“Usted
dice que le debemos a la literatura casi todo lo que somos y lo que
hemos sido. Si los libros desaparecieran, la historia desaparecerá,
y los seres humanos también desaparecerán. Estoy segura de que
tiene usted razón. Los libros no son solo la suma arbitraria de
nuestros sueños, y nuestra memoria. Nos dan también un modelo de la
autotrascendencia. Algunos piensan que la lectura es solo una especie
de evasión, una evasión del mundo «real»
de todos los días a un mundo imaginario, el mundo de los libros. Los
libros son mucho más. Son una manera de ser plenamente humano”.
El
periodista Jonathan Cott
(1942) recoge este breve texto, tan lúcido y emotivo que Susan
Sontag (1933-2004) escribió
en 1996 y que tituló Una
carta a Borges,
como colofón del prólogo
que antecede al libro que ahora publica Alpha Decay, traducido por
Alan Pauls, que
contiene la entrevista completa que le hizo a la ensayista y
novelista norteamericana en 1978 para la revista Rolling
Stone,
de la que él era un colaborador asiduo.
Cuenta Cott que
Sontag siempre
intentó desafiar y derribar todo estereotipo social que pusiera
límite al desarrollo del pensamiento y la creación artística de la
gente, a la ética y estética, y, desde luego, a la conciencia y
anhelo del individuo, independientemente de su tendencia sexual.
Lo
que nos vamos a encontrar en esta entrevista es la pasmosa confianza
de una intelectual dispuesta a encarnar la verdad de su vida a través
de sus propios juicios, así como desvelarnos su extraordinaria
avidez por las artes, especialmente por la música y las grandes
obras literarias. Para Sontag
hay obras para toda la vida, como La montaña mágica
de Thomas Mann.
Admira a los filósofos, principalmente a Platón,
Nietzsche y
Wittgenstein. Se
muestra, como lectora y escritora, apasionada por los diarios y las
cartas. La poesía, para ella, tenía que ser: exacta, intensa,
concreta, significativa, rítmica, formal, compleja. Pero lo más
significativo que se descubre en esta vívida entrevista es todo lo
que nos aproxima a su sentido de la vida. Ella creía, por encima de
todo, en la libertad de ser fiel a sí misma.
Susan
era también una mujer feminista, pero a menudo atizaba a sus
compañeras feministas con despiadadas críticas, especialmente
contra la retórica feminista, por encontrarla ingenua, sentimental y
anti-intelectual. A este respecto subraya que el mejor libro
feminista que se ha escrito es El segundo sexo,
de Simone de Beauvoir.
También dice de la escritora francesa que ha sido “la primera
persona que se metió de veras con la significación de la vejez como
fenómeno cultural”. No hay duda de que este asunto es de suma
importancia y sale a relucir en la entrevista. Vivir, según ella,
consiste también en convivir con el paso de los años y con
laaceptación de la enfermedad. Por eso mismo, afirma que “no
puedes enfadarte con la naturaleza, no puedes enfadarte con la
biología. Todos vamos a morir; eso es algo muy difícil de soportar,
y todos pasamos por ese proceso”.
Volviendo
a su pasión lectora, compartía igual que Virginia Woolf
su entrega a los libros. La lectura era para ella, como ya nos contó
su nuera, la escritora neoyorquina Sigrid Nunez
en su interesante libro de recuerdos Siempre Susan
(2011),
una idea del paraíso vital y, para vivir esa vida plenamente, leer
era algo necesario y fundamental, y siempre con un lápiz entre los
dedos para subrayar, dejar anotaciones o responder, por ejemplo, con
esto otro tal como recoge la entrevista: “Leer es mi
entretenimiento, mi distracción, mi consolación, mi pequeño
suicidio. Cuando no puedo soportar el mundo, me acurruco con un libro
y es como si una pequeña nave espacial me llevara lejos de todo”.
Susan Sontag. La
entrevista completa de Rolling Stone es
un libro ameno y lleno de interés, en el que se recogen no solo el
pensamiento de la escritora y sus gustos artísticos, sino muchos
detalles personales e íntimos, como esta confesión tan curiosa, y
no menos extravagante, que hace del rock and roll: “Me encanta el
rock and roll. El rock and roll me cambió literalmente la vida... De
niña, no puedo decirte lo alejada que estaba de la música popular.
No escuchaba otra cosa que crooners,
y los detestaba. No significaban nada para mí. Y de pronto escuché
a Johnnie Ray
cantando Cry
–fue en una rocola– y algo me paso en la piel... Para serte
franca, creo que el rock and roll fue la razón de mi divorcio. Creo
que Bill Halley
y sus Cometas
y Chuck Berry
[risas]
fueron los que me decidieron a divorciarme y dejar el mundo académico
y empezar una nueva vida”.
Un gusto haber disfrutado de sus remansos.
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