Al
abrir un libro de poesía siempre tengo la sensación de adentrarme
en un mundo simbólico, un mundo de ficción donde lo importante no
es lo que se dice sino el significado de ello. El viaje de la
luz (Renacimiento, 2014) de Antonio Moreno
(Alicante, 1964) reúne una antología de poemas surgidos en los años
comprendidos entre 1990 y 2012 en los que el poeta levantino se
esmera para convencernos de algo, para llevarnos a alguna parte suya
por medio de la hondura luminosa de su sencillez compositiva.
Con
la literatura ocurre lo mismo que con la cocina, y es que la suma de
ingredientes no equivale por fuerza al manjar, una premisa que Moreno
aplica, porque él no confía en los moldes, él sabe que hacer un
buen poema no es más que revelar un misterio.
Antonio
Moreno compone una poesía claramente mediterránea cuyas líneas
expresivas están impregnadas de claridad expositiva y sosegada
luminosidad. El viaje de la luz responde a una poesía
meditativa en formato corto, donde el ritmo del endecasílabo
coquetea con el verso libre y la frase feliz del aforismo lírico: Tu
yo es también un tú, y un él disuelto / en el nosotros de
cualquier persona, / no es espacio ni en tiempos sucesivos/ sino en
el breve fuego de tu ahora (pág. 81); No es la muerte el
misterio; es la vida (pág. 82); La verdad siempre duele. No
la pidas (pág. 87); Vivir es aprender a andar delcalzos, /
yendo con gratitud hacia el misterio (pág. 179)...
En
todo el poemario de esta obra late un diario poético que recoge el
sentir y discurrir del poeta valenciano a base de juntar palabras,
una manera que responde a elevar su experiencia vital en derroche
emotivo y una forma poética que trata de contagiar al lector de su
estado de ánimo, sin remilgos. Moreno quiere contar lo que
siente y, a veces, lo hace callando, como marca el canon poético
trazado por el maestro Jorge Guillén que decía: “Escribir
es el arte de combinar las palabras con los silencios”.
No
puedo dejar de mencionar el prólogo de esta antología que lleva la
firma lúcida de Vicente Gallego, poeta contemplativo y zen,
que destaca la fidelidad para consigo mismo que exhibe Moreno
en su creación poética, construída (cito textualmente) “con la
piedra de la paciencia y con las manos limpias de toda espuria
expectativa... No hay en su poesía destino ni figura, sino entorno y
alrededores que florecen”.
y
sin embargo escribo cada noche.
Decir
es dirigirse a algún lugar,
marchar
a alguna parte, a un destino
al
que uno se encamina con palabras
crecidas,
luminosas como el cielo
de
originaria y blanca luz nocturna.
Mi
meta no es llegar, pues, sino ir
no
sé adónde, cuando se extingue el día...
El
viaje de la luz es un libro
intenso y conmovedor que cayó en mis manos como maná del cielo,
tras coincidir una mañana de agosto, en mi librería habitual, con
José Mateos,
poeta amigo y notable aforista, que me lo recomendó con la
generosidad sentida de su alma lectora. Gracias, Pepín.
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