lunes, 7 de abril de 2014

La voz de María


La Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, es un filón literario por donde han surgido a lo largo de los siglos apariciones líricas y argumentos narrativos para todos los gustos. Propuestas que siempre han despertado en el lector tibiezas y entusiasmos en la misma proporción, que sirvieron para revisar dogmas inamovibles e inquietantes reinterpretaciones de figuras destacadas, como Jesús y su madre, María. Todas estas historias nacidas de la ficción han servido para ahondar en el mito, para hacerlo aún más enigmático de lo que ya presumían. Sin ir más lejos, el pasado mes de febrero hablábamos en esta bitácora del útimo libro de Ricardo Meléndez Salmón, Niños en el tiempo, donde en un capítulo hermosísimo el escritor asturiano recrea la infancia de Jesús alejándose del plano religioso y mostrándolo como personaje literario y terrenal. Recientemente, hace tan solo unos días, el sello editorial Lumen ha publicado El testamento de María, obra del escritor irlandés Colm Tóibín (Enniscorthy, 1955), un relato que tiene como protagonista a María, la madre de Jesús de Nazaret, para hacerse eco de su sentir humano, recordando desde la ancianidad, aquellos últimos días aciagos de la vida de su hijo.

Tóibín nos presenta a María, ya anciana, que vive en una pequeña casa en Éfeso y que habla sin tapujos, desde el dolor de la pérdida, de algunas cosas inexplicables que tuvieron lugar en el transcurso de los últimos días de la vida de su hijo amado. María toma las riendas del relato con voz desafiante, sin despegarse de las circunstancias históricas de los hechos, con un discurso espontaneo y sincero para romper el silencio que tanto le ahoga. Siente culpa y remordimiento del fatal desenlace de la vida de su hjo. Se lamenta de ello y no deja de hablar como pidiendo otro milagro.

El autor anglosajón construye un monólogo en boca de María, quizá pensado para representarse como pieza teatral, para contarnos todo lo que él ha querido imaginar de lo que esta madre sentiría tras la muerte de su hijo. Incluso, Tóibín va más allá y dibuja a una mujer, de educación judía, denostada por los primeros cristianos, que conocía mejor que nadie la verdad de su hijo y que no está presente en los últimos momentos de su muerte porque teme no poder resistir tanto dolor y tanta pena. María rechaza las instituciones judías, el poder del rabino, pero también se pone en contra de los seguidores de su hijo. De manera que esta madre, en cierta medida pagana, vive sus últimos años recluída en Éfeso, vigilada y mantenida por unos pocos discípulos de su malogrado vástago que la desesperan por tanto fanatismo.


El testamento de María es un libro conmovedor en el que Colm Tóibín refracta una historia que ha sido contada muchas veces, pero que esta vez el relato viene del corazón destrozado de una madre que no acepta el cadalso impuesto a su hijo por el destino de los dioses, como tampoco le reconoce la conversión en predicador de multitudes que le llevó a su aniquilación. Antes de cerrar su monólogo doloroso, María nos confía sus palabras, a la sombra de los dioses, con una sonrisa suplicante, como una heroína de la tragedia griega, rogando que retroceda el tiempo para reparar la traición infrigida al hijo de su sangre.

Tóibín ha escrito un libro hermoso y contenido, con un lenguaje preciso y delicado, que apela al lado más doloroso de la humanidad, que no es otro que el sufrimiento indescriptible de una madre que pone su voz para dar testimonio de la muerte injusta de su hijo.



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