“Fangio
sugiere que ganar es más que un mero asunto de velocidad, que ser
veloz es más que un mero asunto de velocidad. Que la clave reside,
ante todo, en el arte de elegir los momentos de lentitud y la menor
lentitud para cada uno de ellos. Como si el rol de un piloto no
consistiese en saber cuándo puede pisar el acelerador, sino al
revés: cuándo y cuánto es necesario y útil dejar de pisarlo. Una
velocidad ideal, construida y salvaguardada por medio de reticencias,
por obra de sabias desaceleraciones”. Así refiere el joven
narrador de Faster
(Impedimenta, 2019), la nueva novela de Eduardo Berti
(Buenos Aires, 1964), cómo Juan Manuel Fangio,
el gran mito de Fórmula
1, ganador de cinco
títulos mundiales, encendía el motor de sus recuerdos y narraba sus
sensaciones a bordo de su monoplaza.
“Correr
es la vida. Todo lo que sucede antes o después no es más que
esperar”, cuenta más adelante el narrador esto que bien podría
haber salido de la boca del campeón argentino,
pero que, en verdad, fue dicho por Steve
McQueen
en la película Le
Mans
del año 1971, un guion que se inspira en la legendaria carrera de
resistencia 24 Horas de Le Mans, para desvelarnos que mucho de lo que
encierra esta novela breve no es más que un compendio de recuerdos
fugaces y vivencias de la memoria, en la que el tiempo no es elástico
pero el recuerdo sí que lo es, y la velocidad de las cosas no hacen
más que dar prueba de ello.
Todo
lo que impulsa al narrador de este entretenidísimo relato es el
recuerdo de una tarde azarosa en la que él y su amigo Fernán,
dos chicos de apenas catorce años, se proponen crear una revista y
lanzarla con un primer número en el que incluirían una entrevista
con el gran Fangio,
una leyenda viva de las cuatro ruedas, cuya figura, incluso, en su
retiro siguió agigantándose. Ese día ambos colegas van a su
encuentro al concesionario de coches que regentaba. Esta iniciativa
dará pie, no solo a forjar la vocación periodística de ambos, sino
también a estrechar la amistad de uno con el otro. Ambos son
entusiastas de los Beatles,
y, en especial, de George
Harrison,
gran apasionado a los coches y fan del corredor Emerson
Fittipaldi.
Con
estas mimbres, Berti
nos entrega una novela plena de emoción bajo el hilo conductor de
aquella incipiente revista que, al cabo del tiempo, rescatada de la
buhardilla del narrador, nos llevará a los años juveniles de
Fangio,
que marcarían su apego e ilusión por los motores: “Yo, a los
quince años, era prácticamente un mecánico. Era ajustador de
autos. Y desde los diez u once años iba al taller, después de la
escuela, a limpiar piezas y cosas por el estilo. Como me gustaba
mucho todo eso, fui aprendiendo cada vez más. No había libros en
esos tiempos y todo era práctica”.
Y
mientras se sucede la entrevista y se desvelan las sensaciones del
viento en carrera, la llegada a la meta y el recuerdo de otros
grandes corredores, la presencia de George
Harrison
se hace hueco en el relato, cuando se evoca sin nombrarlo a Ronnie
Peterson,
piloto sueco fallecido en Monza en 1978, al que el cantante inglés,
al año siguiente, le dedicó su canción Faster
y que Berti
toma para poner título a su historia nacida de aquel viejo episodio
juvenil en el que el autor y un amigo procedieron a jugar a
periodistas.
Por
la novela transcurre una atmósfera que mezcla, sin estridencias, lo
sentimental y lo nostálgico que se intercalan entre las revelaciones
del corredor y las confidencias que el narrador va soltando de su
amigo Fernán
y algunos miembros de su familia. El relato va alternando fragmentos de la vida del mítico campeón de automovilismo
y las inquietudes de estos dos aprendices de periodistas que vienen a
confluir en la paradoja inexorable del paso del tiempo, como la
velocidad de un bólido en un circuito.
Faster
se presenta bajo ese prisma metafórico, como si después de un
acelerón en recta diera paso a una curva que requiere quitar el pie
y pisar el freno. Transita por ese juego narrativo de giros al pasado y vueltas
al presente, como los coches que compiten en carrera,
pasando una y otra vez por línea de meta. La novela va girando, como
lo hace un vinilo y las ruedas de un monoplaza, sin salirse del surco
ni de la trazada, de tal manera que permite que el lector se acople
en la trama del relato con suma facilidad y frescura, aleccionado por
las palabras del narrador que le advierte que en esta historia “lo
fundamental es cierto, los detalles son inventados”.
Llegados
a este punto final, diremos que Berti
vuelve de nuevo a hablarnos de la vida y de los afectos por medio de
dos de sus temas favoritos: la auto-ficción y la memoria, y lo hace
con esta hermosa novela, ligera e intensa, con tanto vuelo, como
pausa, que acredita su imaginación y valía.
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