El
verdadero periodismo narrativo es un oficio modesto, nos advierte la
escritora y periodista argentina Leila Guerriero,
hecho por alguien lo suficientemente humilde como para saber la
dificultad que supone entender el mundo que habitamos, lo
suficientemente porfiado como para insistir en su intento, y lo
suficientemente aguerrido como para creer que su empeño le
interesará a todos.
La
historia contada en El campeón ha vuelto
(Duomo Ediciones, 2016), el nuevo libro de J.R. Moehringer
(Nueva York, 1964), bajo la traducción de Juanjo Estrella, confirma no solo que un buen periodista narrativo
ha de ser un gran arquitecto de la prosa que maneja, sino que, sobre
todo, tiene algo extraordinario que revelarnos.
En
1997, Los Ángeles Times
Magazine, la revista
donde trabajaba Moehringer
le encomendó un reportaje sobre Bob Satterfield,
un boxeador de la categoría de pesos pesados que peleó entre 1945 y
1957, uno de los mejores noqueadores de todos los tiempos, al que se
le había perdido el rastro y nada se sabía sobre su particular
existencia. Tenía así, sobre la mesa de su oficina, la posibilidad
de realizar un buen trabajo de investigación periodística y aspirar
a contar una buena historia para todo el mundo, una oportunidad que,
de ninguna de las maneras, iba a dejar escapar.
Desde
el primer momento, Moehringer
supo que lo que iba a contar sería bien distinto a lo que le
encargaron, sería la historia que él querría contar, se le iría
el alma en ello, máxime cuando estaba convencido de que la historia
de un boxeador apela, como subraya en el prólogo del libro, a la
creencia de que la vida es igualmente una pelea sangrienta y
descarnada. La suya, como escritor, también lo iba a ser.
Las
pesquisas del reportero le llevarían a conocer a un ser
estrafalario en un albergue que dice ser El
Campeón, que
estuvo a punto de convertirse en alguien importante en el mundo del
cuadrilátero, y que combatió con nombres míticos como Rocky
Marciano
o Jake LaMotta.
Con él mantiene diversos encuentros y no tiene duda de que es el
personaje que está buscando, a pesar de que le soplen desde la
redacción de la revista que podría no serlo, y a pesar de que él
mismo percibe en esas conversaciones que uno de los elementos básicos
de la trama del boxeo es la mentira y esa arrogancia que se da,
irremisiblemente, fuera del ring.
El campeón ha
vuelto es una crónica
novelada intensa sobre el misterio que envuelve a todo hombre,
incluso a los impostores. La vida, como decía Joyce Carol
Oates en Del boxeo
(1987), es una metáfora del boxeo, golpes errados, golpes recibidos
y propiciados al adversario, para darte cuenta más tarde de que el
verdadero adversario es uno mismo. La vida es como el boxeo, nos
exhorta a luchar y, viendo cómo lo hacen los púgiles en el
cuadrilátero, aprendemos a atisbar lo duro que es encajar sus
golpes.
J.R. Moehringer
firma una estupenda novela corta de no ficción, que examina las
condiciones de lucha que conlleva toda existencia, como la de Bob
Satterfield, el personaje de
esta historia, un boxeador curtido en victorias y derrotas, dispuesto
a luchar en la estrechez de sus días y a encajar los suficientes e
inesperados golpes de la vida, para seguir aguantando el tipo, para
no caer ahora en el asfalto por donde deambula.
Leer
un libro como este, tan conciso, conmovedor y fascinante, que va más
allá del ring e indaga en lo que hay de verdad y de impostura en la
vida, de arrojo y fragilidad, proporciona ese efecto tan propio y
exclusivo de la buena literatura como es el dar a nuestra fatigada
inteligencia una experiencia personal gozosa y perdurable en el
tiempo.
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