La
contracubierta de Estrómboli
(Impedimenta, 2016), el último libro de cuentos de Jon
Bilbao (Ribadesella, 1972),
termina diciendo que “el autor vuelve a demostrar su extraordinario
pulso para desvelar lo perturbador que se oculta tras las historias
más cotidianas”. Ese es el ámbito propio por donde suelen
transitar los personajes creados por el escritor asturiano, cuyas
vidas están marcadas por los miedos, las inseguridades y las
insatisfacciones que se van propiciando por los distintos derroteros
tomados por sus protagonistas: seres sometidos, casi siempre, a algún
tipo de peligro o amenaza.
La
fragilidad mostrada de estos personajes y su posterior debilitamiento, siempre
latente en la narración, no impiden, a su vez, que sus vidas estén
en procesos de cambio y vayan de un lado a otro. Lo que sucede en
muchos de los ocho relatos reunidos aquí es que, además, hay un
motivo fundamental en sus personajes que no es otro que el de superar sus conflictos internos, sus miedos y las insatisfacciones que arrastran. De hecho, las historias contienen elementos de lo
más diverso, en las que el lector percibe ese ambiente perturbador
por donde transitan los personajes. En el primer relato, Crónica
distanciada de mi último verano,
una pareja de jóvenes se ve acosada por una banda de motoristas en
Reno, hasta el punto de derivar en una persecución con consecuencias
impredecibles para su protagonista, quien no podrá evitar que todo
vaya a peor. En el siguiente, El
peso de tu hijo en oro,
dos entusiastas buscadores de oro protagonizan los momentos terribles
de un accidente fortuito en plena montaña que pondrá a prueba su
amistad; se trata de un relato potente y estremecedor donde el peso
de la culpa llega a atormentar y a desquiciar sin remedio a un padre
descorazonado. La tercera historia del libro, Siempre
hay algo peor, tiene
como escenario la ciudad de San Francisco, y es uno de los relatos
más extensos del libro. En esta historia, un tipo corriente se mete
en unos problemas que le conducirán a una deriva llena de suspense e
incertidumbre con un desenlace que dejará perplejo al lector, aderezado además con cierto halo de melancolía. En el ecuador del
libro sobresale también el relato de Una
boda en invierno, una
historia coral e hilarante en la que diversos narradores se alternan
para contar los entresijos de una celebración en la que el sexo y las
acciones imprevisibles, no exentas de comportamientos extraños, se
suceden entre algunos de los invitados.
Estos
cuatro relatos, más el que cierra y pone título al libro, conforman
lo mejor de la obra. Bilbao
vuelve al cuento largo, en esa extensión en la que el escritor asturiano
se siente muy a gusto. No hay ningún relato en Estrómboli
donde el diálogo no esté presente y tenga su papel determinante. El
autor quiere que el lector pise tierra firme, y para ello necesita que
sus personajes actúen y hablen para darse a conocer por medio de sus
propias palabras. En esa distancia de entre treinta y cuarenta páginas que
tanto le gusta, un tramo que todavía no alcanza a lo que se conoce
como nouvelle,
hay espacio, según él, para construir una trama más compleja y
para crear una atmósfera en la que los personajes desarrollen más
sus acciones y sus propósitos. En la entrevista que le hizo Miguel
Ángel Muñoz, en La
familia del aire (2011), un
ensayo amplio e interesantísimo sobre los autores más
representativos del cuento actual español, ya abundaba sobre la
particularidad de su estilo, concretándolo como sigue: “Me limito a
seguir los pasos de los personajes, describir los lugares por los que
pasan, mostrar lo que hacen y reproducir lo que dicen, y eso puede
producir una impresión de narración cinematográfica”.
No
parece extraño que mucho de lo que transcurre por su universo
literario tenga reminiscencias de escritores americanos, llámense
John Cheever, Raymond
Carver, Tobias Wolff,
David Foster
Wallace..., u otras
provenientes del celuloide, del cual es un gran aficionado. Sin tener
que acudir a otros ejemplos, el relato que cierra la colección del
libro, Estrómboli,
es una buena muestra de esa consonancia con el cine. En esta
narración se
habla de esa costumbre de esconderse, de creer que huyendo uno se
salvará de sus fantasmas y de su pasado, algo bien parecido a lo que
ocurre en la película homónima italiana Stromboli.
Jon
Bilbao
firma un buen libro de relatos que prueba su acreditada voz narrativa
y muestra lo mejor que tienen sus cuentos, que no es más que la
impresión que causa al lector, además de la intencionada desazón e
inquietud patente en sus historias, de que algo se le escamoteó a pesar de
todo lo dicho y eso es, precisamente, lo que les confiere su misterio
y, cómo no, su belleza.
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