lunes, 8 de agosto de 2016

Huellas de una vida

Los bares y cantinas tienen un cierto cliché relacionado con la bohemia y la tertulia literaria. Ocurre con frecuencia que en esos cafés, tabernas o chiringuitos pegados al mar surgen poemas, historias y artículos endémicos contagiados por la influencia de su atmósfera. Pocos poetas, escritores y columnistas esquivan o deploran el magnetismo creativo que irradian estos locales complacientes, y también, sórdidos. La barra de un bar tiene un innegable poder de persuasión y convocatoria para hablar y contar historias, a veces sobrias, otras más turbias, a golpe de cervezas y copas de vino, tanto entre literatos como entre lugareños y amigos de toda la vida, convertidos en narradores ocasionales.

La realidad, como no se cansaba de recordarnos Nabokov, es la única palabra que no quiere decir nada si no va entrecomillada. Juan Tallón (Vilardevós, 1975), periodista, escritor y colaborador de El País, Jot Down, El Progreso y la Cadena Ser, conoce bien este aserto del novelista ruso-americano y sabe que en literatura, además, como en otras facetas de la vida, no conviene disponer de plan previsto. Seguramente los textos reunidos en Mientras haya bares (2016) tal vez no se concibieran para convertirse en un libro, sino para lo que fueron escritos en su momento, es decir, para ocupar su hueco en la columna habilitada de los periódicos condenados irremisiblemente a pasar al olvido. Sin embargo, el sello Círculo de Tiza rescata, para gozo de sus lectores, gran parte de sus mejores piezas, las que el escritor gallego firmó por distintos medios de comunicación, mediante una selección minuciosa, bien armada, y que ofrece un corolario completo de la prosa, fragmentaria y atenta al detalle, por donde transitan la literatura, el cine, la música y desde el paradero de muchos bares como refugio y, a su vez, como excusa desde donde contar la realidad.

Para Tallón, el bar reúne unas condiciones excepcionales para la experiencia literaria. El bar es ese rincón vital, ese espacio libresco que encarna toda una educación sentimental a lo largo de buena parte de nuestras ajetreadas vidas. Las entradas y, cómo no, las salidas de los bares –subraya en una entrevista– conforman parte del relato de nuestras vidas. Cada una de las piezas de este libro aglutina vivencias, lecturas y anécdotas insólitas, pero, sobre todo, por aquí desfilan muchas voces y figuras literarias como Fogwill, Borges, Fante, Kipling, Renard, Faulkner, Cheveer, Hemingway, Ribeyro, Fleur Jaeggy, Cortazar, Vila-Matas o su paisano Julio Camba, entre una lista inabarcable.

Mientras haya bares es un libro que aglutina vida y literatura a raudales. No hay ocasión desaprovechada en sus páginas para que aparezcan citas y más citas. Muchas de las piezas están armadas sobre frases conocidas y párrafos de novelas de autores célebres. Los libros que lee Tallón son fuente de sus columnas e impulso para el artículo. Sostiene que cuando un libro es bueno, te da algo y te obliga a parar en su lectura y a reflexionar continuamente. Después vendrá la necesidad de plasmar en la hoja su evocación ya transformada en experiencia lectora.

La literatura es el cómo –concluye el autor– y cuando uno no puede ser alguien mejor escribiendo, quizás baste conformarse con ser uno mismo antes de caer por debajo, como aquellos otros que no escriben como nadie, ni siquiera como ellos”.

Sospecho, como da a entender el propio escritor orensano, que es imposible cuantificar qué parte de la voz narrativa de una obra es deudora de otro escritor, pero si podemos convenir con él que todo escritor le debe algo a todos los que leyó con devoción y empeño.

El lector precavido que se embarque en este trayecto literario se irá liberando, a las primeras de cambio, de cualquier presentimiento molesto de haberse adentrado en las tierras movedizas que suelen esparcirse por este prototipo literario representado por el artículo periodístico, la crónica y el reportaje, y comprobará con satisfacción que cuando un libro es bueno, como es este que firma Tallón, no pasa en vano por sus manos, sin importarle algún que otro tropiezo o reiteración.

A los que les interesen los libros que se sitúan en la frontera entre distintos géneros, Mientras haya bares es una buena ocasión para experimentar que la buena literatura se nutre inevitablemente de literatura.


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