El
impertinente lector que se mete en las entrañas de la novela La
malamemoria, de Isaac Rosa, lo hace, dice el
autor, para boicotear su publicación, pero lo cierto es que
la guerra, la memoria y las víctimas se convierten en un pretexto
narrativo que, en cualquier caso, tienen que estar a la altura de lo
esperado, si no puede ocurrir lo que advertía el escritor sevillano,
que el asunto llame a la insumisión de los lectores.
El
escritor melillense Antonio Rivero Taravillo (1963) afirma que
Los huesos olvidados (Espuela de Plata, 2014) no
es otra novela maldita sobre la Guerra Civil, sino una novela sobre
la memoria y sus consecuencias por el transcurso del tiempo en la que
está presente el exilio, el amor a la libertad e, inevitablemente,
los estragos de la guerra. Taravillo entreteje en este libro
la historia y la ficción para reconstruir la vida de Juan Bosch,
un catalán que creció y se forjó en México donde participó en
múltiples algaradas y revueltas estudiantiles con Octavio Paz,
y que se vio obligado a regresar a España, por las amonestaciones y
persecusiones policiales a que fue sometido, en un momento en que se
vislumbraba el levantamiento militar en la península. Nada más
pisar suelo en Cataluña, se alista en el POUM, partido radical
marxista, y combate en diversas contiendas durante la incipiente
guerra, hasta su desaparición fulminante, que nos recuerda a otra
ocurrida al histórico José Robles en un relato impresionante
contado por Martínez de Pisón en su novela Enterrar a
los muertos, que fue eliminado por orden de la dirección del
Partido Comunista.
En
Los huesos olvidados hay dinstintos personajes, pero el
fundamental para que esta historia tome impulso es el que protagoniza
Encarna Expósito, profesora jubilada que emprende un viaje a
México en busca de datos históricos sobre su padre y logra
entrevistarse con el nobel Octavio Paz, por entonces muy
enfermo, y también con Elena Garro, primera esposa del poeta
mexicano. Y en ese empeño de búsqueda de la verdad del destino
fatídico de su padre, muerto quizá a manos de los mismos de su
bando, según se intuye en el poema que recitó Paz a la
memoria de su amigo en un verso rotundo y sobrecogedor: “Has
muerto entre los tuyos, por los tuyos”, Elena va
rastreando las peripecias de su desgraciado ascendiente a través de
los testimonios que va recopilando. En la novela, los recuerdos de
Paz y su esposa, sobre su amigo común Bosch y su aventura
española, no siempre son coincidentes y en algunos pasajes
recordados se presentan contradictorios.
Narrada
con una amenidad meritoria, Los huesos olvidados es el
arrojo obsesivo de la huérfana de un miliciano republicano y cabal,
empeñada en dar voz a la memoria de su padre y que tiene el propósito
de dar luz a unos hechos silenciados o dormidos en una parte de la
historia reciente. La historia conforme avanza crece en intensidad y
luce con destellos cuando se adentra en los jalones históricos
recreados en la parte final del libro al tiempo que se pierde el rastro de
Juan Bosch, igual que otras desapariciones enigmáticas sucedidas en
Homenaje a Cataluña
de Orwell
en la que el cainismo de los milicianos se sucede en un sinfín de
depuraciones.
Los
huesos olvidados es una
novela conmovedora en la que los hechos históricos contados no
debieron ser muy distintos a la realidad.
Rivero mantiene, sin
artificio, una mirada neutral sobre el escenario que recrea y eso es
destacable y meritorio, especialmente en estos tiempos que corren,
después de una inacabable Transición edulcorante que todavía no ha
enterrado a sus miles de desaparecidos y sigue sin reparar la memoria
colectiva de nuestros muertos.
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