martes, 16 de septiembre de 2014

La futilidad del ser


Después de catorce años, Milan Kundera (Brno, 1929) regresa al género de la narrativa con la novela La fiesta de la insignificancia (Tusquets, 2014). El escritor checo llega más escéptico que nunca, pero con renovada actitud en lo que siempre fue su sostén: la fe en el humor como estadio emancipador del hombre y como respuesta a las preguntas de siempre.

Ahora, en La fiesta de la insignificancia, treinta años después de la aparición de su emblemática novela, La insoportable levedad del ser (1984), una extraordinaria historia de amor en el ambiente disidente que rodeó la Primavera de Praga, Kundera, más sarcástico si cabe a sus 85 años de edad, continúa con la estela de la historia centroeuropea del siglo XX para ajustar cuentas con el pasado y desmontar la barbarie y el totalitarismo de aquella época negra que le obligó a exilarse en París, allá por el año 1975.

Kundera traza su mirada aguda y otoñal, sin acritud, e invita al lector a reconciliarse con la banalidad del mundo que le rodea. La fiesta de la insignificancia es un canto crepuscular a lo mucho que hay de intrascendencia en nuestras vidas fútiles y que aflora desde sus inicios cuando Alain, uno de los personajes de la novela, reflexiona arrobado y trastornado acerca de las distintas fuentes de seducción femenina. En esta fiesta que propone el maestro checo, cada gesto mínimo inspira una reflexión, como el descubrimiento de Alain sobre la moda de las jovencitas de llevar el ombligo al aire, como matiz distintivo y erótico del momento.

Es deliberado, por parte del autor, cómo la estructura de la novela no está concebida en capítulos, sino en breves secuencias consecutivas, en algunos casos de media página de extensión. Sin duda, Kundera se vale de este procedimiento para postular que la unidad del libro no tiene por qué derivar del argumento, sino que la proporciona el tema: un pequeño tratado de ética del destino que abunda en la maternidad, las relaciones familiares, la sexualidad, el poder, la existencia y la decadencia de la sociedad.

La fiesta de la insignificancia es una fábula moral y estrambótica para estos tiempos de crisis emancipadora. Estamos ante un artefacto, mitad novela y mitad ensayo, entre la introspección y la paradoja, claramente tejida a base de puzzles, que el lector va completando y tratando de resolver a lo largo de las escenas transitadas por el narrador omnisciente y entrometido de la novela, un bromista escarmentado en asuntos filosóficos.

Nada está fuera del alcance literario del escritor checo, que no se apura con la delgadez de su prosa para volar alto, en un vuelo ligero, fácil de leer, pero profundamente comprometido y exigente.

En suma, La fiesta de la insignificancia es una pequeña comedia humana, un divertimento extravagante, lleno de dobles sentidos, que encierra la parábola de la levedad del ser, una oportunidad a descubrir para toda la legión de entusiastas seguidores de este consagrado escritor, un regalo valioso para entender la insignificancia del mundo que nos rodea, en clave de sabiduría y buen humor.


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