No
me cabe la menor duda que el periodismo de Juan Villoro
(Ciudad de Méxivo, 1956) está trenzado bajo el manto de la novela,
del cuento y del relato, no solo para extraer la condición subjetiva
del narrador, sino también para relatar en el formato de la crónica
periodística los misterios de la vida, esos sucesos cotidianos que
nos dejan mayormente perplejos. Quizás por eso, esta manera de
ejercer el periodismo narrativo, poniendo los recursos de la ficción
al servicio de la historia, haya dado en el continente americano una
nómina extensa de esa clase de escritores como García Márquez,
Rodolfo Walsh, Jorge Ibargüengoitia, Martín
Caparrós o Leila Guerriero que ponen en su pluma la magia
literaria de contar un hecho extravagante como si se tratara de un
suceso único. Si uno es periodista narrativo, como Villoro,
no busca acomodar los hechos según convenga, ni añade piezas al
reportaje para que el suceso sea efectista; el escritor cronista se
empeña solo en persuadir al lector por medio de la gente real, sin
inventar nombres, en un contexto verídico, sin engaño.
¿Hay
vida en la Tierra? (Anagrama, 2014) es una
recopilación de cien relatos que resume los casi veinte años de
reportajes periodísticos y crónicas del día a día que el mexicano
fue publicando en distintos diarios y revistas. Villoro no
pretende inventar, ni alejarse de la realidad, ni mucho menos contar
cuentos, sino abordar los asuntos que pasan en la vida, como ese rumor
de fondo en el que la experiencia de acometer la existencia cotidiana
desvela suficientes hechos menudos que se convierten en
extraordinarios cuando se trasladan a la columna periodística.
Conforme te adentras en las piezas, hay una especie de conjetura que
transita por cada fragmento e invita al lector a percatarse de que lo
que propone Villoro es no fijarse tanto en la historia
narrada, sino en los vientos que la empujan, porque para analizar una
época hay que examinar e indagar cómo se relaciona la gente en su
vida cotidiana, cómo esas circunstancias mínimas y fugaces las
determinan.
Algo
tuvo que ocurrir en la vida de un hombre que quiso ser médico y acabó terminando sociología, para quedar atrapado en la literatura. El
suceso definitivo, que no accidente, ocurrió cuando el mexicano
asistió a un taller literario dirigido por el maestro Augusto
Monterroso. Aquí se inició la otra vida de Villoro, una
tarea ininterrumpida hasta la fecha dedicada a las letras. En 2004
obtuvo el Premio Herralde de Novela por su obra El
testigo.
¿Hay
vida en la Tierra? Es un libro fragmentario con un título
cargado de ironía, un texto con un centenar de realidades contadas
bajo la mirada atenta de un cronista que indaga en los hechos
cotidianos, en su doble condición de periodista y escritor. Se
cuentan historias extraídas de la vida real y costumbres de México y
su Distrito Federal, un escenario inabarcable y desbordante,
hervidero de acontecimientos extraños y personajes estrafalarios de
todo tipo, sea un taxista extraviado, un peluquero aprehensivo o una
bella escritora albanesa.
Con
este libro, que fluye como el río de la vida, con sus malentendidos
y sorpresas, Juan Villoro sigue la estela de Ibargüengoitia
en el que se reconoce como periodista de lo insólito, maestro de la
pericia del reportaje y la crónica, para mostrarnos el presente
inagotable que se repite con sus misterios. La sensación que deja la
lectura de estas historias y anécdotas, sobradas de humor y sarcasmo, es que la literatura se muestra como una pequeña ventanilla de
quejas de nuestras propias miserias. Villoro, ciertamente,
ejerce de demandante de una manera crítica para reconciliarnos con
la realidad incómoda en la que todos estamos inmersos.
En
suma, ¿Hay vida en la Tierra? es un texto luminoso que
aglutina la vida, las amistades y las relaciones sociales, donde no
faltan incomprensiones, ni sobran contradicciones, un catálogo que
constata que la literatura es una terapia apropiada para sobrellevar
nuestras adversidades.
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