sábado, 1 de junio de 2019

Herido de asombro


Leer no es una virtud, pero leer bien es un arte, nos dice Edith Wharton, y añade que “los libros más grandes que se han escrito solo valen para cada lector lo que este puede sacar de ellos”. Leer también es viajar, conocer otros mundos y otros ámbitos del pensamiento, tener muchas vidas y, desde luego, un formidable antídoto contra cualquier concepción del mundo excluyente y fundamentalista. Leemos para acercarnos y encontrarnos, y en esa tarea, a veces, descubrimos que somos más complejos y más extraños de lo que nos creíamos. Y, a este respecto, tampoco se olvida uno de que “leer es un riesgo”, como atinadamente nos viene a decir Alfonso Bernardinelli. Es tanto un placer como un propósito de salirse de uno mismo y del ambiente que nos resulta más próximo; “leer para sopesar y reflexionar”, como bien alentaba Francis Bacon.

Toda esa minoría lectora, los happy few a los que Stendhal dedicó su obra, se puede ver reflejada en la nueva obra de Eloy Tizón (Madrid, 1964), Herido leve (Páginas de Espuma, 2019), la misma para la que leer es por encima de todo un placer y, por si fuera poco, un poso que nos convierte en creadores, como se anticipa en la cita de Jorge Larrosa que antecede al propio libro: “La decisión de leer es la decisión de dejar que el texto nos diga lo que no comprendemos, lo que no sabemos, lo que desafía nuestra relación con nuestra propia lengua, es decir, lo que pone en cuestión nuestra propia casa y nuestro propio ser”. Podemos decir que en este preámbulo se concentra el espíritu y el propósito original que ha dado a luz este libro, una obra que reúne más de un centenar de textos en el que el autor de Velocidad de los jardines (1992) se vale para escribir sobre su gran pasión: la literatura, bajo el prisma y la memoria de un letraherido, fruto de treinta años de lectura fértil y atenta.

Lo que uno lee nunca es del todo lo que otro lee. Aunque se lleguen a compartir por completo muchas de las lecturas que aquí aparecen, el centro de la lectura de Herido leve está en la mirada de Tizón, como debe ser, ya que el centro de toda lectura está en la interpretación que hace uno mismo de ella. Conviene decirlo, aunque parezca de perogrullo, porque todo canon es, en gran medida, personal y de largo recorrido. Sin embargo, el deslumbramiento de sus hallazgos literarios es lo que mejor justifica este libro y la conexión con su maestría literaria. Autores clásicos, modernos y actuales escogidos por su magisterio y encantamiento creativo como Cortázar, Cheever, Chèjov, Kafka, Nabokov, Clarice Lispector, Djuna Barnes, Zúñiga o Neuman aparecen por aquí reseñados con fino entusiasmo, con ese don evocativo y fresco de desvelarnos, con mucha sutileza, detalles que permanecen en su memoria lectora y muestran su esplendor, como esas flores japonesas que se abren al contacto con el agua.

Para Tizón, la literatura es una cadena de epifanías, entusiasmos y agudezas que se suceden. Consciente de que “la mayoría de las historias que leemos no están concluidas, ni rematadas del todo”, otorga al lector el protagonismo de acompañarlo en la experiencia de leer, en lo que dice un libro y cómo lo hace él, de qué manera lo leído entusiasma o incomoda y, al mismo tiempo, atisbando el deleite de leer bien, con pasión y lucidez. “En el fondo –nos dice–, no somos más que el relato de lo que nos contamos que somos, a nosotros mismos y a los demás”, y eso es otra buena oportunidad de apresar algo surgido de la palpitación del tiempo, de su fugacidad. “El tiempo también lee, y nos lee, a favor o en contra”.

Las páginas de Herido Leve contienen reseñas, artículos y trabajos ensayísticos diversos que, en su conjunto, conforman una extensa antología libresca, una travesía literaria bien estructurada en la que cada capítulo marca una senda y una nomenclatura que nos guía por el imaginario de las lecturas de su autor. Tizón responde en este terreno de la no-ficción con el mismo vértigo estilístico tan característico suyo de escritor de palabras precisas, el mismo que le ha ido consagrando desde sus inicios como autor reconocido de relatos.

Todos los libros tienen una pericia, una historia que contar. Herido leve es un libro de lectura ágil, un libro dominado por la pasión por la lectura, que cuenta muchas historias desde el interior de otros libros. Nos habla desde el sentir de un lector consumado que lleva un crítico implícito en su alma y que sabe que el centro de la vida literaria está en leer, en la experiencia de leer para saberse uno y reconocerse en los síntomas de otros. La literatura no es algo monolítico, nos dice Tizón, sino que se transforma y se expande, una tarea que tiene como recompensa esa en la que, empujados por su hechizo, leemos el mundo, situándonos en él, para sentirnos más integrados en él.

El lector que tome en sus manos la lectura de estos ensayos saldrá enriquecido por el conjuro libresco que lo ha hecho posible. Todo lo bueno se demora. Este libro de Tizón se presta a ello, a soltar amarras y a emprender un viaje provechoso por el tiempo, bajo el soplo de todas sus lecturas escogidas.


2 comentarios:

  1. "Lo que uno lee nunca es del todo lo que otro lee." Qué manera de resumir el verdadero sentido de la lectura.
    Lo que vos leés se refleja en cada reseña, se convierte en una grata lectura, cada vez.

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  2. Agradezco tus palabras, querida amiga, y me congratulo de muchas afinidades literarias que compartimos. Un fuerte abrazo.

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