La
vida es nada, o poco menos, una derivada del azar, un trayecto
incierto, una expectativa o una decepción. El viaje a pie de
Johann Sebastian, editado
por el sello granate de Periférica
en octubre del año pasado, es una novela donde los fantasmas
familiares salen a escena y en donde el narrador se erige con su voz
para dar sentido a esa búsqueda de dignidad que pueda haber en todos
y cada uno de los integrantes de una familia en descomposición.
Carlos Pardo (Madrid, 1975), autor y narrador de este libro,
poeta y novelista en la frontera de los cuarenta años, traza un
relato sentimental de los suyos, que se nutre del pasado pero que se
retrata, con acento mordaz, en el presente, lastrado por la crisis
social que, de paso, arrolla a su familia.
La
trama de El viaje a pie de Johann Sebastian pone al
lector frente a un matrimonio de clase media, divorciados, mayores y
enfermos que requieren la atención de sus cinco hijos y, a partir de
aquí, se desarrolla la novela. Los puntos de fuga, los intentos de
huída del narrador y el resto de los personajes, sus hermanos,
respecto a sus circunstancias personales y a los lazos de su padres
pondrán el acento en esa ruptura familiar. Pardo nos presenta
su artefacto autobiográfico en siete secciones, una de las cuales da
título a la novela, narrada en primera persona, menos la que cuenta,
a mitad del libro, las andanzas del joven Bach que, con solo veinte
años, emprende un viaje a pie desde Arnstadt a Lübeck para suceder
al organista Buxtehude, su maestro y mentor. Una aventura de 350
kilometros, planificada para tres semanas, que durará tres meses con
un final sorprendente. Este requiebro narrativo pone un contrapunto
intencionado al resto de secuencias que conforman la novela. El autor
quiere que esta dislocación se perciba por el lector claramente,
como punto de inflexión determinante de que las piezas que
configuran El viaje a pie... aparezcan
separadas como símbolo notorio de lo que acontence en las propias
vidas de los protagonistas que transitan por la novela.
Carlos
Pardo ha escrito una novela de formación con personajes reales, un relato que plasma, en poco más de doscientas
páginas, la crudeza de sus vidas y la desintegración de una familia, sin rencor ni ajustes de
cuentas, con la honestidad, dentro del propio ejercicio de ficción,
de ir más allá, persiguiendo narrar lo que sucede en tantas otras
familias, en circunstancias calcadas a la suya. Podríamos deducir de la lectura de este libro que es una novela
generacional, si convenimos que lo más íntimo se convierte en lo más
universal. El escritor, en definitiva, disecciona a su familia para
desmenuzar la decadencia social de ese mito de la clase media de ser
distinto y original para alcanzar el éxito social, un modelo de
hacerse a sí mismo como sujeto diferenciador que, en verdad, lo que ha
propiciado es desencanto. Hay, por todo ello, una cierta mirada
comprensiva por parte del narrador hacia el desarraigo de todos los
personajes, inmersos en uno mayor y colectivo: la fractura entre el
individuo y la comunidad.
El
viaje a pie... es una novela de corte político, desde la voz
del narrador, desde la propia lectura, más que de los presupuestos
ideológicos de los personajes. La obra entremezcla la vida, que
siempre es azarosa, la condición humana y las circunstancias
históricas que son tan determinantes para la mayoría de las
familias y cada uno de sus miembros. Un libro que tiene como
escenario lo más próximo del individuo, el entorno familiar y cuenta
el desamparo sobrevenido por la pérdida de sus lazos identitarios.
Carlos
Pardo ha escrito una autobiografía novelada con carácter
propio, un relato no lineal, entrecortado por otros relatos que
interfieren y se unen a la memoria del narrador, un libro diferente y
vivo que tiene resonancias musicales de fugas y contrapuntos como la
misma vida de sus intérpretes. El viaje a pie... no es
una novela facilona para todos los públicos. Su construcción,
digresiones, la manera de narrar un pasado propio e íntimo, la historia ficcionada de Bach, el diario de una madre
apenada, la intencionalidad del autor de no amañar su autobiografía,
requieren de un lector crítico y reflexivo que no escape indemne de
esta metáfora narrativa.
Si
algo caracteriza la lectura de este libro son los sentimientos que
subyacen en la narración de esta historia familiar que viene a decir
que: vivir no es más que acostumbrarse a perder y asumir que lo que
nos ocurre en la familia y en la vida nos moldea, pero lo que nos
define, en verdad, son nuestras decisiones individuales y colectivas.
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