Su nuevo ensayo, Todo lo que crece (Páginas de Espuma, 2021), actúa, según la propia autora, en espejo con el anterior y, sobre todo, marca un dilatado sentimiento de leer la naturaleza, como si a través de ella se ocupara de revelarnos lo que ella misma contiene de Edén, libertad, conciencia y sentido práctico en la que confiar nuestro destino. Este es un libro nacido de la memoria y del presente en tiempos del confinamiento a mediados del pasado año, en plena pandemia del covid, que vierte un relato por el tiempo, un trayecto poblado de recuerdos y coyunturas, un vagar que invita al encuentro, al examen del tiempo, a la libertad de detenerse en la memoria, esto es, en ir tras los pasos y sentido de una vida en el exilio. Este es, también, un libro de experiencias y bagaje, de travesía por el campo o el bosque, por la esencia de las palabras, un regreso a los espacios naturales.
Bajo este predominio de vivencias y analogía entre la naturaleza y la prosa, la autora nos invita a dar un paseo y percatarnos de cómo la naturaleza concita a encender el pensamiento, a reverberar la memoria e, incluso, ponernos más incisivo con preguntas como estas que la propia narradora lanza: “¿También se recicla la infancia? ¿A dónde se va? ¿Somos parte de un mismo árbol, copias de un tronco original? ¿Cómo permanecen en nosotros las ramas que nos cobijan, los relatos que nos dieron sombra?” Uno, como lector, quiere responder a estos envites y mirar a través del propio hilo conductor que mueve el sentido de lo que Clara Obligado transmite, libro adentro, para tener respuestas o tan solo para saber que “quien escribe recicla los recuerdos, se apropia de los restos, los revive, los corrige”, como la vida misma, como un paisaje en el que cada instante es resonancia.
Todo lo que fluye por aquí viene a confirmarnos que mucho de lo que revelan sus páginas no es solo una indagación de alcance del yo de la autora, sino más bien una interpelación sobre cómo las consecuencias de hablar de los caminos por donde transita su literatura y su memoria se perpetúan en la vida real y presente. Para ello, Clara Obligado se vale de notas, lecturas, recuerdos y hallazgos de palabras para hablarnos del pasado, del presente y de la naturaleza, para leernos como si fuera un libro, con esa idea de aspiración, como quería Clarice Lispector, de “ser leída en los renglones vacíos”. Además de la escritora brasileña, encontramos también guiños y ecos de otros autores, como John Fowles, Emerson, Steiner o Thoreau.
De alguna manera, hay un déjà viu en la lectura de este libro: ese reconocerse en un exilio, en una identidad periférica entre dos hemisferios, como así se estructura el volumen: Sur y Norte, algo ya insinuado en otros textos suyos. Esa sensación se deja sentir y no se pierde, porque hay un empeño decidido de la autora de que no nos despeguemos del asombro y gratitud que dan sentido a sus historias, con la esperanza de regresar a una lectura ligada a un testimonio propio, como señas de identidad y eslabón de su escritura.
En Todo lo que crece encontraremos una vida examinada por el recuerdo y la escritura, expuesta por medio de un ensayo de prosa cuidada y poética que reproduce un pasaporte reconocible del yo de Clara Obligado, un libro por el que fluye vida y estancia fundidas con la memoria y con la presencia de la naturaleza. Un crisol que alumbra y enseña a leer el mundo.
Muchas gracias por tus palabras y tu inteligente lectura, esperemos que este libro sea, entre otras cosas, una manera de conversar contigo. Un abrazo!
ResponderEliminarEs un libro hermoso que invita a la relectura, querida Clara. Una celebración. Otro abrazo de vuelta desde la Bahía de Cádiz.
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