Según
algunos empiristas, como John Locke,
la mente con la que nacemos es una pizarra en blanco, una tábula
rasa. Todo lo que sabemos proviene de nuestras experiencias, de lo
que aprendemos mientras vivimos. Dicho en términos más coloquiales,
son producto de la cultura, no de la naturaleza. Nacemos con una
plantilla mental incorporada que determina la forma en que percibimos
e interpretamos el mundo. La realidad social es un monitor muy
poderoso que afecta y altera nuestra experiencia. Creemos que su
influencia es muy determinante, pero, a veces, parece que estamos a
salvo de su perímetro de interés, ajenos a su vecindad y reflejo.
Es
el deseo quien estimula, con mayor énfasis, esa necesidad de
aprendizaje, de aprehender el mundo que nos rodea. El deseo es el
motor de la vida. Y en esa aceptación pública del deseo, el mercado
no escatima dinero y tiempo. Primero se fabrica, y luego se induce la
necesidad de lo fabricado. Todo consiste en convertirse en economía
de la oferta. Su función prioritaria, por tanto, es producir sujetos
deseantes. Pero en ese escaparate del capricho, la atención se
vuelve caprichosa y perversa, produciendo una deriva social poblada
de insatisfacciones y desequilibrios sangrantes.
La
precariedad de los trabajos creativos funcionan como consecuencia de
esta deriva, viene a decirnos Remedios Zafra
(Zuheros, Córdoba, 1973), escritora y profesora de Arte, Estudios
Visuales y Cultura Digital en la Universidad de Sevilla, en su libro
El entusiasmo,
obra ganadora del Premio
Anagrama de Ensayo 2017,
un alegato sobre la realidad preocupante del momento en torno al
trabajo de quienes se dedican en cuerpo y alma a la creación
artística. Este es un libro expuesto al mundo de la cultura pero que
infiere mucho en las consecuencias sociales que el mercado laboral
precario de estos tiempos trae consigo, donde la inmediatez y la
incertidumbre campean a sus anchas. La precariedad es moneda común y
predominante en un mundo camuflado y conectado las veinticuatro horas
del día a la red, como el que impera en la actualidad.
Zafra
nos pone ante el monitor de una realidad social preocupante y
menesterosa por su inestabilidad laboral por medio de la figura de un
personaje que viene a narrar lo que le sucede. Sibila
es una mujer entusiasta, como mucha gente trabajadora dedicada a la
elaboración de proyectos creativos, que asiste aturdida a un panel
mal remunerado y que, en ocasiones, solo le ofrece visibilidad en la
red como promesa de una carrera prometedora a cambio de su trabajo.
Vivir de las expectativas no parece el pago debido ni tampoco la
manera más justa de corresponder a un salario justo. “La libertad
mengua cuando no hay dinero y sí expectativa –subraya–, cuando
el vivir se sostiene difícilmente sobre una superficie demasiado
inestable que precisa unos mínimos de energía y sustento.”
Los
entusiastas a los que alude Zafra
están imbuidos en sus sueños y en sus expectativas, pero no dejan
de estar en conflicto permanente con la realidad cotidiana y con la
conectividad de la red. Ahí radica el verdadero problema, porque lo
que moviliza el interés de un entusiasta no es otro que “dedicarse
a su pasión, transformar su vulnerabilidad económica en libertad”.
Precariedad y sumisión conforman un binomio presente en las páginas
de este libro, adscrito al bagaje del entusiasta atrapado por el
sistema, como algo aceptado, un espejismo a todas luces muy común en
muchos trabajos culturales que circulan libremente por la red.
La
velocidad y la competencia, por otra parte, conforman, más si cabe,
la precariedad en la remuneración del trabajo y, sin embargo, no
impide que esta situación deje de provocar entusiasmo, todo lo
contrario. Para Sibila
esto impulsa más su entusiasmo, sus expectativas por alcanzar nuevos
proyectos darán pie a tomar más riesgos y más prisas. Trabajar con
más calma y concentración queda muy lejos para ella.
La
observación, la empatía y el análisis son las armas que utiliza
Zafra en su ensayo
para hablarnos de lo que se esconde detrás de las apariencias del
campo creativo, y de las vidas expuestas de sus actores a la
exigencia de un sistema inflexible, severo e inmisericorde, como el
que establece esta era moderna.
El entusiasmo
es un libro rotundo que viene a encender el foco sobre esa imagen
social de precariedad que se ha establecido en este siglo XXI en el
que la incertidumbre laboral y las inclemencias del sistema
capitalista zarandean las vidas de tanta gente incauta que navega
bajo el caudal pavoroso de un entusiasmo delicuescente, sometido al
futuro aplazado y a la esperanza de un trabajo indefinido mejor
pagado.
Tengo
que decir que este libro es la bomba. Necesitamos escritores
incendiarios que derrochen inteligencia y voluntad de acercar temas
candentes y controvertidos, que nos despierten del limbo en el que
vivimos, que arrojen luz y metan sus dedos en las heridas. Remedios
Zafra lo ha hecho de manera
explosiva y sagaz.
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