jueves, 3 de septiembre de 2015

Precariedad laboral

No es casualidad que la literatura trate de poner en discusión las certezas del mundo, o bien, desmontarlas, moldearlas e, incluso, deformarlas o, sencillamente, retratar sus estragos. Saludos cordiales (Siruela, 2015) es una novela que aúna todos estos verbos y disecciona la miseria moral que ocultan las empresas comerciales y de la industria de nuestros días.

El joven escritor Andrea Bajani (Roma, 1975) dio a conocer este libro, su ópera prima, en su país natal hace ya una década, cuando contaba apenas treinta años de edad, una historia mordaz e irónica, escrita con sarcasmo y delicadeza en la que destapa el proceder engañoso de una empresa, de apariencia amable y moderna, con el futuro de sus empleados. Bajani narra la historia de un empleado mediocre y sentimental, elegido por la dirección para escribir las correspondientes cartas de despido al personal, un relato perturbador en el que parece que no hay nadie que esté a salvo de recibir una de esas misivas. La precariedad, empujados como zombis a un final de contrato ya predeterminado por el departamento de personal, que no es más que un laboratorio de ensayos por donde pasa todo el mundo. En ese escenario hostil e incierto, todo es falso y cruel, un lugar en el que el empleado no es más que un número irrelevante en los objetivos de la empresa.

Al protagonista de la novela se le conoce como El Matarife, la mano ejecutora de redactar y enviar las cartas de despido al personal señalado por Recursos Humanos, una especie de matón que utiliza el ardid de la palabra como cuchillo afilado, en un lenguaje hipócrita de alabanzas y exaltación, para envolver la orden despiadada de liquidación del puesto. Saludos cordiales es toda una metáfora de lo que se cuece en los tiempos que corren, ahora igual que hace una década, en el seno de las empresas, un período de precariedad laboral donde el trabajo parece más un azar de juego que una carrera de futuro, un período atosigante y generalizado de la vida de los asalariados, que parece haberse instalado de forma permanente en la vida empresarial, en el que el empleo tiene una fecha de caducidad corta o, al menos, incierta para todos.

El título del libro es, en tal sentido, emblemático y sarcástico en cuanto al contrasentido que encierran sus páginas: el rol de su protagonista, cómplice de una farsa que él mismo urde y que ahonda en el drama individual del trabajador por medio de la elaboración de esas amables y cínicas cartas y, de otra parte, la vertiente que este mismo personaje asume gustoso en su papel de padre cariñoso que cuida a dos críos que no son suyos y que permanece ajeno al daño que causa en las personas que caen bajo su jurisdicción.

Saludos cordiales enfatiza, desde el punto de vista narrativo, la historia de una serie de despidos, como cruda realidad cotidiana de las grandes empresas que no cejan en su empeño de obtener réditos, a cualquier precio, sin que les importe reducir plantilla, toda una reflexión literaria que denuncia decididamente estos abusos. Andrea Bajani ha escrito una novela tragicómica y paradójica del mundo laboral que vivimos, acuciados por la crisis económica y el desempleo, una historia capaz de refutar, en poco más de cien páginas, ese peligroso juego de rol tan cruel que conlleva cada carta de despido en la familia de los afectados, un drama de incalculables consecuencias. En este relato breve hay reminiscencias kafkianas, un juego absurdo y surrealista propio de la burocracia que se percibe en la trama narrativa, lo mismo que algunas otras que recuerdan a Beckett en ese esperar incierto y desconcertante del devenir. Hay también dos novelas españolas, aparecidas posteriormente a la publicación en Italia de Saludos cordiales, que guardan concomitancias sobre este mismo asunto de la precariedad laboral. Me estoy refiriendo a La mano invisible (Seix Barral, 2011) de Isaac Rosa y La trabajadora (Random House, 2014) de Elvira Navarro, dos escritores de la misma generación que el italiano y que inciden en la misma patología social.

Este martes pasado, en su columna Café Perec del diario El País, sorprendía el gran Vila-Matas hablando de los entresijos de esta interesante novela política y social, pero esta vez no tuve que acudir al llamado de su artículo de prensa para leerla, ni a la lista de recomendaciones que cuelga periódicamente en su blog y que sigo con atención e interés; esta vez, curiosamente, el libro salió al encuentro mío en La luna nueva, mi librería de cabecera, un hallazgo que celebro y comparto con todos vosotros. Saludos cordiales. [Reseña núm. 236]


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