viernes, 31 de octubre de 2025

Hilo y aguja para coser


Toda literatura amplía nuestra capacidad de comprender cómo piensa otro ser humano, pero si es buena, trae al mundo algo en lo que antes no se había reparado. Una nueva dimensión. Después de leer a un buen escritor, como ocurre cuando uno lee a Jon Fosse (Haugesund, Noruega, 1959), el mundo no parece el mismo, muestra otras realidades. Me gusta una cita de Derrida que el propio escritor escandinavo suele mencionar, y que dice así: «Lo que no puedes decir, debes escribirlo». Creo, como lector, que, para un buen escritor, sin duda, eso es posible. La escritura es testimonio, fuga, memoria, herida, salvación. Por eso mismo, el deber de la literatura es la aspiración a expresar algo de ese todo que, de otra forma, no se habría podido expresar. A este respecto, sostiene Fosse que “la sociología, la filosofía o la economía pueden enseñarte mucho del ser humano, pero todas estas ciencias no entran en el secreto de la vida. Creo que sólo el arte, en cierto modo, puede hacerlo”.

Bosques, fiordos, lagos, nieve, abrumadora y bella naturaleza nórdica, tan salvaje y dura como escasamente consoladora y relajante, son el persistente e invariable paisaje de fondo que envuelve las novelas de Jon Fosse. Diría que, como gran observador de la vida, solo necesitara un poco de esa realidad que le rodea para escribir una historia enigmática, inquietante e hipnótica, fruto de su imaginario, para atraparnos. Dos buenos ejemplos de este sentido literario suyo, de irreductible singularidad, lo encontramos en Blancura (2023) y Ales junto a la hoguera (2024), dos novelas contadas de forma directa, que proclaman un lenguaje sencillo, a modo de diálogo interior en busca de entendimiento de las cosas importantes: la vida, la soledad, el discurrir de los días, las experiencias sensoriales, la exploración del amor y su carencia.

Con su novela Vaim (Random House, 2025), primera obra escrita tras recibir el Premio Nobel de Literatura en 2023, Fosse marca el inicio de una trilogía ambientada en la ciudad ficticia de Vaim, inspirada en los paisajes del oeste de Noruega. Con esta historia, bajo la traducción de Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun, vuelve a sumergirnos en el ambiente nórdico, tan recurrente en su imaginario, siguiendo en esta ocasión la estela de su protagonista, Jatgeir, quien parte desde su pueblo de pescadores para comprar aguja e hilo en Bjørgvin, pero se enfrenta a unos precios desorbitados y vuelve, contrariado, a su barco. En una aldea, le sorprende la aparición nocturna de Eline, su amor juvenil, quien ha dejado a su marido y pide regresar con él a Vaim, la población que abandonó hace tiempo. Vaim está concebida como una trama que resalta e ilumina diferentes facetas de un mismo enclave geográfico y de sus personajes.

Fosse parte de este hecho, de apariencia insignificante, para arrancar su historia, bajo un hondo poso de belleza narrativa, capaz de envolvernos y hacernos reflexionar, a través de un sencillo cruce de acontecimientos, sobre cómo el pasado y las decisiones marcadas por el deseo alteran la vida en esta pequeña población de Vaim. De igual forma, aquí se explora la muerte y los triángulos amorosos afectivos, mostrando cómo lo casual puede redefinir por completo unas vidas enteras. La novela se centra en el reencuentro entre Jatgeir y Eline y, sobre todo, en destacar la importancia del azar en el destino y cómo este se confronta con el pasado. La condición humana, el amor y la muerte se confabulan aquí y conforman el trayecto narrativo de esta apasionante historia que ahonda en lo insólito y fortuito, que marca frontera entre lo que vivimos y lo que anhelamos.

Con un comienzo sorprendente in media res, Fosse nos empuja a entrar en un relato ya en marcha para ponernos sobre aviso: “Ea, dije, ya estamos aquí, dije, y me acaricié la barba, esta barba encanecida, porque joven desde luego ya no era, pero viejo tampoco, entrado en años quizá podría decirse...” La novela responde a un desencadenante narrativo estructurado en tres capítulos, cada uno de ellos promovido por un monólogo interior salpicado de breves diálogos. La habilidad narrativa de Fosse nos va envolviendo con suma fluidez, con esa capacidad de poner sencillez al nombre exacto de las cosas que hacen poderosas las palabras humildes, interesante lo vulgar, nuevo lo viejo, de manera que parece imaginar lo que nadie ha imaginado y, sobre todo, decirlo como si nadie lo hubiera dicho así, tan sencillo, nítido y elocuente.


Es así como Fosse refleja su literatura y nos interpela, inmiscuyéndose en la cotidianidad, en la fuerza del paisaje, convertido en catalizador de las pasiones y dilemas de los que lo habitan. De tal manera que es así como nos impele a descubrir lo pequeño y lo particular, que en su mínimo seno esconde la semilla de todo lo grande y sencillo. Su escritura leve, pero a su vez, densa y transparente, hace sentirnos que dice más de lo que dice, infinitamente más, mediante el ritmo, sí, el ritmo, porque en él está todo el encanto de su narrativa.

Fosse así lo hace, con naturalidad y frescura, con la destreza de no tener que utilizar apenas puntuación, casi sin adjetivos y, lo más importante, con un ritmo tan vívido, que deja al descubierto una escritura convertida en prosa fluida y minimalista. Vaim es un libro que lleva su sello inconfundible: cadencia formal, emoción, musicalidad, ritmo sostenido y trepidante, un relato dispuesto en un solo párrafo de principio a fin, una novela, en definitiva, vibrante, que atrapa desde sus primeras líneas hasta un final de sutil melancolía.


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