viernes, 24 de septiembre de 2021

Un escenario maldito


“Había oído hablar mucho de D’Annunzio antes de llegar a Italia. Por entonces se vertían todo tipo de opiniones sobre él: desde que era un genio insatisfecho y ególatra a que era el mejor escritor de principios de siglo. También se decía que era un nacionalista o un militarista demente. Sin duda era el personaje más complejo que había dado su patria en generaciones y representaba bien el deseo de recobrar en el terreno de las armas el empaque que habían forjado otras naciones mayores...”

El narrador de Fiume (Pre-Textos, 2021) condensa en este párrafo, que el lector encontrará en las primeras páginas del libro, el motivo que le induce a fijar la pericia de su relato sobre este personaje y lo que derivaría después. Su autor, Fernando Clemot (Barcelona, 1970) que ha publicado varios libros de cuentos entre los que destacan Estancos del Chiado (2009), con el que fue galardonado con el Premio Setenil, y La lengua de los ahogados (2016), dirige la revista Quimera, y también ha editado un interesante ensayo sobre narrativa creativa titulado Cómo armar y desarmar un relato (2014). En esta ambiciosa e intensa novela de ahora, indaga la historia convulsa de la fundación del Estado de Fiume en 1919, un escenario auspiciado por el escritor Gabriele D’Annunzio con tan solo doscientos voluntarios, que concita a una reflexión necesaria sobre el discurso enardecido, sus consignas, alcance y consecuencias del fascismo.

Estructurada en nueve capítulos, la figura de D’Annunzio alternará con pasajes de la propia vida del narrador protagonista que nos contará su experiencia y su realidad de ahora. Remarcará sin tibieza que lo que surgió de aquella impronta patriótica se convertiría, inevitablemente, en un movimiento reaccionario sin precedentes que buscaba la imitación gloriosa del pasado, pero que, a su vez, luchaba contra el fracaso de las políticas del presente. Il Vate, como se le conocía en su época, así como los primeros teóricos del fascismo, aprovecharon el desencanto popular del momento para dotarlo de una pátina fuerte y atractiva para sumar y seducir a una importante masa de la población que pedía algo nuevo y diferente a la realidad circundante.

El narrador, Tristram Vedder, es un periodista norteamericano ya retirado, un hombre escéptico y nada engreído, con mucho mundo visto, que regresa al escenario de treinta años antes para desempolvarnos aquel movimiento que despertó tanto interés internacional, y que a él le fascinó en sus inicios, pero del que acabó horrorizado por sus fechorías, excesos y fanatismo. Clemot toma como narrador a un hombre de otro continente y cultura. Con esta elección, poniendo además la distancia necesaria del tiempo, consigue, y eso es uno de los logros destacados del libro, reportar un juicio ajustado y una mirada más valiosa con la que mostrarnos mejor el relato de lo que verdaderamente sucedió en aquella ciudad de la costa croata.

Por otro lado, la novela contiene en sí misma un paisaje emocional en el que se mira Tristam, un hombre que en su madurez tardía se halla envuelto en un laberinto de nostalgia en el que el dolor se rememora. La compañía de Cynthia, su mujer, ya no parece satisfacerle, el amor presenta ya costuras de desgaste. A esto se añade el escenario en decadencia por el que ambos pasean juntos, y a pesar de la belleza de una Italia que siempre expresa la hermosura de su luz y su clasicismo, sus sombras se proyectan dentro de él. Aflora, por tanto, el vacío familiar ocasionado por la muerte de su hijo en la campaña de Italia de la Segunda Guerra Mundial, motivo de su regreso allí para conocer el lugar donde perdió la vida. Todo esto hace que la novela sea en realidad una vuelta al pasado, pero, a su vez, un paseo sentimental por el tiempo, el amor y la pérdida.

El hilo narrativo intercala los tiempos de la acción conforme se presta al capricho de la memoria. Hay pasajes contundentes en la novela, escenas indelebles, así como recuerdos vividos. Destaca entre otros el retrato de un D'Annunzio teatral y engreído, los caballos muertos en el frente bélico del Somme, el ambiente de celebración en las calles de Fiume, pero también el aire amenazador se deja notar en el transcurso de los acontecimientos. Momentos frenéticos contados con detalle y chispa poética, un ardid narrativo en el que se funde el dramatismo vertiginoso con la belleza descriptiva de la ciudad, como si todo lo antiguo tuviese las horas contadas.


Las descripciones, por tanto, y la forma de narrarnos lo que pasó, así como nos va situando en aquel lugar histórico es tan verosímil que reverbera el buen trabajo de documentación que el autor ha sido capaz de reunir y clasificar para contarlo con esa cercanía que otorga el relato en primera persona y darnos a conocer la vulnerabilidad del ser humano, la capacidad manipuladora que tiene el poder para manejarnos a su antojo, para arrastrarnos, aunque nos consideremos meros espectadores, como Tristam Vedder.

Fiume es una novela sólida y bien escrita, comprometida, no solo con la historia, sino con la técnica para contarla con efectividad a través de una voz narrativa potente y portadora de un doble viaje por el tiempo y la memoria personal de su protagonista. Creo, además, que existe una ética en su lectura, como indagación hacia dónde vamos, un compromiso que es tanto político como privado, que tiene también que ver con el sentido de pasar sus páginas y seguir sus renglones. Igual que creo que, más allá de las intenciones del autor y más allá de las esperanzas del lector, un buen libro, como le ocurre a este, puede lograr acercarnos a una mejor perspectiva de la historia conjugando con eficacia la verdad literaria que lo impulsa.


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