No
es casualidad que la literatura trate de poner en discusión las
certezas del mundo, o bien, desmontarlas, moldearlas e, incluso,
deformarlas o, sencillamente, retratar sus estragos. Saludos
cordiales (Siruela, 2015)
es una novela que aúna todos estos verbos y disecciona la miseria
moral que ocultan las empresas comerciales y de la industria de
nuestros días.
El
joven escritor Andrea Bajani
(Roma, 1975) dio a conocer este libro, su ópera prima, en su país
natal hace ya una década, cuando contaba apenas treinta años de
edad, una historia mordaz e irónica, escrita con sarcasmo y
delicadeza en la que destapa el proceder engañoso de una empresa, de
apariencia amable y moderna, con el futuro de sus empleados. Bajani
narra la historia de un empleado mediocre y sentimental, elegido por
la dirección para escribir las correspondientes cartas de despido al
personal, un relato perturbador en el que parece que no hay nadie que
esté a salvo de recibir una de esas misivas. La precariedad,
empujados como zombis a un final de contrato ya predeterminado por el
departamento de personal, que no es más que un laboratorio de
ensayos por donde pasa todo el mundo. En ese escenario hostil e
incierto, todo es falso y cruel, un lugar en el que el empleado no es
más que un número irrelevante en los objetivos de la empresa.
Al
protagonista de la novela se le conoce como El
Matarife, la mano
ejecutora de redactar y enviar las cartas de despido al personal
señalado por Recursos Humanos, una especie de matón que utiliza el
ardid de la palabra como cuchillo afilado, en un lenguaje hipócrita
de alabanzas y exaltación, para envolver la orden despiadada de
liquidación del puesto. Saludos cordiales
es toda una metáfora de lo que se cuece en los tiempos que corren,
ahora igual que hace una década, en el seno de las empresas, un
período de precariedad laboral donde el trabajo parece más un azar
de juego que una carrera de futuro, un período atosigante y
generalizado de la vida de los asalariados, que parece haberse
instalado de forma permanente en la vida empresarial, en el que el
empleo tiene una fecha de caducidad corta o, al menos, incierta para
todos.
El
título del libro es, en tal sentido, emblemático y sarcástico en
cuanto al contrasentido que encierran sus páginas: el rol de su
protagonista, cómplice de una farsa que él mismo urde y que ahonda
en el drama individual del trabajador por medio de la elaboración de
esas amables y cínicas cartas y, de otra parte, la vertiente que
este mismo personaje asume gustoso en su papel de padre cariñoso que
cuida a dos críos que no son suyos y que permanece ajeno al daño
que causa en las personas que caen bajo su jurisdicción.
Saludos cordiales
enfatiza, desde el punto de vista narrativo, la historia de una serie
de despidos, como cruda realidad cotidiana de las grandes empresas
que no cejan en su empeño de obtener réditos, a cualquier precio,
sin que les importe reducir plantilla, toda una reflexión literaria
que denuncia decididamente estos abusos. Andrea
Bajani ha escrito una
novela tragicómica y paradójica del mundo laboral que vivimos,
acuciados por la crisis económica y el desempleo, una historia capaz
de refutar, en poco más de cien páginas, ese peligroso juego de rol
tan cruel que conlleva cada carta de despido en la familia de los
afectados, un drama de incalculables consecuencias. En este relato
breve hay reminiscencias kafkianas, un juego absurdo y surrealista
propio de la burocracia que se percibe en la trama narrativa, lo
mismo que algunas otras que recuerdan a Beckett
en ese esperar incierto y desconcertante del devenir. Hay también
dos novelas españolas, aparecidas posteriormente a la publicación
en Italia de Saludos cordiales,
que guardan concomitancias sobre este mismo asunto de la precariedad
laboral. Me estoy refiriendo a La mano invisible
(Seix Barral, 2011) de Isaac Rosa
y La trabajadora
(Random House, 2014) de Elvira Navarro,
dos escritores de la misma generación que el italiano y que inciden
en la misma patología social.
Este
martes pasado, en su columna Café
Perec del diario El
País, sorprendía el
gran Vila-Matas
hablando de los entresijos de esta interesante novela política y
social, pero esta vez no tuve que acudir al llamado de su artículo
de prensa para leerla, ni a la lista de recomendaciones que cuelga
periódicamente en su blog y que sigo con atención e interés; esta
vez, curiosamente, el libro salió al encuentro mío en La
luna nueva, mi librería de
cabecera, un hallazgo que celebro y comparto con todos vosotros.
Saludos cordiales. [Reseña
núm. 236]
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