Hay
un tipo de literatura de lo sobrenatural que presenta lo insólito
como una posibilidad a explorar. Cuando en el relato lo
extraordinario sucede, no se espera del lector más que la aceptación
de los sucesos narrados; pero cuando tales acontecimientos quedan
suspendidos entre las posibilidades de la razón y las de un mundo
imposible, propiciando la duda en el receptor, entonces estamos
hablando de literatura fantástica.
Sobre
estas particularidades que encarnan el género fantástico, David
Roas (Barcelona, 1965),
profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la
Universidad de Barcelona, tiene publicado dos interesantes ensayos:
Teorías de lo fantástico
(2001) y Tras los límites de lo real. Una definición
de lo fantástico (2011),
con el que obtuvo el Premio
Málaga de Ensayo. Pero
más allá de sus aportaciones investigadoras sobre este territorio
literario del mundo de lo insólito, a Roas
lo que le fascina de verdad es escribir relatos sobre esos pasadizos
misteriosos y secretos del mundo de lo fantástico donde la ficción
toma medida a lo inexplicable de las cosas, y prueba de ello son sus
libros de cuentos y microrrelatos Los dichos de un necio
(1996), Horrores cotidianos
(2007), Distorsiones
(2010), con el que obtuvo el Premio
Setenil al mejor libro
de cuentos del año, o Bienvenidos a Incaland
(2014).
El
mejor Roas vuelve de
nuevo al asombroso mundo de lo fantástico, dando otro apretón de
tuercas a esa realidad subvertida en lo misterioso, en lo oculto de
las cosas de la vida, que, si se escarba, puede parecer algo tremendo
e, incluso, apocalíptico, con un corolario de cuentos espeluznantes
que no dejan impávido al lector, sino que le azoran insistentemente
con suma audacia.
En
Invasión
(Páginas de Espuma, 2018) vamos a encontrarnos con seres solitarios,
encerrados en sus cubículos, en sus cuartos o en un parque inhóspito
a la espera de que lo normal se pervierta en algo extraordinario y
hasta horripilante. Lo fantástico nos invadirá amenazante por
cualquier resquicio de la realidad más inusitada con historias que
parten de lo cotidiano y del mundo reconocible. Así lo exige el
género, hasta situar al lector en la órbita de lo inexplicable e
insólito. Lo que se nos presenta se servirá para desvelarnos un
desenlace inesperado, entre el sueño y la vigilia, lo normal y lo
monstruoso, la lógica y el desvarío, la otredad y el absurdo.
En
Invasión hay
todo un arrecife imaginario en el que el lector puede presenciar cómo
chocan la realidad contra lo monstruoso de lo que en apariencia es
inofensivo, ya sea una muñeca, un tobogán, una hormiga, un libro o
un espejo para adentrarnos en lo sorprendente. Como bien dice
Lovecraft, la
atmósfera, más que la acción, es el gran desiderátum de la
literatura fantástica y para obtener esa clase de intensificación
de la realidad, que tanto llama la atención al lector, Roas
teje sus tramas con mucha originalidad y tensión narrativa. En La
casa vacía, el primero
de sus relatos, una pieza portentosa, escrita en segunda persona, se
revela cómo las obsesiones se dan a conocer irremediablemente, a
pesar de su nebulosa realidad. En el siguiente, Trabajos
manuales, una historia
escalofriante y siniestra, escrita en tercera persona, quedamos
absortos ante las rarezas de un crío predispuesto a celebrar los
funerales de todo lo que va acaparando.
El
ángulo del horror, como apunta la cita del escritor mexicano Ignacio
Padilla al principio del libro,
se encuentra en la mayoría de las historias que Roas
despliega siempre a escasos pasos de lo cotidiano, aguardando el
momento oportuno hasta que algo o alguien las empuje para desatarse y
así podamos verlas desde una dimensión distinta, como ocurre con el
final sorprendente de Casa
con muñecas o Amor
de Madre, dos de sus
mejores relatos. La ambigüedad es también uno de los elementos más
característicos que fluye por muchas de sus historias, así como la
metáfora oculta de los títulos de sus piezas, sin olvidarnos del
juego del doble o del enigma de la duplicidad o desdoblamiento del
yo, que también aparece de manera inquietante en dos de sus cuentos
más destacados, El otro
y Reflejos.
Tenemos
vidas reales pero nos encantan las vidas imaginarias e imposibles.
Los relatos de Roas
ofrecen ese viaje a lo insólito de la realidad, a la esquina de lo
estridente, de lo recóndito, de la amenaza inesperada. Sus historias
discurren en esa dirección, a una velocidad y a un ritmo
desorbitado, como si en su cabeza de escritor la ficción ocupara más
sitio que las cosas reales.
Las buenas historias viven fuera de la lógica, aunque a veces den
yuyu, y, curiosamente, nacen de una cierta mirada infantil, la mirada
de un niño que se sabe adulto, como los críos que habitan dentro de
estos cuentos, capaces de acarrearnos una invasión de escalofrío en
toda regla.
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