Leer
es, probablemente, una de las maneras más fructíferas de poseer y de
sentir la multiplicación de yoes, y de ellos reflejados, en una
tarea que, a la postre, se convierte en una celebración del
nosotros, de la parte sencilla y secreta de lo que somos y nos
conforma. La lectura, como subraya Giulia Alberico,
es ese hilo de Ariadna
que se desenreda y, mientras se sujeta un cabo, puedes encontrar
minotauros que te persiguen en una estancia tras otra, “negociar
con las sombras”, por usar una expresión con la que Margaret
Atwood se refiere a la
escritura, ese oficio capaz de rastrear en lo cotidiano la esencia de
nuestra existencia.
Desde
esa perspectiva mítica, La hazaña secreta
(Turner, 2018), el último libro de Ismael Grasa
(Huesca, 1968), transita por el laberinto de lo común y cotidiano de
nuestras vidas, sin la pretensión de sortear seres fantásticos ni
fabulosos, sino con la idea de posar la mirada y la reflexión en ese
transcurrir de la existencia en la que el tiempo enseña a asumir los
trazos definitorios del estar diario.
Grasa,
profesor de Filosofía, que se dio a conocer con su novela De
Madrid al cielo (1994),
finalista del Premio
Herralde, ha continuado
una trayectoria literaria cargada de sutilezas y hallazgos que han
ido conformándole, para muchos, en un escritor de culto. Es autor de
libros de relatos y de viajes. En 2002 escribe La
tercera guerra mundial, una
novela breve que viene a constatar que lo más surrealista se haya
pegado al quehacer diario, y en 2016 publica Una
ilusión, un libro encajado
en la auto-ficción, que vierte su mirada hacia la vida y
adolescencia de su autor así como al oficio de escribir, una crónica
desatada en la que reflejar su itinerancia de vida y literatura.
Ahora,
en La hazaña secreta,
un título seductor y vívido, vuelve Grasa
a tomarle medidas al tiempo y el pulso a la auto-ficción, entablando un diálogo con el lector, al que invita en sus
reflexiones y perplejidades a participar de los asuntos domésticos
que además les surten de experiencias e información desde sus
rutinas y rituales diarios, motivado por las ganas de emparentarse
con la vida común que nos une a todos. Dice al principio: “En
ocasiones nos quedamos con la sensación de que deberíamos haber
dirigido unas palabras a alguien en lugar de quedarnos callados”.
Desde
ese inicio intencionado, en apenas noventa páginas, irá
desgranando, en las cuarenta y siete piezas sin enumerar que componen
su opúsculo, toda esa tarea en la que consiste el heroísmo de lo
cotidiano, como decía Montaigne,
al que cita en más de una ocasión. Grasa
sabe que en la literatura todo es cuestión de medida: un poco más,
algo menos..., como la vida misma que diría Antonio
Machado en uno de sus
proverbios. Por eso el diseño de su libro se encamina al
aprovechamiento de lo que se puede volcar en no más de dos páginas,
lo suficiente para albergar una experiencia, un matiz de vida:
afeitarse, limpiar los zapatos o hacer la cama, para enlazarlo con el
gozo de hacer sobresalir ese ritual.
Las
lecturas y citas que aparecen en cada entrada de este diario fingido
son alumbramientos que suscitan el interés por no abandonar la
actividad de seguir aprendiendo. “Uno no puede pretender saber de
todo –subraya Grasa–,
pero debería dar razones de todo lo que hace”. Y añade: “cuando
uno está bien y está a solas permite que el mundo descanse un poco,
incluso de uno mismo”.
La hazaña secreta
es un ejercicio de la memoria, una obra que encierra una teoría
experimental del aprovechamiento del día, como bien decía al
respecto el pintor Pepe Cerdá,
otro de los citados: “un día es una cosa muy seria”, que nos
muestra las posibilidades que ofrece el devenir de cada jornada que
se nos presenta, en la que nos llevan a profundizar en esa levedad
rutinaria que llamamos costumbre.
Ismael Grasa
incide en que “por más que una persona siga una vida sedentaria y
común a los ojos de los demás, nunca se puede decir que no esté
llevando a cabo alguna clase de viaje”. Uno tiene la impresión de
estar leyendo un manual de buenas costumbres, pero también parece
encontrarse ante un tratado reducido de filosofía de lo que acontece
discretamente alrededor de la vida, bajo un impulso espontáneo que
nos lleva a interpretar con sutileza, desde un punto de vista ético,
todo aquello que nos rodea.
Lo
persuasivo de todo el libro es ese cariz de aproximación de la prosa
a la poesía que conlleva el texto, pleno de asombro e intuición,
que no es más que el reflejo común y sencillo de mirar con gratitud
la propia vida, como posibilidad de hacerla más entendible y jugosa.
La hazaña secreta
contiene la respiración, el latido y la verdad del hecho de vivir,
sin impostura. No es un libro concebido como una fragata para
llevarnos a tierras lejanas, como diría Emily Dickinson,
sino más bien una balsa para manejarnos por el ámbito doméstico en
asuntos que damos por hecho y en los que conviene reparar.
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