martes, 16 de enero de 2018

Futuros aplazados

Según algunos empiristas, como John Locke, la mente con la que nacemos es una pizarra en blanco, una tábula rasa. Todo lo que sabemos proviene de nuestras experiencias, de lo que aprendemos mientras vivimos. Dicho en términos más coloquiales, son producto de la cultura, no de la naturaleza. Nacemos con una plantilla mental incorporada que determina la forma en que percibimos e interpretamos el mundo. La realidad social es un monitor muy poderoso que afecta y altera nuestra experiencia. Creemos que su influencia es muy determinante, pero, a veces, parece que estamos a salvo de su perímetro de interés, ajenos a su vecindad y reflejo.

Es el deseo quien estimula, con mayor énfasis, esa necesidad de aprendizaje, de aprehender el mundo que nos rodea. El deseo es el motor de la vida. Y en esa aceptación pública del deseo, el mercado no escatima dinero y tiempo. Primero se fabrica, y luego se induce la necesidad de lo fabricado. Todo consiste en convertirse en economía de la oferta. Su función prioritaria, por tanto, es producir sujetos deseantes. Pero en ese escaparate del capricho, la atención se vuelve caprichosa y perversa, produciendo una deriva social poblada de insatisfacciones y desequilibrios sangrantes.

La precariedad de los trabajos creativos funcionan como consecuencia de esta deriva, viene a decirnos Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973), escritora y profesora de Arte, Estudios Visuales y Cultura Digital en la Universidad de Sevilla, en su libro El entusiasmo, obra ganadora del Premio Anagrama de Ensayo 2017, un alegato sobre la realidad preocupante del momento en torno al trabajo de quienes se dedican en cuerpo y alma a la creación artística. Este es un libro expuesto al mundo de la cultura pero que infiere mucho en las consecuencias sociales que el mercado laboral precario de estos tiempos trae consigo, donde la inmediatez y la incertidumbre campean a sus anchas. La precariedad es moneda común y predominante en un mundo camuflado y conectado las veinticuatro horas del día a la red, como el que impera en la actualidad.

Zafra nos pone ante el monitor de una realidad social preocupante y menesterosa por su inestabilidad laboral por medio de la figura de un personaje que viene a narrar lo que le sucede. Sibila es una mujer entusiasta, como mucha gente trabajadora dedicada a la elaboración de proyectos creativos, que asiste aturdida a un panel mal remunerado y que, en ocasiones, solo le ofrece visibilidad en la red como promesa de una carrera prometedora a cambio de su trabajo. Vivir de las expectativas no parece el pago debido ni tampoco la manera más justa de corresponder a un salario justo. “La libertad mengua cuando no hay dinero y sí expectativa –subraya–, cuando el vivir se sostiene difícilmente sobre una superficie demasiado inestable que precisa unos mínimos de energía y sustento.”

Los entusiastas a los que alude Zafra están imbuidos en sus sueños y en sus expectativas, pero no dejan de estar en conflicto permanente con la realidad cotidiana y con la conectividad de la red. Ahí radica el verdadero problema, porque lo que moviliza el interés de un entusiasta no es otro que “dedicarse a su pasión, transformar su vulnerabilidad económica en libertad”. Precariedad y sumisión conforman un binomio presente en las páginas de este libro, adscrito al bagaje del entusiasta atrapado por el sistema, como algo aceptado, un espejismo a todas luces muy común en muchos trabajos culturales que circulan libremente por la red.

La velocidad y la competencia, por otra parte, conforman, más si cabe, la precariedad en la remuneración del trabajo y, sin embargo, no impide que esta situación deje de provocar entusiasmo, todo lo contrario. Para Sibila esto impulsa más su entusiasmo, sus expectativas por alcanzar nuevos proyectos darán pie a tomar más riesgos y más prisas. Trabajar con más calma y concentración queda muy lejos para ella.

La observación, la empatía y el análisis son las armas que utiliza Zafra en su ensayo para hablarnos de lo que se esconde detrás de las apariencias del campo creativo, y de las vidas expuestas de sus actores a la exigencia de un sistema inflexible, severo e inmisericorde, como el que establece esta era moderna.

El entusiasmo es un libro rotundo que viene a encender el foco sobre esa imagen social de precariedad que se ha establecido en este siglo XXI en el que la incertidumbre laboral y las inclemencias del sistema capitalista zarandean las vidas de tanta gente incauta que navega bajo el caudal pavoroso de un entusiasmo delicuescente, sometido al futuro aplazado y a la esperanza de un trabajo indefinido mejor pagado.

Tengo que decir que este libro es la bomba. Necesitamos escritores incendiarios que derrochen inteligencia y voluntad de acercar temas candentes y controvertidos, que nos despierten del limbo en el que vivimos, que arrojen luz y metan sus dedos en las heridas. Remedios Zafra lo ha hecho de manera explosiva y sagaz.

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