La
literatura, en todo su ámbito, discute los mismos problemas que
discute la sociedad, pero de otra manera, a veces lo hace por
inundación, otras por aguacero o por goteo, pero también, por
aspersión, y esa manera de hacerlo es, ciertamente, la clave de
todo. La literatura tiene mucho que enseñarnos sobre la vida y sus
consecuencias.
El
libro que traemos hoy a esta bitácora de lecturas destila mucha
sintonía con esa idea de riego literario. Daniel Monedero
(Valladolid, 1977) traza en diez relatos un fresco narrativo gozoso y
perspicaz por donde transitan vidas anodinas que, a modo de riego por
aspersión, deciden salir de ese anonimato en el que viven, como se
puede entrever en la intermitencia de este subrayado obtenido de sus
páginas: En la vida
existe algún orden secreto, alguna narración coherente en la
sombra, para no perder la cabeza... La gente teme lo que ignora...
Qué difícil creer que un mismo libro pueda servir para tantos
hombres y mujeres diferentes, cada uno con su páncreas y su dolor
intransferible de vértebras... Las palabras son capaces de agrandar
la propia geografía... Vivir es reunir valor... Por mucho que se
viva no hay quien descifre la vida... La vida es una sucesión de
lavadoras de ropa sucia... Todas las historias prometen cosas que
nunca cumplen.
Todas
estas conjeturas y reflexiones extraídas de Manual de
jardinería (para gente sin jardín)
(Editorial Relee, 2016) podrían avistar, a vuelapluma, de qué va
esta ópera prima.
¿Para qué sirve un manual? A este respecto, el Diccionario de Uso
del Español de María Moliner dice que un manual es un tratado breve
de alguna materia, un prontuario, un vademécum, o también, un libro
en que se compendia lo más sustancial de una materia, según el
Diccionario de la RAE. Esto sería el concepto y el significado que
justificarían la esencia de cualquier manual, menos de este. El
guion narrativo de Monedero
no propone ningún procedimiento didáctico, ni de vida ni de
literatura para explicar lo que el lector presupone deducir del
título, pero sintoniza con la poética de Sábato
que no se cansaba de decir que la literatura no es un pasatiempo ni
una evasión, sino una forma, tal vez la más completa y profunda, de
examinar la condición humana.
Todas
las historias que se cuentan aquí se tejen con la trama de los seres
que la habitan, enredados en sus quehaceres, y que tratan de tirar de
su propio hilo para desmadejar el ovillo de sus vidas inconsistentes.
Cada una de ellas pertenece a ese mundo que aglutina a tantas vidas
paralelas e insólitas. Todas son vidas dispares igualmente,
laboratorios donde sus moradores experimentan fracasos y pasiones en
ciernes. Precisamente en el primer relato, el más breve de todos,
que lleva por título Universos
paralelos,
el narrador, valiéndose del modo subjuntivo, vuelca con viveza, y en
un sólo párrafo de cuatro páginas sin puntos seguidos, un monólogo
interior desatado que evoca el desamparo de un amor ausente.
Manual de
jardinería
presenta un microcosmos de vidas inciertas que buscan resarcirse de
un destino que no le es propicio, gente que prueba salirse de las
ataduras de su existencia anodina. Llamadme
Mississippi,
Manual de
jardinería
y Sylvia & Ted
quizá sean sus mejores relatos, tres homenajes literarios que van
desde Mark Twain,
pasando por Wislawa
Szymborska,
hasta Sylvia Plath.
En el primero de ellos hay un monólogo escénico donde el amigo de
Tom Sawyer se explaya sobre el vacío de su alma anhelante de
felicidad, resumiéndola en que ésta solo consiste en “unas
sílabas que burbujean en la lengua”. En el siguiente relato que
pone título al volumen, su protagonista es un joven negro de cien
kilos de peso que vive en el barrio de Queens de Nueva York y que ha
sido inoculado por la poesía de Szymborska,
siente ese prodigio, hasta el punto de creerse reencarnado en la
propia artista polaca. Ray
creía que el conocimiento se poseía viajando, pero tras llegar a
Cracovia revela que los mapas del saber se amplían de un modo
inimaginable con el conocimiento del idioma: Las palabras están
habilitadas para ensanchar la propia geografía, viene a decirse. Y
la última de estas tres piezas, la más trascendente, a mi juicio,
Sylvia & Ted,
es un cuento con aire cinematográfico en el que no falta nieve en la
calle, fuego en el hogar y mucha literatura. “La vida es así –dice
la protagonista del cuento–, uno se pasa el tiempo haciendo cosas
horribles por temor a vivir otras cosas horribles”.
Daniel Monedero, con este destacado debut literario, gracias a
la prosa poética exhibida, escrito, además, con mucha audacia,
humor y frescura consigue atrapar a ese lector entusiasta e
incondicional de la literatura breve. En ese sentido, lo que hay en
este jardín es humus literario abundante en cada una de las
historias subterráneas que esconden sus cuentos, ricos nutrientes
narrativos que conviene probar y no perderse.
La
buena literatura puede con todo. No hay manual ni maneras que se le
resistan cuando la toma en serio quien la ejerce, con oficio y
esmero, contando historias que pinchen, que atrapen y que arriesguen,
propiciando la feliz tarea de seducir de lleno al lector más
exigente. Esa es la
tarjeta de presentación de Daniel
Monedero,
un escritor que, como afirma Matías
Candeira
en su sentido prólogo del libro, no es nuevo y sabe lo que se lleva
entre manos.
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