No
cabe duda de que escribir un buen libro de poesía es una tarea dura
y exigente. Conseguirlo es una dicha indescriptible para el artista,
y un placer incomparable para el lector. No existe ningún objeto
acabado más bello que un buen poema, ni existe, tampoco, nada más
difícil de olvidar y que viva tanto tiempo en el recuerdo. Gran
parte de los malos poemas que malviven se han escrito en nombre de la
sinceridad, de la belleza y de los buenos sentimientos, como si eso
por sí mismo bastara. La eficacia del poeta se encuentra en aquello
que nos explica, aquello que no sabíamos y que cuando volvemos a
mirar ya no parece lo mismo que antes, sino algo más completo e
iluminado, incluso cuando el poema infiere sobre nosotros mismos.
Itziar Mínguez Arnáiz
(Baracaldo, 1972), escritora, guionista de televisión y licenciada
en derecho, abandonó la toga para hacer lo que quería: justicia
poética, razón válida y suficiente para poder contar la
particularidad de sus historias, una tarea incesante y contenida, que
ha ido desparramando durante dos lustros. Su voz, la de una letrada
letraherida, artífice en extraer esquirlas de lo cotidiano, sin
necesidad de gritar, ni desparramarse en alambicados alardes de
virtuosismo, propone una manera de estar en el mundo, atenta a todo,
sensible a todo y, en especial, a los lectores que no somos expertos
en la formalidad ni en los recursos del género, pero ávidos de
descubrir la realidad poética que destilan las pequeñas cosas que
nos rodean.
Después
de una década productiva escribiendo poemas, iniciada con la
publicación de La vida me persigue
(Renacimiento, 2006), galardonada con el Premio
Surcos de Poesía, un
diario poético demoledor en el que su protagonista, un hombre
abatido, resuelve dejar de dar cuerda al reloj de su vida poniendo
fin a su existencia, vendrán también otros poemarios como, Cara
o Cruz (Huacanamo, 2009),
una historia inacabada expuesta al aciago destino de un narrador
aturdido o Cambio de Rasante
(Baile del Sol, 2015), un libro hermoso y reflexivo, germinado desde
los instantes efímeros de los días y las horas que ocupan los
tramos de toda vía existencial por donde, inevitablemente,
aparecerán otros perfiles que sortear.
Su
último libro, Que viene el lobo
(La Isla de Siltolá, 2016), llega con el estreno de otro
reconocimiento, el I
Premio de Poesía Nicanor Parra,
un salvoconducto que acrecienta la trayectoria de su poesía. En esta
ocasión, la poeta vizcaína reúne cincuenta poemas breves e
intensos por donde transita su visión poética de las cosas
cotidianas y su manera de concebir la estructura de sus poemas, sin
puntuaciones, dispuestos para que el lector los entone con sus
propios puntos y comas. El ritmo le viene dado por los huecos bien
marcados de sus estrofas. Todo parece minúsculo, pero intenso. Los
silencios también hablan. Itziar
es una poeta fácil, pero exigente. Fácil, porque es capaz de
describir la complejidad con palabras sencillas, esas que usamos
todos los días:
Has llegado tarde
a todo lo que importa
y todo lo que importa
ha llegado tarde a ti
Exigente, porque sabe cómo infiltrar esas palabras justas y medidas en la conciencia del lector, cómo arrastrarle a la pesadumbre, a la duda razonable de interpretar los tiempos y contratiempos que se precipitan:
Si no sabes cómo llegar
pregunta
si no sabes qué preguntar
estás perdido
La poesía de Itziar Mínguez es pura y desnuda, desprovista de retórica, íntegra y emocionante. El lector de sus libros penetra en un mundo coherente, sin estridencias y singularizado, en el que se respira una manera de observar, vivir y contar las cosas comunes a todos.
Cuando uno llega invitado por el azar de los días a leer un libro como este, de una de las poetas más reconocidas y atinadas del panorama literario actual del país, descubre, para asombro propio, que la poesía puede situarse en el punto de cruce y conexión que hay entre la experiencia del autor y la del resto de los mortales que viven la misma historia, aunque no sean consciente de ello. Dichoso de quien vaya a su encuentro para comprobarlo y solazarse.
Has llegado tarde
a todo lo que importa
y todo lo que importa
ha llegado tarde a ti
Exigente, porque sabe cómo infiltrar esas palabras justas y medidas en la conciencia del lector, cómo arrastrarle a la pesadumbre, a la duda razonable de interpretar los tiempos y contratiempos que se precipitan:
Si no sabes cómo llegar
pregunta
si no sabes qué preguntar
estás perdido
La poesía de Itziar Mínguez es pura y desnuda, desprovista de retórica, íntegra y emocionante. El lector de sus libros penetra en un mundo coherente, sin estridencias y singularizado, en el que se respira una manera de observar, vivir y contar las cosas comunes a todos.
Cuando uno llega invitado por el azar de los días a leer un libro como este, de una de las poetas más reconocidas y atinadas del panorama literario actual del país, descubre, para asombro propio, que la poesía puede situarse en el punto de cruce y conexión que hay entre la experiencia del autor y la del resto de los mortales que viven la misma historia, aunque no sean consciente de ello. Dichoso de quien vaya a su encuentro para comprobarlo y solazarse.
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