No
hay tarea más necesaria para poder ser escritor que
leer. Esa actitud tiene que ser una constante, según Stevenson,
pero, para el escocés, es fundamental que el lector sea inteligente,
que sepa elegir los libros que le interesen porque nadie es capaz de
leer todo, de modo que, solo en algunos de ellos, hallará lo que
calme su apetito. En Escribir,
un título contundente, editado por Páginas
de Espuma, se recopilan
los ensayos literarios de Robert
Louis Stevenson
(Edimburgo, 1850 – Samoa, 1894), que, a decir verdad, son unos
artículos, tan jugosos como imprescindibles, sobre el oficio de
escritor, elaborados con toda el alma por uno de los grandes de la
literatura universal. Si tuviera que resaltar lo más destacable de
este libro diría que Stevenson
logra con estos ensayos, no solo el análisis cuidado e intenso en
su discurso, sino que despliega toda su perspicacia como lector:
Siempre llevaba en el bolsillo dos libros: uno para leerlo;
el otro, para escribir en él,
(pág. 101).
Escribir
está dividido en tres
partes en las que los textos sobre los libros de cabecera del autor
británico dan paso a los retratos de sus escritores favoritos, que
se mezclan con alertas y consejos de lo que significa ese extraño
artefacto que es la literatura, así como recuerdos sobre su propia
producción artística. En la parte primera, La escritura,
Stevenson
habla de los aspectos técnicos del estilo del escritor, sin
olvidarse de la moralidad que supone el ejercicio de las letras, para
finalizar con el apartado referido a cómo aprendió a escribir de
manera autodidacta. La parte central lleva por título Los
libros; aquí transita por los
libros esenciales de su formación como escritor: los Ensayos
de Montaigne,
el Evangelio según San Mateo,
Hojas de Hierba
de Whitman,
La Vida de Goethe
de Lewes,
la poesía de Wordsworth
o las Meditaciones
de Marco Aurelio.
Luego, en la misma sección, Stevenson
explica cómo se gestó su primer libro: La isla del
Tesoro. Después, en los
siguientes capítulos habla con énfasis de Dumas,
Allan Poe
y Julio Verne.
La última parte del libro nos conduce a su universo literario: Los
escritores. Entre estas páginas
las novelas de Victor
Hugo son esbrozadas con
sutileza y admiración; la semblanza que hace del poeta nacional de
Escocia, Robert Burns,
está llena de empatía y generosidad. A lo largo de las reflexiones
expuestas, Stevenson
sigue promoviendo la lectura como aprendizaje y para reforzar su
empeño cita a otros autores fundamentales como Shakespeare,
Scott,
Molière,
al igual que a Thoreau,
que lo hace con encendida devoción.
Stevenson
no se empacha en reiterar la importancia de leer, leer para tener la
cabeza ocupada y siempre lista. No importa copiar y copiar a los
grandes maestros como ejercicio básico para adquirir el propio
estilo. Para el escocés el estilo es la marca indeleble de todo
maestro y la verdad, incluso en literatura, debe revestirse de carne
y hueso, o no conseguirá contar su historia al lector.
Escribir es un libro muy
literario, para leer y acudir a consultar si queremos saber las
entrañas y los secretos de la escritura de algunos de los escritores
admirados por Stevenson.
Estamos ante un libro de largo alcance y consistente, que pertenece a
la categoría de los clásicos y en esa línea, Páginas
de Espuma paga su tributo
con una publicación meritoria y arriesgada. Una edición
extraordinaria y valiosa, gracias a la calidad de los textos y a la
excelente traducción de Amelia
Pérez de Villar.
Escribir
es un ensayo imaginativo, con una prosa expositiva seductora y
complaciente para el lector. Un obsequio impagable para quienes
quieran asomarse al balcón maravilloso de la creación literaria e,
incluso, sentir el vértigo de la excelencia de la escritura, bajo la
tutela de Robert Louis
Stevenson, un escritor
colosal, capaz de transmitir a los demás esa conciencia
profunda de la escritura y su idea personal de la tarea del escritor.
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