No
es nada baladí afirmar que para publicar cuatro libros, en poco más
de tres años, encerrada en casa y pasando mucho tiempo a solas
escribiendo, como una condenada a galeras y, encima, con la belleza y
juventud insultante de tener tan solo veintiseís años, hay que ser,
sobre todo, una escritora aplicada y apasionada de las letras. Jenn
Díaz (Barcelona, 1988) es una de las promesas con más
proyección literaria del panorama español de jóvenes autores que
comienza a tener mayor presencia entre ese sector de público
comprometido con la buena literatura.
En
Mujer sin hijo (Jot Down Books, 2013), Díaz
irrumpe con una novela urbana, en un escenario nada deseable, en el
que se cuenta la vida de tres mujeres oprimidas, como tantas otras,
por un estado que apura a la población a tener descendientes.
Después de un conflicto bélico, son las mujeres las alistadas al
servicio obligatorio de repoblar el país diezmado por los estragos
de la guerra. Hay un problema demográfico que hay que solventar por
decreto. En esta sociedad distópica, las tres jóvenes, vinculadas
por un mismo destino, se enfrentarán de diferentes maneras a esa
determinación que el orden establecido ha decidido por ellas de
tener que ser madres. Cada una afrontará la maternidad con criterios
divergentes. Esta transformación en futura mamá, derivará en el
meollo de la trama y las voces de sus protagonistas, dispuestas a
llegar más allá del miedo, acompañaran al lector a transitar con
ellas por las incertidumbres que se avecinan en sus vidas. Para
Rita, Julia y Mónica, ser madre supondrá una
opción, una negación, un destino o un deseo frustrado, porque
cuando una mujer decide convertirse en madre deja de ser parte de lo
que era hasta entonces.
La
historia que nos cuenta Jenn Díaz corresponde a mujeres que luchan contra la sociedad y el hombre que las hostigan y las
predestinan, sin tener en cuenta sus voluntades, hasta el punto de
estigmatizarlas y condenarlas, en caso de oponerse al plan de
repoblación nacional. La maternidad es una opción lógica como
la no maternidad –se oye en una reunión clandestina de
mujeres–, y que solo hace falta escucharse a una misma y tomar
la decisión al margen de la sociedad. Preguntarse: ¿de verdad
quiero ser madre? (pág. 134). Mujeres sin hijo es
una novela coral que plantea una posición política sobre la
maternidad obligada y reivindica el derecho inequívoco y soberano de
la mujer a decidir su embarazo, su destino como madre. Rita
abandona a su marido porque no quiere tener hijos, pasando al grado
de proscrita. Julia paga con la muerte el nacimiento de su
hijo en un parto de alto riesgo. Y Mónica, una joven madre,
incapaz de sobreponerse a la pérdida de su hijo pequeño, se
desquicia ante su infortunio.
Jenn
Díaz empeña su narración en una labor de situar la novela en
la realidad, no solo rebelándose contra la impostura de someter la
maternidad de la mujer a los designios y poder del estado, sino
también postulando la importancia que tiene un hijo en la vida y
destino de una mujer. Lo más importante que deja ver la joven
escritora catalana en las tres partes de su libro es la posición que
toman sus personajes en ese marco orquestado, cómo gestionan sus
fobias, sus decisiones y sus fracasos. Pero si hay un trasunto en
Mujer sin hijo que verdaderamente hace reflexionar es
el significado de los lazos familiares, de los conflictos que surgen
en el seno de dichas familias, de lo que cuesta desligarse de esos
lazos.
A
Jenn Díaz le gusta definirse como una escritora y lectora que
busca en los libros una identificación literaria alejada de
cercanías históricas y vivencias compartidas. Su escritura no
pertenece a ninguna generación. Le interesan más el intimismo y los
acontecimientos cotidianos para profundizar en lo social. Aquí, en
esta entrega narrativa, una novela incrustada en un mundo inventado,
donde la mujer retrocede como ser individual, está parte de su
universo literario, ese en el que lo importante no es el escenario de
la trama, ni el paisaje, sino el estado mental de los personajes, sus
decepciones y las expectativas que tienen que afrontar.
Mujer
sin hijo es un libro intenso, intimista, de prosa ágil y
ritmo galopante, con un final contradictorio respecto al título, que
no empaña su conjunto, escrito con sobriedad y talento por una de
las voces literarias más en alza y que va a seguir dando sorpresas a
propios y extraños.
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