martes, 14 de diciembre de 2021

Una sombra que se desentiende


En el fondo, la literatura es ciega, pero antes, el escritor ha tenido que haber visto y guardado en su memoria una infinidad de cosas para poderlas contar. Por eso, el lector cauto debe tener en cuenta, cuando se pone delante de un texto, que toda trama o argumento es banal si el escritor no encuentra la manera propicia de contarlo y darle vida propia, de un modo que dé la sensación de que tenía que expresarse así y no de otra manera, provisto de ese juego de palabras y en ese mismo orden. Y es que, además, la literatura tiene mucho de simulacro. Todo su secreto, por otra parte, está en que toda esa disposición formal sea convincente y contagiosa.

Hay voces literarias que vienen a decirnos esto, gracias a su singularidad y su manera misteriosa de involucrarnos con palabras en las que casi no nos reconocemos porque tienen su propia vida. La escritura de Luis Rodríguez (Cosío, Cantabria, 1958) se identifica con este estilo que provoca en el lector una forma insólita de leer. Autor de cinco novelas, entre las que destacan La herida se mueve (2015) y 8.38 (2019), todos sus libros ponen de manifiesto la voluntad de sus personajes de escucharse a sí mismos y estrechar lazos entre lo vivido y lo imaginado, para decirnos que, en realidad, el que escribe nunca está solo, que siempre lleva dentro ese «otro» que, como decía Proust, es el que sabe escribir de veras.

En los inicios de Mira que eres (Candaya, 2021), su nueva novela, uno de los personajes fabula sobre el vínculo de la literatura con la vida propia con esta analogía: “Me pasa con las personas lo que a un amigo con la escritura. Dice que escribe una frase, la corrige, la suprime, vuelve a escribirla y a corregirla, muchas veces. Al final la frase es, palabra por palabra, idéntica a la primera que escribió. Pero ya no es solo la primera frase: es una frase con mundo. Así deben ser mis opiniones de todo, parecen espontáneas, pero han viajado. Tienen mundo”.

Podríamos decir que en cada una de sus novelas está tácita la apuesta de asumir y trascender lo formal en su narrativa, a través de un juego literario en el que el trabajo novelístico contemple en su artificio el proceso creativo que, a su vez, refleje aspectos de la vida propia. En Mira que eres hay una recopilación de historias entrelazadas que dibujan la silueta de un personaje que podría identificarse con el lector. Para ello Luis Rodríguez se vale de un juego intermitente en el que se dan cita por igual contar y escuchar historias por medio de un repertorio de personajes que se confabulan y manifiestan a su aire, sin importarles el momento propicio para intervenir, dispuestos a desafiar y contrastar una de las preguntas claves del libro: “¿Para quién se escribe, para uno mismo, o para los demás?

El desfile de personajes es continuo y frenético, así como de autores de la talla de Flaubert, Nabokov, Faulkner, Foster Wallace, y otros muchos que acuden a lo que va aconteciendo con rastros de sus libros para completar o discernir cualquier pasaje de la novela. Encontramos a tipos obstinados con la literatura, impostores, convictos o actores que parecen negarse a dejar de representar a quienes interpretan. Todos ellos, partícipes de historias entrelazadas, lo hacen a partir de innumerables citas que vierten anécdotas que apuntalan ese punto de inflexión que tiene la literatura como lugar de encuentro para conectar con el mundo.

Es así como Luis Rodríguez nos hace partícipes del libro, incorporándonos a ese llamado de voces, no tanto como testigos de su manera de contar historias, descubriendo lo ya sabido por otros, sino participando en una fértil conversación literaria, entresacando de lo cotidiano ecos de otros escritores, con la intención de amplificar lo que respiran e intercambian los personajes que lo habitan. Digamos que a esta idea del libro se añade esta otra que consiste en situar al lector entre el narrador y el biografiado, sin ninguna certeza de que cuanto más te aleje de uno más cerca te pones del otro.


Para Luis Rodríguez, el lector es el oxígeno donde prende la literatura. Su único estilo para encender su interés lo encuentra en esa forma no lineal tan suya de narrar, cambiante y aparentemente desordenada. También lo encontramos en esa mezcla de historias paralelas que conforman en estratos su hilo narrativo por medio de la imaginación y de las lecturas recurrentes de las que extrae fraseos poderosos y requiebros literarios que no paran de señalar a la literatura como origen y objetivo de su obra, consciente de que, como ya quedó dicho en su novela anterior, citando a Don DeLillo: “Al término de cada frase aguarda una verdad, y el escritor sabe reconocerla cuando por fin la alcanza”.

Mira que eres es un artefacto de los que predisponen al lector a estar atento frente a su mecanismo que aguarda el momento de la detonación, un libro con un sesgo literario inmenso por donde transcurre literatura desentendida de su sombra y apunta sobre las posibilidades que otorgan el irresistible deseo de escribir.


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