lunes, 2 de febrero de 2015

Somos ficciones


Cada noche, cuando nos dormimos, dejamos que se apague, sin titubear, nuestra conciencia y permitimos que vuelva cada mañana cuando suena el despertador. En cuestión de unos segundos recuperamos nuestros dominios mentales y volvemos a dar sentido a nuestra existencia. Con frecuencia, nos recuerda el profesor Antonio Damasio en su libro Y el cerebro creó al hombre (2010), olvidamos que sabemos que existimos y que pensamos, y es la conciencia la que nos permite sentir la experiencia conectada a nuestra subjetividad. A Jorge Volpi (México, 1968) las ideas del neurocientífico portugués y la de otros muchos, como Freud, Nietzsche, Oliver Sacks y Douglas Hosfstadter le animaron a escribir Leer la mente (Alfaguara, 2011), un libro curioso e interesante que lleva implícito, además, un sugerente subtítulo: El cerebro y el arte de la ficción.

Volpi, consumado escritor de relatos y novelas, viene a desarrollar en este ensayo la importancia de la ficción, de la literatura, en la aventura de vivir, hasta el punto de ver esta tarea indispensable para la supervivencia. Para el escritor mexicano, el contador de historias tiene en sus manos los argumentos para que el lector acepte sus inventos, sus imposturas, siempre que lo mantenga en vilo y le ofrezca vivir experiencias emocionantes. Caso contrario, el pacto salta por los aires y concluye con el mismo desaliento que nos embarga al despertar fortuitamente de un sueño. Leer la mente es un libro que se forja en planteamientos científicos para despertar la conciencia del lector y encauzarlo a un terreno más prosaico. El autor de En busca de Klingsor examina las teorías y análisis científicos para establecer su argumentación y aterrizar en la literatura, una fuente histórica indiscutible para analizar la evolución del hombre gracias a los mecanismos existentes de la creación artística con el cerebro, el órgano de ficción por excelencia.

Volpi considera que la historia del hombre pone en evidencia que una de las funciones del arte, y especialmente el arte de la ficción, es la interpretación de ese alma creadora en el mundo. La naturaleza inventiva del ser humano y su condición social determina que su comportamiento, a veces asuma el papel de espectador y, en otras ocasiones, de actor. Me gusta cuando el mexicano subraya en una de sus frases más felices que los humanos somos rehenes de la ficción. Y es que vivir otras vidas contadas no es solo un juego, sino una posibilidad de ensanchar la idea que tenemos de nosotros mismos. Por eso, Volpi insiste en que la novela y el cuento son géneros que nos conducen poderosamente a indagar y a penetrar en las conciencias ajenas, de manera directa y espontánea. Igualmente, abunda y sostiene que quien lee relatos y novelas tiene más posibilidades de comprender mejor el mundo, de entenderse con los demás y de comprenderse a sí mismo, que quien no lee. La lectura se convierte en una de las herramientas más poderosas de aprender acerca de la condición humana. La ficciones serán simulacros de la realidad, como refleja el libro, pero son las que nos permiten sostener y concebir las ideas generadoras sobre nosotros y el mundo que nos rodea.

Leer la mente es todo un ejercicio bien labrado que conexiona ciencia y literatura para tratar de acercar al lector a uno de los avances más recientes e importantes en el estudio del cerebro, cómo se relaciona con la ficción en general y con la literatura en particular.

Decía Einstein que la imaginación es más importante que el conocimiento, porque el conocimiento es limitado, en cambio la imaginación abarca el mundo. Jorge Volpi explota, a mi juicio, esta idea del físico alemán en el libro que ha escrito, un texto jugoso y apasionante que concita tener más en cuenta ese entramado complejo que encierra la mente y su relación con la ficción. Al fin y al cabo somos ficciones y cada uno lleva consigo su propia novela en marcha.


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