Ningún buen lector dejará de percibir este sentir en sus páginas, bien flanqueado por la reflexión que el escritor gallego señala en la introducción del libro y que dice así: “Pienso también que habitar el mundo de las historias no es una elección personal, sino una forma de ser, a veces innata, a menudo inculcada desde la infancia, como hizo mi padre conmigo”. Nos encontramos, por tanto, con un vívido libro sobre el amor a la literatura y, sobre todo, sobre el amor compartido hacia los libros de un hijo y un padre como vínculo sentimental y estímulo de conversación. Tinta invisible saca a relucir esa pasión compartida de los dos por la literatura, así como pasajes y citas de grandes autores que revelan secretos y obsesiones a la hora de escribir, angustias y esperanzas, miedos frente a la escritura y las rencillas que había entre ellos, pero, a su vez, sus afanes de ampliar la realidad y de desenvolverse en la vida.
Encontramos en todos estos referentes literarios muchas de las razones e inquietudes de ese ego del escritor que viaja en soledad sin salir de casa, que recorre un camino incierto de creación, bajo la intemperie de su escritorio, tan solo confiado en la mirada, la memoria y la imaginación para conjurarse en trazar el mapa de su escritura. Salen a su paso Saramago, Kafka, Emily Dickinson, Dickens, Kundera, Orwell, Jon Fosse y otros muchos, para dejar constancia de que la escritura es inseparable del acto de leer. Viene a decirnos Javier Peña que la literatura ofrece una de las mejores maneras, dejando a un lado la experiencia, de entender a la gente distinta de uno. Por eso mismo, a menudo, la ficción nos resulta más útil que la experiencia vivida. La experiencia nos pasa por encima como una apisonadora y solo comprendemos lo sucedido años después, si acaso. La ficción, como dice Ursula K. Le Guin, aporta una comprensión fáctica, psicológica y moral mucho mejor que la realidad.
Tinta invisible es una incursión sentimental en la escritura sobre el duelo acompañada de un viaje emocional y consolador por el imaginario de la literatura. Uno encuentra sintonía y entendimiento con la voz narrativa y descriptiva que ronda sus páginas, una voz que nos interpela y pone de manifiesto esa carga sentimental y ética que da sentido a la palabra escrita, a la vida reflejada en los libros. Pero tal vez, en todo este paralelismo de vida y literatura que dilucida este libro, lo más verdadero y revelador sea el poder incisivo, incluso perverso, que tiene la literatura de agitar y examinar etapas de nuestra vida, de ser bisagra que abre la puerta a lo inefable para entrever la realidad y sus historias.
Javier Peña firma un libro de sesgo literario intenso, de lectura jugosa y de singular lucidez, un correlato de vida y literatura donde resuenan el poder del verbo literario como prodigio de las palabras, de los deseos y de las historias que nos conforman, un viaje narrativo por todo lo que supone de efervescencia la lectura y la escritura, incluso con la vida en contra.
Gracias
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