martes, 26 de marzo de 2019

Escoger cómo vivir


La lección que se extrae de las enseñanzas de los filósofos es que la felicidad, en efecto, es el mayor bien, pero un bien que exige esfuerzo, paciencia, perseverancia y tiempo. Por eso hay que insistir en que la felicidad es, más que nada, una búsqueda. No es una tarea fácil ni una especie de destino que nos aguarda y llegará inevitablemente […] La felicidad es la búsqueda de la mejor vida que está a nuestro alcance”. En estas líneas se encierra el núcleo del contenido de La búsqueda de la felicidad (Arpa, 2019), el nuevo libro de Victoria Camps (Barcelona, 1941), filósofa, articulista, catedrática de Filosofía moral y política de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro actual del Consejo de Estado.

Camps se ha centrado mucho últimamente en abordar los sentimientos como factor importante en la toma de decisiones del ser humano, tratando de aminorar esa visión del hombre como un ser muy marcado por lo racional que echa a un lado los dictados del corazón. Esa visión del ser, requiere para ella un enfoque, no únicamente como un ser racional sino teniendo en cuenta su dependencia como ser emocional. Además de estos estudios, son muchos los grandes temas filosóficos que la catedrática barcelonesa ha tratado en libros y revistas a lo largo de su dilatada carrera, desde el interés por la religión, la filosofía del lenguaje y todas las vertientes de la ética, hasta la utilidad de la filosofía para aprender a dudar y, en definitiva, para aprender a vivir.

Ahora, con La búsqueda de la felicidad, rescata un asunto milenario sobre el que los filósofos griegos pensaron con mucha insistencia. Para ellos, la palabra que con más exactitud expresaba el concepto de felicidad era eudaimonía, que quiere decir buen destino, buena suerte, que viene a determinar el sentido y el fin de la existencia. De esta idea parte este ensayo, pero lo que se destaca es cómo la vida, con sus contratiempos pequeños, medianos y realmente grandes, que surgen a cualquier hora del día, con esa manera de aparecer y pillarnos desprevenidos, frustrando cualquier planificación, lleva de manera clara su sello argumentativo de algo de lo que ya no deberíamos apartar nuestras ganas, aunque resulte difícil, de manejarnos en esa aspiración de saber escoger cómo vivir.

¿Cómo es posible que no nos hayamos percatado antes de ello y no nos hayamos dejado convencer de que la vida está ahí para disfrutarla con agradecimiento y que el hombre existe para ser feliz? Antes bien, nos viene a decir, estos percances se presentan como algo destinado a despertarnos y asumir que la vida es una acumulación de tareas por resolver. Subraya Camps que “hoy corresponde a los poderes públicos de los estados de derecho esforzarse en poner las condiciones que hagan posible para todo individuo la felicidad”. Y añade inmediatamente que llegar a ella requiere una cierta actitud; podría ser inútil si uno no sabe aprovechar la oportunidad. El arte de vivir, nos dice, es un aprendizaje. Supone aceptar que somos seres limitados, “que somos contingentes”, que no todo depende de nosotros, y, por tanto, que el devenir es incierto.

Esa es la razón que está en el centro de estas páginas: ¿cómo se consigue una vida feliz? ¿A qué es necesario renunciar para alcanzarla? ¿Qué hay que cambiar de nuestra conciencia individual para ponernos en el camino? Camps recuerda que la búsqueda de la felicidad es una empresa individual y que no es un estereotipo universal aplicable a todas las personas. Sin embargo, insiste en que el estado del bienestar tiene que estar por la labor de propiciar la mejora social para que el individuo salga de esa precariedad que le produce angustia y, en consecuencia, debe poner en marcha las medidas para que este pueda llevar una vida propia que le permita que ese deseo de vivir felizmente no se desvanezca.

Cita a Aristóteles, a Montaigne, a Séneca, a Cicerón, a Nietzsche, y a otros muchos ilustres escritores que, a pesar de haber sido desgraciados, fueron hombres en pos de la felicidad, pensadores sabios que asumían que la realidad es a veces un cúmulo de desgracias a las que no nos queda más remedio que afrontar con dignidad. Todos llegan a una misma conclusión: en la vida hay cosas cuyo cambio depende de nosotros y otras que no. Para saber afrontar esta evidencia, acude la autora a esa idea de Spinoza de perseverar en el ser, dar de sí todo lo que se puede para lograr alegría, el gozo sostenido de vivir y no cesar en el empeño.

La búsqueda de la felicidad es un ensayo bien armado de argumentos, un texto breve y jugoso, expositivamente claro y al alcance del lector de a pie, escrito con sencillez y destreza en el que se nos viene a decir que esa idea de anhelo de felicidad consiste, básicamente, en saber escoger el sentido que le demos a la vida. Y a lo que muchos filósofos dijeron al respecto, como que, en ese camino de libertad, la amistad es fundamental y la educación es prioritaria. Victoria Camps añade la cultura, como verdadera autoayuda y esperanza. Para no perdérselo.


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