viernes, 3 de abril de 2020

Destellos cotidianos

La buena literatura es una extraordinaria forma de conocimiento de lo que llamamos realidad, un instrumento insustituible, según Vargas Llosa, para poner en orden ese mundo real, que es en sí mismo esencialmente caótico. El escritor, el verdadero escritor, afirma Claudio Magris (Trieste, 1939), es el que logra identificar un orden oculto en lo grotesco y en lo absurdo de la existencia. Se puede decir que la literatura es por lo tanto exploración del mundo y sus detalles y, sobre todo, de los abismos de lo humano, y es, justamente en esta peculiar función donde el ejercicio literario, como sostienen estas dos grandes figuras de las letras, se vuelve cultura, es decir, se convierte en visión y representación del mundo.

En su libro Microcosmos (1997), Magris insiste en que el mundo es una cavidad incierta, en la que la escritura se adentra perpleja y obstinada. Es más, escribir para él significa saber que no estamos en la Tierra Prometida y que no podremos llegar nunca allí, pero sí hay motivos suficientes para continuar en esa dirección, aunque sea a través del desierto. Le importa al escritor triestino dejar sentado que el mayor logro de un libro hay que encontrarlo en esa idea de reconciliación, tanto en la vida, como enn la literatura. Por eso mismo alerta, tomando estas palabras que dice uno de los huéspedes alojados en el Hotel Herberhof en el Tirol: “¿Cómo, otra vez escribiendo? Escribir, escribir siempre... no es bueno. Un poco, vale, pero no demasiado. Mejor escribir un poco menos y pensar un poco más”.

Claudio Magris, escritor bien conocido, catedrático de literatura germánica en la Universidad de Trieste, ensayista y traductor de Ibsen, Kleist y Schnitzler, entre otros, Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2004, es una figura indiscutible de la literatura italiana contemporánea que nunca ha dejado de exponer su enfoque literario a la hora de interpretar su forma particular de entender la escritura y la vida. Para él, esta correlación existente entre la escritura y la vida sucede en el propio escenario de un lugar o bajo el influjo de un pensamiento sagaz donde  acudir a rastrear el significado de las personas que lo habitan. Las cuarenta y ocho piezas reunidas en Instantáneas (Anagrama, 2020), su último libro publicado en nuestro país, van en esa línea literaria suya que viene de lejos, la de reflejar los destellos cotidianos que van sucediéndose en sus viajes, en sus lecturas y en las reflexiones de los instantes vividos o sobrevenidos desde el recuerdo.

Este es un libro recopilatorio de pequeños textos publicadas en el diario Corriere della Sera desde abril de 1999 a julio de 2016, un variado reportaje en el que el autor de Danubio (1988) hace hincapié, con su punto de vista, en el detalle concreto o en algún asunto simbólico de carácter histórico cuyo conjunto revela una denuncia o un apunte social. Uno, leyendo estas esquirlas de su genialidad creativa, asiste a un fresco luminoso de la realidad contemporánea en el que la agudeza de su autor también denota melancolía y desencanto, solapados bajo un sabio tono burlón, con sensibilidad suficiente para contarnos, en unos breves trazos, lo que está presente en la ciudad, en el ambiente, o en el discreto curso de los días.

Magris nos muestra el mundo que lo rodea como espacio compartido. No importa si el fotograma que le lleva a la reflexión lo motiva una situación ingrata o feliz, una anécdota insignificante o, al contrario, elocuente y rebosante. Ya sea un festín caníbal protagonizado por unas palomas en una fuente de una plaza; una taberna donde se habla de la guerra; una sala en Budapest donde se celebra un congreso literario; un momento insólito protagonizado por una visitante en la galería de Leo Castelli en Nueva York; una airada discusión de pareja; los banqueros de los que se descubren sus prácticas ocultistas y satánicas; una modelo rusa que mata de una cuchillada a un perro callejero que amenazaba a su mascota... Son muchas escenas en las que su mirada perspicaz trasciende a un simbolismo social, mundano y político.

Muchas anotaciones del libro forman parte de la historia misma de Trieste, así como también hay evocaciones de personajes de la historia y la literatura centroeuropea, como la referida a Thomas Mann cuando nadie le avisa del estallido de la Segunda Guerra Mundial mientras se hallaba ajeno, encerrado en su escritorio; o la anécdota de Sissi emperatriz y los poemas que decía susurrarle en secreto Heine, a través de un médium. Lo dicho: un amplio reportaje de momentos perdurables que van de lo aparentemente irrelevante a la crónica sagaz protagonizada por gentes que pusieron sus señas de identidad en el devenir de la historia.

Magris es un pensador sin fronteras que bien sabe que la escritura y la lectura tienen esa particularidad de trascender desde lo particular a lo universal. En sus Instantáneas encontramos reflejado ese trayecto y espíritu en el que la actualidad y la vida se dan cita estando muy presentes en sus escritos. En estas crónicas, escritas con provocación y destreza, hay una voz que infiere en el lector dándole el material y el rescoldo necesarios para prender su curiosidad y entendimiento.

Por eso nos interesa Magris, porque sabe cómo expresar la utilidad de su experiencia intelectual y sentimental, incluso en textos mínimos. Este es un libro que se lee con deleite, un libro cargado de inteligencia y sensibilidad, que apareja un compromiso de perseverancia por los detalles de la vida. Jugoso.

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