El
miedo en el hombre es ancestral y arranca históricamente en el
origen evolutivo de nuestra especie. Gran parte de los males que le
suceden al hombre le ocurren por miedo. El corazón humano está
lleno de angustia y pavor. El miedo es un lastre que nos aterra, que
nos mengua y, con su perseverancia, nos devora. No hay más que leer
la prensa o encender la televisión para acrecentar esa inquietud e
inseguridad. El hombre tiene miedo a perderse, igual que tiene miedo
a perder cosas. Hay como una amenaza invisible exterior que con
frecuencia aflora y crece. De hecho, estamos viviendo, si es que no
hemos vivido siempre en todas las culturas que se han sucedido desde
que somos propiamente humanos, bajo el manto cultural del miedo.
Los
cuentos reunidos en Entre malvados
(Páginas de Espuma, 2016), el último libro de relatos de Miguel
Ángel Muñoz (Almería, 1970),
se centran en la época actual y giran temáticamente en torno a la
violencia que ejercen los malvados sobre sus timoratas víctimas. El
miedo es su arma de destrucción masiva. Las diez historias del libro
muestran, desde distintos ámbitos de la vida, la progenie de la
maldad y sus efectos. Son el miedo y la maldad los que conforman el
binomio narrativo de la totalidad de sus relatos. El primero que abre
la colección, Somos los
malvados, y el último
de ellos, Donde el
Borgión se esconda representan
el alfa y omega de ese tipo de violencia cotidiana que se inicia en
los primeros años del niño, cuando la manipulación y el miedo se
convierten en el sistema educativo implacable para reconducir su vida
social. Estos dos cuentos son fundamentales para entender el tema
principal que recorre el libro, y que se traduce en que, para que
todo siga su curso y funcione como es debido, es necesario que nos
asusten con ideas o con seres fantásticos, reales o inexistentes. El
objetivo es el control de un individuo superior para conseguir el
sometimiento, inducido por un miedo al daño indefinible.
El cuento es un género exigente que demanda un lector involucrado, y
no un lector pasivo y distraído, algo que conoce y promueve con
solvencia nuestro autor. Es más, según él, el cuento es por
naturaleza una criatura que tiene apariencia engañosa y, después,
puede resultar ser otra cosa. En estos relatos, el lugar desde donde
el narrador se cita es tanto o más importante que lo que dice,
porque esa mirada es la que postula el mundo cruel que pone a la
vista del lector, sea en la violencia propia de las aulas, en una
sórdida dependencia policial, en las postrimerías de la barbarie de
un atentado terrorista, en la cabeza de un asesino célebre o en la
trascendencia de enfrentarse al mítico monstruo ancestral dueño y
señor de un extraño lugar al que cada joven ha de combatir.
Muñoz
no pone límite al lenguaje para hacer visible la maldad en sus
relatos, hasta el punto de conducir al lector al meollo de la
experiencia turbadora que describe en sus historias y contagiarlo de
esa cadencia hostil y exasperante que se precipita ante sus ojos. Su
habilidad se refleja en narrar las angustias y vivencias obsesivas de
sus personajes, exponiéndolos desnudos frente a sus verdaderas
ataduras: el miedo, el dolor, la crueldad, el terror, la
incertidumbre. El personaje ante ese despojo forjará, a su modo y
manera, lo que quiere o debe o le obligan a ser la realidad
trastocada por los que le amenazan. En todo ello hay como una
herencia biológica de miedo y violencia que los padres entregan a su
prole.
En
cada relato de Entre malvados
el lector percibe cómo cada historia se presenta ante él de
diferentes hechuras para mostrar a sus víctimas y verdugos. El
cuento Intenta
decir Rosebud
nos pone ante una inminente ejecución, a manos de unos terroristas,
con toda su simbología: secuestro, humillación, martirio, miedo
escénico... En Aguantar
el frío,
la labor policial en aclarar la desaparición de una niña de corta
edad provoca la tensión y zozobra en el equipo de investigadores que
lleva el caso, en un interrogatorio infame de maltrato y violencia,
llegando a un clímax irrespirable de sometimiento y degradación
para el sospechoso al que no le dan ninguna salida.
En
los dos únicos microrrelatos de la colección, Modos
de pasar la tarde
y Pretty Girl,
la atmósfera se condensa de manera perversa desde los confines
delimitados del hogar donde el protagonista vive o desde un edificio
abandonado y fantasmal apto para el crimen en el que vive el otro.
Las
relaciones de padres e hijos también aparecen bajo ese círculo de
violencia oculta y perpetua en el relato Los
hijos de Manson,
un cuento que contiene varias historias narradas en formato de
crónicas reducidas extraídas de la historia real y familiar de sus
protagonistas, como la del psicópata Charles
Manson,
el filósofo Rousseau
o el dramaturgo y guionista Arthur
Miller.
Estos cuentos, podríamos resumir, conforman en sí mismo un catálogo
del mal, un tratado sobre la maldad y la violencia de lo que sucede
con muchas de las personas que transitan por el mundo que nos ha
tocado vivir, bajo ese manto de miedo consustancial que nos acecha
permanentemente.
Entre malvados
es un libro incómodo y nada complaciente, escrito con la garra y
eficacia de un escritor curtido en este género narrativo tan
exigente y complicado que requiere del atajo, y para desbrozarlo,
como él mismo subraya en el prólogo de su anterior libro de cuentos
El síndrome de Chéjov,
no sirve el machete, sino la navaja.
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