No
es lo mismo lo breve que lo corto –subraya Andrés
Neuman–: lo breve calla a
tiempo, lo corto antes de tiempo. El microrrelato es un género
omnívoro, claramente breve y elíptico en el que el lector es parte
activa del texto y deberá resolver el misterio que se le plantea
completando lo que no está escrito.
Como
decía Monterroso,
“en literatura no hay nada escrito. Lo que puedas decir con cien
palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No emplees
nunca el término medio; así, jamás escriba nada con cincuenta
palabras”.
Todo
es susceptible de convertirse en literatura, y a la hora de
plasmarlo, más allá de las indicaciones del escritor guatemalteco,
no hay género ni medida que se le resista.
Javier Puche
(Málaga, 1974) viene a constatar con Fuerza Menor
(La isla de Siltolá, 2016) la notoriedad que va adquiriendo en los
últimos años esta forma narrativa, como es el microrrelato, algo
parecido al auge repentino del aforismo. Y es que el género breve
tiene ahora, más que nunca, esa irrupción imparable, acorde con la
nueva era tecnológica del twitter y del whatsapp, en la que la
concisión y la hiperbrevedad a la hora de comunicarnos forman parte
del vertiginoso trasiego de nuestras ajetreadas vidas.
En
esta ocasión, al lector de este libro no le va a quedar más remedio
que leer dos veces el título de cada historia, la primera antes de
entrar en el cuento y, después, al salir de él. Quizás sea lo que
conviene al leer cualquier libro de microrrelatos. Puche
reúne una colección de cien minificciones estructurada en dos
bloques: cuarenta cuentos mínimos, que requieren esa pauta de
lectura señalada anteriormente, y sesenta “seísmos”, que son
historias diminutas escritas en seis palabras. En la primera parte
del texto encontramos relatos cortos de hechos insólitos en los que
incertidumbres y fantasías se conjugan con insectos, mascotas y
animales acuáticos, infiernos y obstinaciones o con la posibilidad
de conseguir una formidable máquina de abrazos para sobrellevar la
soledad de seres extraños. En la otra parte, consagrada al
microrrelato de una sola línea, su concisión y síntesis verbal
producen aún más inquietud y pasmo que sus predecesores. El autor
sabe unir lo estridente con lo bello, la ironía con lo siniestro.
Los textos enseñan sus huesos, unas veces nos hacen vacilar y otras
nos sacan la mueca de una sonrisa:
Nació
el bebé con dentadura postiza.
Sonríe
el ciego ante la stripper.
No
vio la hormiga el precipicio.
Llora
en la celda el inmortal...
El
lector de estas minicontiendas narrativas se encontrará en un campo
abierto a la parodia, al humor y a la metaficción por donde transita
un cazador furtivo, sin plomo, armado de un amplio arsenal de
invenciones que le invitará a asistir a un espectáculo reducido,
microscópico, en el cual caben pocas palabras pero trascienden para
nuestra sorpresa . Fuerza menor
es, por decirlo en seis palabras: un artefacto insólito, pequeño y
delicioso.
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