Leer
no es una virtud, pero leer bien es un arte, nos dice Edith
Wharton, y añade que “los
libros más grandes que se han escrito solo valen para cada lector lo
que este puede sacar de ellos”. Leer también es viajar, conocer
otros mundos y otros ámbitos del pensamiento, tener muchas vidas y,
desde luego, un formidable antídoto contra cualquier concepción del
mundo excluyente y fundamentalista. Leemos para acercarnos y
encontrarnos, y en esa tarea, a veces, descubrimos que somos más
complejos y más extraños de lo que nos creíamos. Y, a este
respecto, tampoco se olvida uno de que “leer es un riesgo”, como
atinadamente nos viene a decir Alfonso Bernardinelli.
Es tanto un placer como un propósito de salirse de uno mismo y del
ambiente que nos resulta más próximo; “leer para sopesar y
reflexionar”, como bien alentaba Francis Bacon.
Toda
esa minoría lectora, los happy
few a los que Stendhal
dedicó su obra, se puede ver reflejada en la nueva obra de Eloy
Tizón (Madrid, 1964), Herido
leve (Páginas de Espuma,
2019), la misma para la que leer es por encima de todo un placer y,
por si fuera poco, un poso que nos convierte en creadores, como se
anticipa en la cita de Jorge Larrosa
que antecede al propio libro: “La decisión de leer es la decisión
de dejar que el texto nos diga lo que no comprendemos, lo que no
sabemos, lo que desafía nuestra relación con nuestra propia lengua,
es decir, lo que pone en cuestión nuestra propia casa y nuestro
propio ser”. Podemos decir que en este preámbulo se concentra el
espíritu y el propósito original que ha dado a luz este libro, una
obra que reúne más de un centenar de textos en el que el autor de Velocidad de los jardines
(1992) se vale para escribir sobre su gran pasión: la literatura,
bajo el prisma y la memoria de un letraherido, fruto de treinta años
de lectura fértil y atenta.
Lo
que uno lee nunca es del todo lo que otro lee. Aunque se lleguen a
compartir por completo muchas de las lecturas que aquí aparecen, el
centro de la lectura de Herido leve
está en la mirada de Tizón,
como debe ser, ya que el centro de toda lectura está en la
interpretación que hace uno mismo de ella. Conviene decirlo, aunque
parezca de perogrullo, porque todo canon es, en gran medida, personal
y de largo recorrido. Sin embargo, el deslumbramiento de sus
hallazgos literarios es lo que mejor justifica este libro y la
conexión con su maestría literaria. Autores clásicos, modernos y
actuales escogidos por su magisterio y encantamiento creativo como
Cortázar, Cheever,
Chèjov, Kafka,
Nabokov, Clarice
Lispector, Djuna
Barnes, Zúñiga o Neuman
aparecen por aquí reseñados con fino entusiasmo, con ese don
evocativo y fresco de desvelarnos, con mucha sutileza, detalles que
permanecen en su memoria lectora y muestran su esplendor, como esas
flores japonesas que se abren al contacto con el agua.
Para
Tizón, la literatura
es una cadena de epifanías, entusiasmos y agudezas que se suceden.
Consciente de que “la mayoría de las historias que leemos no están
concluidas, ni rematadas del todo”, otorga al lector el
protagonismo de acompañarlo en la experiencia de leer, en lo que
dice un libro y cómo lo hace él, de qué manera lo leído
entusiasma o incomoda y, al mismo tiempo, atisbando el deleite de
leer bien, con pasión y lucidez. “En el fondo –nos dice–, no
somos más que el relato de lo que nos contamos que somos, a nosotros
mismos y a los demás”, y eso es otra buena oportunidad de apresar
algo surgido de la palpitación del tiempo, de su fugacidad. “El
tiempo también lee, y nos lee, a favor o en contra”.
Las
páginas de Herido Leve contienen
reseñas, artículos y trabajos ensayísticos diversos que, en su
conjunto, conforman una extensa antología libresca, una travesía
literaria bien estructurada en la que cada capítulo marca una senda
y una nomenclatura que nos guía por el imaginario de las lecturas de
su autor. Tizón responde
en este terreno de la no-ficción con el mismo vértigo estilístico
tan característico suyo de escritor de palabras precisas, el mismo
que le ha ido consagrando desde sus inicios como autor reconocido de
relatos.
Todos
los libros tienen una pericia, una historia que contar. Herido
leve es un libro de lectura
ágil, un libro dominado por la pasión por la lectura, que cuenta
muchas historias desde el interior de otros libros. Nos habla desde
el sentir de un lector consumado que lleva un crítico implícito en
su alma y que sabe que el centro de la vida literaria está en leer,
en la experiencia de leer para saberse uno y reconocerse en los
síntomas de otros. La literatura no es algo monolítico, nos dice
Tizón, sino que se
transforma y se expande, una tarea que tiene como recompensa esa en
la que, empujados por su hechizo, leemos el mundo, situándonos en
él, para sentirnos más integrados en él.
El
lector que tome en sus manos la lectura de estos ensayos
saldrá enriquecido por el
conjuro libresco que lo ha hecho posible. Todo lo bueno se demora.
Este libro de Tizón
se presta a ello, a soltar amarras y a emprender un viaje provechoso
por el tiempo, bajo el soplo de todas sus lecturas escogidas.
"Lo que uno lee nunca es del todo lo que otro lee." Qué manera de resumir el verdadero sentido de la lectura.
ResponderEliminarLo que vos leés se refleja en cada reseña, se convierte en una grata lectura, cada vez.
Agradezco tus palabras, querida amiga, y me congratulo de muchas afinidades literarias que compartimos. Un fuerte abrazo.
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