jueves, 6 de febrero de 2020

La vida reflejada


“En los mejores días, el acto de escribir, rebosante de energía y de júbilo, es casi una autocreación, proporciona la curiosa sensación de dominar la propia vida y de estar en condiciones de redefinirla como si nunca hubiera existido nada notable, como si estuviéramos trazando un futuro totalmente nuevo para nosotros. En los días un poco más flojos, el acto de escribir es una lucha con la depresión. Y en los días decididamente difíciles, no es más que una tentativa de salvarse”. En estas palabras veraces y valientes se concentra el espíritu que palpita por las páginas de Una leve exageración (Acantilado, 2019) del poeta, ensayista y profesor de la Universidad de Chicago, Adam Zagajewski (Lvov, actualmente Ucrania, 1945), una suerte de diario en el que se vuelcan recuerdos, pasajes de su vida, fragmentos familiares, reflexiones literarias y evocaciones de su Polonia natal y su gente, un recorrido por la mente de un hombre lúcido, cálido y acogedor.

Conviene recordar que Zagajewski es autor de una importante producción poética. Buena parte de ello son, entre otras, los poemarios Ir a Lvov (1985), Tierras de fuego (1994), Antenas (2005), Deseo (2005) y Asimetría (2017). Para él, la literatura difiere de la vida en que la vida está, mayormente, salpicada de detalles acumulados y raramente nos encamina hacia ellos. La literatura, independientemente del género en que se dicte, viene a decirnos en su nuevo libro, nos enseña a observar, porque en el proceso de creación ya se ha encargado de solucionar los detalles que le convienen para armar su artificio. Esta reflexión suya tiene mucho de dialéctica, y como diría el crítico James Wood, lo asombroso es lo que la literatura no deja de hacer y no es otra cosa que llevarnos a que nos fijemos más en la vida, que ensayemos en la propia vida, "lo que a su vez nos hace mejores lectores de los detalles de la literatura, que a su vez nos hace mejores lectores de la vida. Y así sucesivamente".

Todo lo que trasciende por estos apuntes es lo propio de un artista consagrado a su oficio, esa adicción a su propio universo creativo, que no escapa del vacío y se vuelve hacia la espiritualidad, algo que a Zagajewski le sacude y, al mismo tiempo, le empuja a pensar y a escribir sobre su significado: “Sin contar a los teólogos, soy uno de los últimos autores que utilizan de vez en cuando el concepto «vida espiritual». En los tiempos que corren, en el mejor de los casos se habla de la imaginación. La imaginación es hermosa y abarca muchas cosas, pero no todo […] Pero ¿qué son el espíritu y la vida espiritual? ¡Ojalá fuera yo más ducho en definiciones! Robert Musil sostiene que el espíritu es síntesis del intelecto y la emoción".

El lector asiste a un streptease de alguien que cuenta con soltura episodios de su vida, la suya y la de los demás. Pero en este caso, el autor también nos aproxima a la desnudez de su escritura y a los entresijos del proceso creativo compartido con los que, por alguna razón, saben en que anda metido, su historia personal, su oficio y el alma polaca que lleva siempre consigo: “Los escritores del mundo occidental llevan anunciando el fin de la vida burguesa. En cambio, en Polonia, desde hace mucho tiempo el tema principal es la debilidad de la clase media”, leemos en una de las entradas del libro.

En estos diarios sobresale el genio fluido de un narrador que habla despojado de retórica, pero implacable, directo y serio, a veces recio y trascendente, al que no le importa verter sus vivencias con humor y cierta ironía moralista. Una leve exageración es un libro fecundo, inteligente y próximo al entendimiento del lector, que muestra la experiencia de compaginar la escritura y la vida de su autor. Adam Zagajewski encuentra en el terreno fértil de la memoria y los recuerdos el cauce propicio para explorar los límites de su escritura y, al propio tiempo, sofocar sus obsesiones más profundas: “Sólo el arte tiene la capacidad de dar consuelo”, subraya.

Por estos cuadernos aparecen también lecturas y opiniones acerca de importantes escritores polacos del siglo XX que se alternan con otros tantos del resto de Europa como Proust, Kafka, Cioran o Antonio Machado, uno de sus autores más apreciado. Probablemente sea este el libro que más reflexiona sobre la escritura, la poesía y la creación artística de toda su producción, el que mejor expone su opinión de las vanguardias literarias, el que mejor refleja su entusiasmo vital y permanente por la música: “La música nos recuerda qué es el amor. Si alguien lo olvida, que escuche música”, sentencia.


Una leve exageración es un  libro seminal, hermoso, salpicado de un mordaz sentido del humor, un texto que refleja la visión humanista de su autor. En ella hay implícita una enseñanza, una intencionalidad no dicha que nos hace pensar que estamos ante un escritor que observa el mundo con una mirada sutil y serena, capaz de contagiarnos el placer de leer, el gozo de lo cotidiano y, especialmente, el sabio interés de acometer la realidad en el lugar intermedio, equidistante de la exageración y de la atenuación de las cosas: "Siempre tenemos que aumentar o disminuir lo que observamos, lo que nos sucede, lo que nos hiere o nos produce alegría".

Adam Zagajewski pertenece a esa estirpe elegante de escritores que, estando vivos, parecen clásicos, porque, cuando uno los lee, sus textos concitan a la calma, a la reflexión y, cómo no, al subrayado.

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