Hacer
una reseña de un libro puede llevarnos por los caminos trillados de
caer en ciertos tópicos que pueden ser detectados fácilmente por
cualquier lector avezado. No ocurre así cuando el autor de un libro
tensa la cuerda de la creación y no se ajusta a los cánones
establecidos de la preceptiva más generalizada y se salta los
géneros literarios buscando nuevos cauces para conformar la
expresión del texto.
Es
entonces cuando la lectura que hace el crítico y el reseñista tiene
que acomodarse a los nuevos ámbitos de la escritura que el autor de
la obra exige y, salvando las distancias, hacer una lectura desde ese
cauce que abrió Roland Barthes
cuando decía que el escritor se basa en una serie de conocimientos
que le brinda la experiencia y la sociedad para reelaborarlos hasta
el punto de que este no es dueño de lo que escribe y es el lector
quien da vida a dicho texto. Por lo tanto, muere el autor para que el
lector reconstruya el texto.
El
libro De cuna y sepultura
(Ediciones El Gallo de Oro, 2018), de Javier Sánchez
Menéndez (Puerto Real, Cádiz,
1964), poeta, ensayista, escritor de aforismos, editor y librero, es
una obra continuada, su sexta de Fábula,
un proyecto en marcha que ambiciona alcanzar diez entregas, que debe
leerse bajo las consideraciones de que su autor no ha escrito un
libro de poemas, tampoco un libro de aforismos ni de ensayos en los
que se basa, sino una mezcla deliberada de los tres para conseguir
algo nuevo y sugerente que va llevando al lector por el camino de la
meditación hasta llegar al deleite de una obra que aspira a dejarlo
perplejo. Y es ahí, en la perplejidad, donde reside el interrogante
que le da vida y sustancia, que nos obliga a plantearnos la
correspondencia de la escritura y la vida, de la poesía y la
existencia, con la lectura y su beneficio, que no es otro que
acercarnos paso a paso al territorio utilitario del pensamiento al
que cualquier persona inteligente aspira.
Este
es un libro que obliga al subrayado y a leerlo levantando la cabeza,
que advierte hasta qué punto la lógica de la lectura es diferente
de las reglas de la composición. Toda su lectura se da en el
interior de una estructura fragmentaria que conforma una vida
entregada a la esencia poética de la palabra. Sánchez
Menéndez escribe como quien
busca dar significado a una experiencia poética, hacerla lenguaje y
comunicación, como queriendo desentrañar lo vivido con cada
palabra, delimitándola para que exista y, a su vez, completándola:
“La palabra, no olvides la palabra. La única, la auténtica. La
que está escrita con la ciencia del alma”.
Hay
que tener un motivo muy profundo para escribir un libro así, en los
límites del yo lector y del yo poético como fuente de inspiración
literaria, y no parece otro que estar vivo dentro de un sueño, el
sueño mismo de un poeta que sacude lo importante de la vida:
“Contemplar, atender y entender. Nada más. Nada menos”. Y lo
vuelve a repetir más adelante, porque para el escritor estos tres
verbos son “los principios de la vida del hombre”.
De cuna y sepultura
es un libro breve e intenso que invita a la relectura, un texto
reflexivo y lírico, ávido de verdad, esencia y silencio, que
explora la palabra y el tiempo, lo oculto y lo aparente, la poesía y
la verdad. “La poesía –revela el poeta– es vida propia, es
aislamiento, es un canto del centro, un sacrificio que se consigue en
unión. La voluntad de ir buscando la belleza y no pararse nunca […]
Aunque todos salimos de la carne, la palabra es el símbolo”.
Da
igual el camino elegido por el escritor en su empeño de mostrarse
con tal de emocionar al lector, y en ese sentido, esta es una obra
que prueba que la literatura en cualquiera de sus géneros y formatos
está ahí para ser juzgada. Aquí encontraremos viaje al pasado y al
presente bajo el pálpito de otros poetas, como Novalis,
Rilke, Eliot,
Pound, Leopardi,
Juan Ramón y Parra.
Aquí hallaremos piezas escritas como crónicas, como apuntes de
trayectos, como aforismos o meras convicciones.
Los
libros son los tatuajes de la memoria, y este de Sánchez
Menéndez dibuja emociones y
huellas de una experiencia vital muy suya, de un deseo literario
profundo, de un conjuro sobre el que trazar un ser dispuesto a
consumarse en una poética con la parte secreta de lo que somos.
De cuna y sepultura
es un libro hermoso, con mucho asiento, que explora la palabra y el
tiempo, lo oculto y lo aparente, la poesía y la verdad, una obra
íntimamente imbricada con la experiencia y la memoria de una vida
apasionada dedicada a la literatura, eso sí, con aire de intemperie.
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