Aunque
Solón de Atenas
acuñó la máxima Nada
con exceso, todo con medida
para guiar el comportamiento práctico de los hombres, esta frase
recobró actualidad y fama siglos más tarde por boca del poeta
romano Horacio. Nihil
nimis (Nada
en exceso) es una expresión que repara en verdad en ese espíritu
propio que encierra escribir aforismos: la mesura, la justa medida de
decir lo extenso de forma escueta y de expresar lo profundo más
hacia la superficie. La experiencia literaria nos demuestra que no
siempre lo extenso es lo más propicio, ni lo real lo más racional y
tal vez la literatura, en cualquiera de sus formas, consista
justamente en explorar esa dimensión y ese territorio por donde
transita el alma humana, con sus impulsos y sus contradicciones, en
el intento de ayudarnos a comprender el caos en el que está inmersa
nuestra existencia.
Esto
es lo que parecen sugerir los aforismos reunidos en Nunca
mejor dicho (Ediciones
Trea, 2015), del escritor vasco Karlos
Linazasoro
(Tolosa, Guipuzkoa, 1962), más de mil reflexiones breves, a veces
jocosas, otras graves y profundas sobre la realidad que nos rodea,
una manera de arrojar luz y perplejidad sobre los asuntos que
preocupan nuestro vivir. Linazasoro,
que ya publicó otro libro de aforismos, Lo que
no está escrito
(2010), sabe que la esencia de este género está en su brevedad, y
lo deja claro en el primero que recoge su nueva antología: A
veces, para escribir un aforismo hay que tachar una novela.
Igual que sabe que lo
bueno del aforismo es que no se puede recapitular,
y su eficacia y sorpresa no está en una retahíla de ocurrencias que
se escribe con rapidez y se lee con igual impronta, sino que, como
apuntaba el poeta Bergamín,
no importa que el
aforismo sea cierto o incierto: lo que importa es que sea certero,
que en palabras del tolosano sería dar
donde más duele.
Este
libro de Linazasoro
nos habla de la moral, del diablo, del sexo, de la religión, de la
muerte, pero sobre todo nos habla de su gran pasión, de la
literatura. Escribir
es no pedir la palabra,
afirma a las primeras de cambio; Cada
vez escribo peor.
Me voy a hacer
crítico literario,
subraya en otro; o incluso se jacta con humor: Normalmente,
mis libros suelen ser bastante raros. Pero mucho más aún son las
segundas ediciones de los mismos;
y apostilla con sarcasmo: Nunca
escribo un libro sin antes leerlo;
hasta sentenciar sin anestesia que los
libros de autoayuda solo sirven para ayudar a los demás.
Los
aforismos no son juegos de palabras, y aunque parezca que Linazasoro
hace encaje de bolillos con muchas de sus ocurrencias y hallazgos,
más bien persigue todo lo contrario: la expresión de algo serio
que, sin embargo, nos haga sonreír como, por ejemplo, estos:
Todo
es relativo. Y caro.
Dios
no existe pero manda mucho.
Nunca
he leído un libro suyo. Por eso lo tengo en tan alta estima.
Epitafio:”Pues
no estoy tranquilo, coño. Algo me corroe por dentro”.
Como
bien dijo Heráclito, todo influye.
Doctores
tiene la santa iglesia, pero auxiliares, pocos.
Para
los que nos deleitamos con este género breve y puntilloso, tan
particular y reflexivo, como es el aforismo, Nunca
mejor dicho
es otra cita lectora inaplazable, otra oportunidad para sumergirse en
ese universo donde reina la ironía, el humor, la paradoja y también
la mala leche; todo un compendio de alumbramientos para reflexionar
un poco, para hacernos dudar y pasárnoslo bien un buen rato, porque
a Karlos Linazasoro
le va la marcha fragmentaria de lo breve para afirmar lo más duro de
manera lapidaria y concisa, pero con la gracia y el humor suficiente
para arrancar la sonrisa o la mueca perpleja del lector.
Yo me lo he pasado muy bien leyendo este entretenidísimo libro y,
desde luego, he encontrado entre sus 1200 aforismos suficientes
líneas merecedoras del homenaje que comporta un subrayado, “nunca
mejor dicho”. [Reseña núm. 239]
No hay comentarios:
Publicar un comentario