Volver
a leer relatos de Pedro Ugarte (Bilbao, 1963) es emprender una
excursión llena de desafíos por suelo urbano. Ya comenté en este
blog, allá por el mes de junio, mi descubrimiento literario del
escritor bilbaíno. El tren da para mucho y, en
asuntos literarios, es una fuente inagotable de creación para los
escritores, y de aventuras y tedio para nosotros, los lectores. De
manera que, cuando reseñé su última publicación de relatos, El
mundo de los cabezas vacías, sabía que Ugarte ya me
había narcotizado a través de Jorge, el protagonista multiforme de
sus historias. Ahora sé que su liturgia literaria y las peripecias
de sus personajes me han convertido inevitablemente en acólito
lector de su narrativa.
Ha
transcurrido casi cinco meses desde aquel suceso y ahora lo evoco,
después de haber leído el libro de relatos homónimo del cuento que
escuché primeramente en el talgo. Mañana será otro día
es un texto publicado en 2005 en la editorial Lengua de Trapo
que recoge doce historias en las que el escritor vasco proyecta una
visión particular, llena de ironía, sobre tramas urbanas por donde
desfila el ciudadano de hoy, ese individuo que se encuentra
encasillado en lo convencional y rutinario, pero desbordado cuando
las circunstancias o el destino le cambian el rumbo inesperadamente.
Pedro Ugarte es un creador de relatos cotidianos solvente,
nada cercano a lo mágico, y mucho menos a lo fantástico. Las
historias de Mañana será otro día se sumergen en las
cosas de todos los días: el mundo laboral, los diálogos de parejas,
el conflicto del dinero... En estos escenarios tan comunes discurren
estos episodios preñados de emotividad y lógica que se entrelazan continuamente.
En el relato que da título al volumen hay una incursión en los límites de la convivencia que deja sobrecogido a un joven matrimonio. Pero en el primero de sus cuentos, La buena estrella, la suerte de uno de los miembros de una familia representa un rol determinante para alertarnos de que a veces tener repetida la fortuna puede revertirse a peor. O en la historia entrañable del poeta que, como tantos otros, tiene que dedicarse a otro oficio ajeno a su vocación para sobrevivir, pero es, gracias a este revés, donde el poeta descubre algo esencial: lo que cuesta escribir.
En el relato que da título al volumen hay una incursión en los límites de la convivencia que deja sobrecogido a un joven matrimonio. Pero en el primero de sus cuentos, La buena estrella, la suerte de uno de los miembros de una familia representa un rol determinante para alertarnos de que a veces tener repetida la fortuna puede revertirse a peor. O en la historia entrañable del poeta que, como tantos otros, tiene que dedicarse a otro oficio ajeno a su vocación para sobrevivir, pero es, gracias a este revés, donde el poeta descubre algo esencial: lo que cuesta escribir.
Los
relatos reunidos en este libro son tan verosímiles como reales, hasta el punto de que hacen que hacen dudar sin son ficción o crónica periodística. Da que
pensar lo que a veces se confirma: que la ficción es más real que
la propia vida. La prosa de Ugarte es sorprendente, bien
acomodada a la voz y a la mirada de un narrador en primera persona
que se desenvuelve con asombrosa naturalidad. Al autor de Casi
inocentes le gusta transitar por el interior de los
personajes para extraer sus tribulaciones, tanto desde el prisma de
la convivencia de pareja, como en las relaciones con los vecinos o en
el puesto de trabajo. Esto que corresponde a la vida normal de
cualquier mortal, aquí, en Mañana será otro día, en
un instante se desborda y deviene de repente en algo sobrecogedor o
mezquino y, en muchos casos, disparatado.
A
Pedro Ugarte le gusta contar historias cercanas al lector
sobre la amistad, el amor, la familia y el trabajo. Los cuentos del
bilbaíno son como oficinas donde sus empleados intimidan sin
cortapisas hablando de sus vidas. En mi modesta opinión de lector
irredento de cuentos, después de la muerte del gran Medardo
Fraile, Ugarte toma el testigo como escritor en la misma
senda del memorable creador de El álbum. Con esta confesión,
no tengo escapatoria: seguiré releyendo al maestro grande del cuento
español, y continuaré experimentando con los dramas urbanos
próximos que publique el vizcaíno.
Pedro
Ugarte tiene el don de contar historias sencillas e íntimas,
con el vigoroso tino y cuidado que precisa la buena literatura, una
tarea que, como dijo Borges, consiste en sacrificar lo
insólito a lo eficaz, sin olvidar la amenidad y el interés.
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