En
estos días la prensa se hace eco de la celebración del Festival de
la Risa de Bilbao. Llama la atención que Carrère y Echenoz,
dos de los narradores franceses más trágicos y relevantes de las
letras del país vecino, poco afines a la literatura humorística,
figuren en el programa de los organizadores de este evento. Emmanuel
Carrère opina que la risa puede torturar a la literatura y Jean
Echenoz se desmarca y afirma que jamás ha soltado una carcajada
por alguna ocurrencia suya en el escritorio. Ambos creadores se
encuentran en las antipodas de este menester y, según los cronistas,
se mostraron esquivos al asunto, más si cabe por parte del autor de
Relámpagos (Anagrama, 2012). Echenoz,
fiel a su estilo, desmitificó además la bohemia y los cafés
tertulianos, mostrándose más proclive a buscar la risa de los
clásicos, como Flaubert, Proust o el propio Dickens.
Lo
último aparecido en las novedades de las librerías de Jean
Echenoz (Orange, Francia, 1947) viene a confirmar el estilo
propio del escritor galo, tan alejado del humor como obstinado en su
apego a las historias dramáticas. Un año (Edit.
Mardulce, 2014) es una novela escrita en 1997 y que permanecía inédita donde se cuenta la huída de una joven sobresaltada
por la repentina muerte de un amigo en su propia cama. Echenoz
es un escritor avezado en la narración condensada, capaz, en menos de ochenta
páginas, de dar pábulo a cualquier asunto ético que surja en el
transcurso de la trama, como en este caso le ocurre a la protagonista
de esta historia, Victoire. Todo sucede vertiginosamente, en armonía
con el estilo del escritor francés que es un maestro en la continuidad concisa y en el ritmo narrativo exento de digresión. Echenoz pone énfasis en
los tiempos gramaticales. Cada tiempo lleva su velocidad propia, como
el vehículo que arranca, acelera y frena. La sintaxis verbal forma
parte fundamental de la manera de entender el pulso narrativo de su
novela.
En
Un año, el escritor provenzano irrumpe en la narración con la
estampida de la protagonista que huye de París desquiciada, sin
indagar cómo sucedió la tragedia para evitar las pesquisas de la
policía. Se dirige al banco, saca todo el dinero disponible y toma
un taxi en dirección a la estación de Montparnasse. Victoire no se
da tregua y toma el primer tren que la conducirá a un lugar que
comprometerá su existencia, el dinero se esfuma y aparece el
infortunio hasta degradar su existencia, arrastrándola a la
inmundicia de la pobreza extrema. Al cabo de un año, la joven
regresa curtida, sin melancolía, ni rastros de miedo, sólo con un
cuerpo lacerado que todavía tendrá que superar el desenlace
sorprendente e inesperado que le aguarda.
Jean
Echenoz tiene claramente marcado su perfil creativo, coherente
con la visión de la literatura que él concibe y, en esta nouvelle,
denota la vigencia de su apuesta narrativa para abordar con precisión
obsesiva la trama de una existencia perturbada que deriva en un mundo
ajeno.
Un
año es todo un ejercicio
literario contundente y conciso que no deja indiferente al lector y,
mucho menos, a los que nos consideramos acólitos de la obra de este
extraordinario escritor de miniaturas literarias. Lo celebro.
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