A
la capital del agua, a la ciudad de los canales, le sienta bien la
decrepitud, escribe Josep Pla
en sus Cartas de Italia
(1955). Un punto de vejez y decadencia parecen estar profundamente
ligados con la prodigiosa y única personalidad de esta ciudad,
subraya el escritor catalán, tan especial con su color rancio y
característico. Venecia está presente en la obra de los grandes
escritores: Byron,
Henry James,
Melville, Proust,
Pound, Gautier
o Mann, autores
fundamentales e imprescindibles para entender la literatura moderna y
el mundo en que vivimos. Venecia es un universo de deseo, así lo
entendieron estos autores, cada uno desde el contraste de su
perspectiva: Marcel Proust
la vio como un mosaico eterno y Thomas Mann
como la encrucijada del amor y la muerte. Para Gautier,
infatigable viajero, Venecia es una de esas pocas ciudades dotadas de
embrujo y misterio, capaz de engatusar a cualquier hombre, poeta o
no, para tenerla como patria ideal de sus sueños.
La
historia de la Serenissima, su arquitectura, sus pinturas, sus
dirigentes, la música, sus jardines y plazas, el mar, se articulan
en las creaciones de muchos de los escritores que revisitaron sus
canales, palacios y plazas, de tal manera que siempre que pensamos en
Venecia la encontramos dispuesta y capaz de inspirar una literatura
original y propia.
El
poeta y ensayista Juan Lamillar
(Sevilla, 1957), atraído por la onda expansiva de sus predecesores,
publica unas variaciones literarias sobre la perla del Adriático
bajo el título de Notas sobre Venecia
(Fórcola, 2017) en una edición cuidadosa, como nos tiene
acostumbrados este sello, dentro de su colección Singladuras,
un
libro fragmentario y poroso que mira la Venecia actual y su
trayectoria centenaria por medio de los apuntes que su autor ha ido
recopilando a lo largo de su experiencia y de sus lecturas.
En
el frontispicio del libro, Lamillar
presenta cuatro citas de ilustres viajeros fascinados por Venecia,
cuatro instantáneas que predisponen al lector a incorporarse a
revisitar esta memorable ciudad a través de sus notas como viajero y
lector atento. Podríamos recomponer lo dicho por Gautier,
Rilke, Ruskin
y Morand en que
Venecia, la princesa del Adriático, ciudad de ensueño e inspiradora
eterna, está concebida para mirones y curiosos. A golpe de entradas
breves, el poeta sevillano se desliza con pulso de cronista de época
por el trazado laberíntico de la ciudad, desmenuzando su historia,
sus secretos, su melodía, sus espejos y lienzos, evocando las voces
de algunas figuras de las letras y las artes que volcaron sus
creaciones sobre la magia de esta ciudad-estado, tan atractiva y
misteriosa. El gran Goethe,
cuando visitó Venecia por primera vez en 1786, asombrado por sus
canales, sus puentes y las góndolas que surcaban sus aguas, la llamó
“república de castores”.
Notas sobre Venecia
es un libro fecundo en detalles y ameno, que se deja leer gratamente
porque contiene esa salsa picante que tanto gusta al lector curioso
de redescubrir lugares, detalles históricos y perspectivas
particulares, a través de la mirada e impresiones de alguien
propenso al asombro, como es la voz del poeta, con las palabras
justas y necesarias para atraparnos en sus hallazgos e involucrarnos
con su crónica en un paseo intemporal por una ciudad única y
asombrosa como Venecia. Dice Juan Lamillar que
aquí se cumple, como en ningún otro lugar, la intencionalidad del
famoso aforismo de Oscar Wilde
que implora lo siguiente: “A mí dadme lo superfluo, que lo
necesario todo el mundo puede tenerlo”. De hecho, esta decantación
tan veneciana por lo aparente y refinado, subrayada en estas notas,
dio lugar a inventos singulares originados allí, como la diplomacia,
el impuesto sobre la renta, la estadística, la deuda del Estado, la
lotería, el ghetto o los espejos de cristal.
Lamillar
se prodiga, sin tener que acudir a los excesos retóricos, en
rescatar datos y citas literarias para ilustrar sus notas y llevarlas
a su bitácora, haciendo de su propia lectura una guía sentimental
veneciana con sus realidades y espejismos, sin ocultar su miedo a la
vorágine turística que origina este punto de destino universal tan
anhelado para el viajero, como vaticinando lo que Dickens
ya aludía en sus Estampas de Italia:
“He pensado en este extraño sueño en el agua, preguntándome si
seguirá aún allí y se llamará Venecia”.
Estamos
ante un jugoso texto, un libro hermoso, elaborado con destreza y mimo
sobre la Venecia de la pintura, la Venecia de la música, la Venecia
de los libros. El lector amante de la curiosidad histórica o de los
ecos literarios sobre escritores viajeros, encontrará en estas notas
de Juan Lamillar un
territorio propicio para el deleite intelectual gracias a la sutil
erudición que lo sostiene y a la eficacia narrativa de su autor,
capaz de suspender el tiempo a tu alrededor en torno al hechizo de
esta ciudad que hace que todo el mundo se enamore de ella.
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