Leí hace dos años Campo de amapolas blancas, una
novela breve y extraordinaria de Gonzalo Hidalgo Bayal
(Higuera de Albalar, 1950), una historia conmovedora escrita en
primera persona donde lo más importante es el tono tan original en
que está contada. A partir de ese primer encuentro con el escritor
extremeño me sumergí en Conversación, un libro de
relatos repleto de confidencias y secretos.
Acabo de culminar La sed de sal, lo último de la
producción narrativa de Bayal, publicado en Tusquets,
el mismo sello editorial de sus anteriores obras. En esta ocasión,
Hidalgo Bayal propone con este sorprendente título una novela de intriga en la que un hombre
llamado Travel inicia un viaje hacia la región de Murania tan solo con una mochila sobre sus
espaldas. Y en ese periplo por los
alrededores de Murania es cuando surge el pasado que nunca se va y es
cuando el protagonista inicia un relato que a todas luces se traduce
paradógicamente en una pesadilla kafkiana, en el que Travel se ve
inculpado en un crimen que no cometió. Bayal recrea con
solvencia la situación desesperada de la detención de su personaje,
un hombre atribulado por el pesimismo y la desdicha.
Aparece como un leit-motiv cinematográfico el sentido lingüístico
característico de Gonzalo Hidalgo que gusta de la frase hecha
para evocar las situaciones de soledad y desasosiego de su
protagonista, incluso con tintes humorísticos: “rimes y
diretes”, “nosotros, vosotros, losotros”, “etcé,
eceté”, o cuando se refiere a la expresión duplicada de la
conciencia con esta contundencia: “somos seres viceversos”,
lo mismo que lo son otros personajes dispares que aparecen a lo largo
del relato, como Zotalito o Noel León (otro palíndromo caprichoso)
para dar juego a ese fingido guion de cine que supone esta novela
aguda y brillante. La sed de sal tiene una envoltura
de novela negra y un trasfondo existencial que transcurre en el
calabozo de un pueblo y que se mantiene con fuerza entre las manos
del lector gracias a su prosa elevada y a la incertidumbre de la
trama. Y es esa incertidumbre reflexiva del protagonista la que urde
un entramado sobre la condición humana y sus consecuencias.
Bayal refleja una prosa intensa y poética, como si tamizara
las palabras buscando la concordancia del sonido, hasta que la frase
suene bien. En ese culteranismo clásico es donde se encuentra la
fortaleza de la escritura del cacereño y, quizás también, su punto
débil. Gonzalo Hidalgo Bayal es un narrador que desarrolla su
quehacer literario con una personalidad bien diferenciada,
especialmente en lo relativo al cuidado de la prosa y la reflexión,
pero con una tendencia especial a la paradoja.
La sed de sal es un thriller que más bien trata
sobre la exculpación de un inocente. Bayal
es un escritor que busca la excelencia en la escritura e invita a la
lectura reflexiva, como lo hace con garra y convicción el narrador
al concluir su desventura: Sólo la sed mueve al mundo. Tenemos sed y
no sabemos de qué. Por eso somos infelices.
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