martes, 14 de enero de 2014

La fatalidad de los genes


Hace unos años se publicó en España la novela El desierto y su semilla (451 Editores), de Jorge Barón Biza (Buenos Aires, 1942 – Córdoba, 2001), una historia estremecedora y excepcional, publicada con anterioridad en Argentina en 1998, en la que se conjuga literal y literariamente una tragedia familiar a partir del relato pormenorizado de la reconstrucción del rostro de una mujer. Casi siempre sigo las recomendaciones literarias de mi admirado Vila-Matas y presumo de no haber tenido, por ahora, ninguna lectura fallida de las sugeridas por el escritor catalán. Fue tanta la curiosidad que me sobrevino que hace más de un mes encargué esta única novela en la carrera literaria de su autor. El pedido se resistía y la pasada semana recibí un mail del distribuidor anunciándome que el encargo estaba expedito y en breve lo recibiría. Este lunes me llegó felizmente el ejemplar y me los embullí en una jornada.

El desierto y su semilla arranca con el relato del episodio más trágico de la historia del extraño matrimonio (padres del narrador) en el transcurso de la última reunión antes de sellar el divorcio: Arón (Raúl Barón Biza) lanza al rostro de su mujer, Eligia (Rosa Clotilde Sabattini) el contenido de una botella de ácido. Unas horas después, el ínclito criminal se pega un tiro en la cabeza. Mario, el hijo de la víctima, se ocupará de los cuidados clínicos requeridos para su madre. La historia deambula por Buenos Aires y Milán, un derrotero obligado en la búsqueda de la reparación del rostro calcinado de Eligia.

El desierto y su semilla es una novela de formación, narrada por su protagonista, el desamparado Mario. La publicación de este relato fue recibida en Argentina como una obra mayor, y se convirtió en una novela de culto por la crudeza de la historia y, sobre todo, por el equilibrio y distanciamiento con que es relatada, a pesar de lo autobiográfico del texto. Es ese distanciamiento sentimental deliberado del narrador que se aleja, sin darle al lector indicios sobre sus sentimientos, el que sostiene el tono narrativo propiciado por el autor para acabar como mero observador. Barón Biza escribió este libro único que le arrebató la posibilidad de escribir otra cosa, como un exorcismo letal, hasta culminar tres años más tarde, en septiembe del 2001, el último suicidio de su saga, tras el padre, la madre y la hermana. El legajo de Jorge Barón Biza es haber escrito un libro duro que indaga en la existencia, en los rincones opacos del ser humano y a pesar del tono desapasionado que exhibe, el lector percibe el estado lacerado del alma del narrador que el propio autor se empeñó en ocultar, hasta que la fatalidad de los genes se impuso al destino insorteable de la vida. La novela, además, esconde una metáfora de la vida política argentina y Barón Biza se ocupa en unas páginas memorables de comparar la cara descompuesta de la madre con el país y con la peripecia del cadáver embalsamado de Eva Perón, su antagonista política.



Concluyendo: El desierto y su semilla es un libro emocionante, sobrecogedor, escrito con una prosa clara y segura, mezcla de lirismo y lenguaje coloquial, que golpea al lector con vehemencia. Una gran novela en la que la mirada del narrador se muestra concentrada en la precisión de lo que cuenta, pero lo innegable es que el relato reboza de pulsión narrativa, de lo mejor que he leído últimamente; un hallazgo, una vez más, vilamatiano.

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