En
una entrevista reciente, Fernando Aramburu (San Sebastián,
1959) subraya que Las letras entornadas (Tusquets,
2015) es un libro tranquilo. Ante esta afirmación, un tanto
sorprendente, uno cree que el escritor vasco lo dice desde la
serenidad y el recogimiento, o quizá induce a pensar que el lector
ha de acercarse a su obra con determinada actitud. Lo cierto es que,
conforme avanzas en la lectura, sientes y piensas que su libro invita
a llevar un ritmo lento y sosegado, como no podría ser de otra
manera cuando se trata de un texto que traza la trayectoria literaria
de su autor, sus preferencias y lecturas importantes.
En
sus andanzas literarias anteriores, desde Fuegos con limón
(1996) hasta Años lentos (2012), Aramburu ha
ido destilando recuerdos y experiencias bastantes ilustrativas que
reflejan su universo personal relacionado con los libros. Con su nueva
propuesta, el escritor donostiarra rinde homenaje a la literatura
como tesoro infinito de vivencias al alcance de nuestro libre
albedrío. Las letras entornadas, aunque tiene una
estructura narrativa, más que una novela es una colección de
reflexiones, artículos y evocaciones literarias que apuntan y
desmenuzan obras concretas, así como distintas consideraciones
artísticas sobre escritores de diferentes épocas, todo ello
enmarcado en un escenario íntimo, de conversación sosegada con otro
interlocutor, que el narrador Aramburu
llama El Viejo, poseedor de
un buen número de botellas de vino selecto, dispuesto para amenizar
las charlas de la tarde de cada jueves. En esas horas de
dispendio, surgen listas de gustos literarios y lecturas redivivas.
Aparecen la influencia vital del Lazarillo, la
complicidad del Quijote o la interferencia ideológica
de El hombre rebelde, de Camus,
que vino a marcar un punto de inflexión en el futuro del escritor vasco, coincidiendo con su traslado a Alemania. En estos
primeros capítulos, hasta completar los 32 que configuran el texto,
Aramburu va desgranando su infancia y sus vivencias en un
barrio humilde de San Sebastián, sus peripecias y anécdotas de
juventud para evocar un tiempo pasado y extraer respuestas y
preguntas, no sólo a su actividad lectora, sino a sus vínculos
culturales con las letras y a su participación en la fundación del
Grupo CLOC de Arte y Desarte, una incursión humorística, con guiños
surrealistas, que duró tres años, hasta llegar poco a poco a la
decisión de emprender su vocación literaria y embarcarse definitivamente en la
escritura.
En
todo este relato autobiográfico del autor de Ávidas
pretensiones (2014) hay un derroche de cercanía y propensión
al disfrute sereno, así como un reconocimiento a la obra de tantos
otros grandes escritores, como Thomas Mann, Dostoievski,
Flaubert, Aleixandre. Tampoco faltan páginas para exponer
sus preferencias como lector y crítico sobre autores españoles
actuales: Ramiro Pinilla, Giralt Torrente, Juan
Gracia Armendáriz o Pilar Adón, a los que dedica elogios encendidos.
Las
letras entornadas es el mapa desplegado de un escritor que
viene a mostrarnos la andadura literaria de una época, de un tiempo
suyo provisto de reflexiones y matices, pero con la convicción de
que los libros son el espacio donde el deseo puede todavía seguir
conspirando con optimismo, hasta cumplir el sueño de hacerse
realidad.
El
libro de Fernando Aramburu atesora agudeza y un río de buenas
recomendaciones literarias. Las letras entornadas posee la acompasada elaboración de un buen vino con los necesarios
cuidados para su cata, un maridaje literario que incita a probarlo.
Yo lo he hecho y la experiencia me ha sido grata y apasionante.
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