Muchos
de los males y sufrimientos que padecemos provienen de nuestra
incapacidad para liberar tensiones y fuerzas extrañas que existen
dentro de nosotros mismos. Cuando alguien nos rechaza, por ejemplo,
nos rebelamos por dentro y, de alguna manera, nos aferramos a ese
rechazo. Esto genera una tensión muscular que, si no se desbloquea a
tiempo, puede producir una alteración que afecte a nuestra
percepción de lo que ocurre en el mundo que nos rodea y, lo que es
peor, puede arrastrar dolencias desde la infancia. Los cuentos
reunidos en El cuerpo secreto
(Páginas de Espuma, 2015) de la escritora Mariana Torres
(Angra dos Reis, Brasil, 1981) tienen mucho que ver con los males,
las rarezas y las tensiones que desde la tierna infancia llevan sobre
sus espaldas o en el interior de sus cuerpos muchos de los niños que
se mueven por las historias que transcurren en la sorprendente ópera
prima de
esta joven autora.
Son
treinta y cuatro relatos (igual que los años que cuenta su creadora)
escritos en formato breve. La mitad de ellos, microrrelatos. Pero
todos ellos revestidos de esa sencillez, intensidad e imaginación
que hacen que la magia del cuento produzca esa doble alternancia
propia del género: si es real parece inventado para el lector y, si
es inventado, parece real. Uno de los rasgos más significativos de
esta colección de cuentos de Mariana
Torres
es, precisamente, que más que narrar historias las esboza con
pinceladas fantasmagóricas y surrealistas. Es en el ámbito
sensorial por donde transitan sus personajes, la mayoría de ellos
niños extravagantes que huelen diferentes al resto, comen otros
alimentos o sienten otros pálpitos, mayormente para echar afuera el
dolor que llevan consigo: en Esos
niños que lloran
se airea el grito ancestral de las catacumbas; en El
monstruo está despierto,
uno de los relatos más extensos, el miedo se disipa entre los
huérfanos de una casa, siguiendo el ritual que la madre ausente
dispuso y que aprendieron de memoria; el destino previsto para El
niño pera
es descorazonador; en otro relato, al pequeño Óscar le toca en
suerte comerse una semilla que le germinará en su interior hasta
convertirse en un árbol esplendoroso y dejarlo extenuado; después,
en Pólvora
o en Época de
muda,
dos de los microrrelatos más meritorios del libro, la acción no es
lo más sobresaliente, lo que importa es el cauce de las palabras y
sus efectos en el lector.
Los
cuentos de Mariana
Torres
son historias intermitentes que nacen del sueño, flashes visionarios
e imágenes poéticas protagonizadas en su mayoría por niños que,
progresivamente, conforme avanzan los cuentos, se van convirtiendo en
adolescentes y adultos. En cualquier etapa por donde transcurra el
relato, se comparten soplos literarios intensos, perturbadores y
extraños que desencadenan un friso de naturaleza onírica en el
conjunto de todos ellos. Todo parece asociarse entre el cuerpo y el
espíritu de esos seres que aparecen por sus páginas arrastrando
algún lastre adquirido anteriormente.
En esta primera incursión de la escritora brasileña en la narrativa
breve hay alma y cuerpo, magia y terrenalidad, dolor y gozo, muerte y
vida en comunión con la naturaleza, hasta el punto de sentirla como
un trasunto de sus personajes fundidos con el escenario por el que
deambulan. La voz narrativa es fresca, ligera y atinada, con una
prosa poética llana, alejada de hermetismo, que se caracteriza por
transmitirnos la emoción y la sensibilidad que ponen sus
protagonistas al fijarse en las cosas que les rodean. Lo único que
le corresponde al lector es trasladarse sin prejuicio a vivir el
texto de manera parecida a sus personajes, sintiendo en su cuerpo las
consecuencias del miedo, ese miedo que nos protege, nos avisa, y que
quizás, incluso, nos ayuda a soportar lo insoportable.
El cuerpo secreto
totaliza una treintena de inquietantes miniaturas que suman sin
restar atributos a esta nueva voz narrativa, invitándonos a seguir
de cerca sus pasos y tener en cuenta su trayectoria en este difícil
y exigente género de la narrativa breve en los próximos años, un
resquicio que ya ha solventado con holgura en su debut.
El
sello Páginas de Espuma afina con la publicación de este libro, una
novedad literaria que encaja adecuadamente en esa extensa nómina de
su catálogo, donde conviven clásicos y maestros del género con
nuevas promesas, como Mariana
Torres,
que irrumpe en la actualidad literaria con este imaginario de niños
extraños cargado de calidad, frescura y empuje. [Reseña núm. 244]
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