“Somos
un territorio lleno de vida. De personas, de historias, de oficios,
de comunidades. Somos pastoras, jornaleras, agricultoras, arrieras,
aceituneras, ganaderas. Somos la mano que cuida y que ha hecho
posible que los lugares que hoy se consideran parques nacionales y
naturales de este país lo sean. Por la acción de los pastores con
sus rebaños. Por la ganadería extensiva. Por tantos hombres y
mujeres que trabajaron en el campo y crearon un vínculo único y tan
especial como el de animal, persona y medio. Y los que nos dedicamos
a la tierra sólo formamos una parte de la diversidad del medio
rural”.
Así
se explica María Sánchez
(Córdoba, 1989), a modo de justificación y tributo, sobre la gente
que habita el medio rural, especialmente, sus mujeres, que son las
que conforman la génesis de este estupendo libro suyo, Tierra
de mujeres (Seix Barral,
2019), un ensayo inteligente que aborda el papel de las mujeres en el
campo y en el que se da respuesta a esa idea de la España vacía,
apostando, más que por un rescate de la mano de la literatura, por
el reconocimiento y recuperación de la voz de quienes hacen posible
su persistente existencia. “Quiero que este libro se convierta en
una tierra donde poder asentarnos todos y encontrar el idioma común”.
Y añade: “Una tierra donde sentirnos hermanos, donde reconocernos
y buscar alternativas y soluciones”.
“Sin
la mano que cuida, sin la voz que ordena, comportamiento y especie
están destinados a desaparecer”, dice uno de los muchos e intensos
versos de su libro Cuaderno de campo
(2017), un poemario luminoso que sacude la verdad de lo que importa
en el campo: la tierra, su ámbito y los que la cuidan. Podemos decir
que este nuevo libro de Sánchez
surge de las brasas de aquella obra, con la idea de continuar y
desmadejar ese hilo nada complaciente de la realidad del campo y
adentrarse más allá de sus márgenes para darle visibilidad y
señalar la ausencia clamorosa e inexplicable que ha tenido de
siempre la mujer en lo que se hace, se cuenta y se sabe en este
ámbito, una verdad ineludible que exige una visualización y una
reparación inmediatas.
Lo
bueno de este libro es que está escrito con una madurez literaria
que sorprende. Cuando alguien tan joven y con ese talento narrativo,
de prosa fluida y mirada poética, aborda el género ensayístico con
tanta decisión y se implica tan de lleno en su testimonio, al lector
no le queda más remedio que, encandilado, ponerse a ras del suelo y
dejarse llevar por ese sendero lúcido y riguroso tan bien trazado. Y
eso es lo que ocurre con este texto, cuya pericia radica en que desde
el primer momento su autora se despoja de todo artificio y convoca al
lector a conocer su biografía, su familia, su casa y su pasión por
la literatura. Hija y nieta de veterinarios, también ejerce la misma
profesión que ellos: “Soy lo que soy gracias a mi infancia. Desde
pequeña, siempre supe que quería ser veterinaria de campo, como mi
abuelo”.
Desde
la realidad de sus vivencias, María Sánchez
nos desvela su mundo familiar para ahondar en la vida de todas las
mujeres silenciadas que se entregaron a las labores del campo con
igual empeño que al cuidado y educación de sus hijos, en contraste
con los hombres que, por tradición, heredaron el gobierno de la
labranza y su dominio. En ese sentido, irrumpe en la conciencia de la
mujer y del hombre para no olvidar de dónde venimos, quiénes fueron
nuestras madres e interpelarnos para poner el acento en más
protagonismo femenino y cambiar algunos conceptos atribuidos al
designio. Tierra de mujeres
es un ensayo íntimo y personal que tiene también espíritu de
manifiesto, de arenga feminista y, desde luego, de análisis del rol
de la mujer y de su cometido en la aldea, sea agricultora, ganadera,
peluquera o ama de casa.
Para
María Sánchez es su
presente y su realidad quienes le despiertan la necesidad de su
escritura que aquí se presenta en forma de ensayo, pero que, a su
vez, es una crónica, un relato vivencial, un ejercicio de profundo
conocimiento y quemazón, de querer aferrarse al medio rural, “un
territorio lleno de vida”. Dice que cada día tiene más claro por
qué escribe y mucho tiene que ver con ese apego innato suyo a la
tierra: “Nuestro medio rural morirá si no sabemos transmitir a los
que vienen su importancia y su cuidado. Y no sólo nuestro medio
rural, sino toda la biodiversidad que vive en él, nuestros pueblos,
nuestras costumbres, nuestras historias”.
Lo
que viene a confirmar, como decía Ribeyro,
que “para escribir no es necesario ir a buscar aventuras. La vida,
nuestra vida, es la única, la más grande aventura”. Tierras
de mujeres es justamente eso,
una aventura vindicativa, un alegato de la vida, una manera de meter
la vida en un libro y tomarle medidas al tiempo.
con tu permiso: unas cuantas visiones (novelas, ensayos, poemas, reportajes, documentales, comics...) sobre el medio rural https://librosyaguardientes.blogspot.com/2018/03/visiones-novelas-ensayos-poemas.html
ResponderEliminarMe interesa. Voy al link. Gracias, Jose.
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