febrero de 2025

Andar con uno mismo


Como decía el gran poeta
Eluard: «hay muchos mundos posibles, pero solo este es real». Y continúa razonando así: «a lo que hay, hay que sacarle el mayor jugo posible». Ahora bien, ese jugo no se extrae más que desde la experiencia, desde la percepción y el deseo, sin olvidarnos de las soledades, de las que uno va y viene: «Porque para andar conmigo / me bastan mis pensamientos», según lo versificaba Lope de Vega. Lo cierto es que no podemos pensarnos desde fuera de nuestro propio pensamiento, y eso convierte a la vida en un andar continuado con uno mismo, con nuestras soledades errantes, en busca de silencio e introspección, al propio tiempo que de compañía. Soledad y compañía se necesitan por ser interdependientes. Por muy solos que estemos, en la puerta de nuestro corazón hay siempre un resquicio latente para quien pueda llegar.

El nuevo libro de Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984), Mapa de soledades (Seix Barral, 2024), transita por estos entresijos en los que la soledad, como caja de resonancia, se convierte en una cartografía de diferentes índoles, un viaje diverso por lugares y tiempos que invitan a considerar lo mucho que se nos ofrece a reflexionar sobre el sentimiento de soledad personal y social. Podemos constatar, a su vez, la existencia de una interesante paradoja: leer es algo que hacemos a solas, pero al mismo tiempo es una forma de conectarnos con los demás. Hay libros que exacerban nuestro sentimiento de soledad, otros, por el contrario, nos hacen sentir que hemos encontrado un lugar de pertenencia. Este ensayo conmovedor, de alto contenido confesional, podríamos decir que establece un armisticio entre ambas posiciones.

Gómez Bárcena logra con ello que su libro, en su desarrollo narrativo, también se convierta en una novela-ensayo bien urdida sobre la dimensión objetiva y la dimensión subjetiva que conlleva toda soledad. Analiza con detenimiento y asombro soledades de personajes y artistas diversos, como la maldición del escritor Horacio Quiroga y su familia, vidas marcadas por la fatalidad del suicidio de su padre, su primera esposa, sus hijos, varias de sus amistades y el de él mismo, hasta las ancianas japonesas que delinquen para no estar solas y poder refugiarse por un tiempo de la precariedad que le causa su aislamiento. Pone nombre a esa soledad de la muchedumbre y la denomina “soledumbre”, una manera hermosa de nombrar esa soledad percibida, proveniente de la gran ciudad: gente que viene y va en el Metro o por las grandes avenidas, gente sola rodeada de una multitud.

Conforme avanzamos en la lectura, nos percatamos de que en todo ese Mapa de soledades, la invisibilidad aparece como una de las mayores obsesiones del solitario. De ahí que entre los muchos motivos que tiene uno para estar solo, destacan las de aquellos solitarios forzosos y la de los solitarios por elección. También hay soledades pasajeras, incluso eternas. Hay soledades que llegan a la enajenación, y otras que alcanzan mejores estadios, por ejemplo, el placer de la lectura y de la creación artística. Se puede estar solo y reanimado en una isla, como el capitán Pedro Serrano, que inspiró la figura de Robinson Crusoe, tras un naufragio en 1526, como también lo está calladamente el ama de casa que plancha mientras espera, el escritor que se refugia en su cuarto con unas hojas en blanco. El autor nos viene a decir que la soledad no es, por tanto, un accidente del individualismo, sino su consecuencia circunstancial.

Por diferentes puntos recurrentes, Mapa de soledades es una singladura emotiva y hermosa. Gómez Bárcena nos concita a entendernos con esa parte intrínseca de la soledad referida a “un paréntesis, una cesura, un alto en el camino”, a hacer, sobre todo, incursiones en la selva, en el océano, en el desierto o en los mismos casquetes polares, así como en la ciudad y en el hogar, para participar de sus dispares estancias solitarias, o pararnos a analizar y a reparar la soledad de la propia piel, por lo que significa de tacto y de sentirnos vivos. No se olvida de resaltar que la soledad es un bagaje necesario que nos conduce a nosotros mismos, apoyándose en esta cita memorable de Petrarca tan reveladora: «La soledad es la única forma que tiene el hombre de contemplar».

Gómez Bárcena nos cuenta que recluirse en un convento sin conexión a internet es parecido a experimentar el vacío y a poner en valor lo que afirmaba el filósofo Nietzsche al respecto: «La grandeza de un hombre se mide por la cantidad de soledad que es capaz de soportar». Pero, en verdad, lo que impulsa al libro es dar pie a pensar que cada uno vive la soledad a su manera: “De modo que el problema no es la soledad sino lo que uno hace de ella”. Le importa marcar la diferencia entre sentirse solo y estarlo, la soledad como pandemia contemporánea pero también como bastión de retiro trascendente.


Llego al final del libro reconfortado, más consciente de que la soledad es una palabra importante, que junto al deseo quizás sean dos palabras que nos abren los ojos al sentido de la vida. Mapa de soledades es un estupendo debut en el género ensayístico del autor cántabro, con una obra muy bien enfocada y medida, que razona y confirma lo que decía Conrad, que «vivimos como soñamos: solos». Este libro es tan ameno como hondo, muy bien escrito, que empatiza y muestra la enseñanza secreta y silenciosa de la soledad que a todos nos circunda.


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