martes, 10 de marzo de 2015

Archivos insubordinados


No me suelo perder los artículos que Enrique Vila-Matas publica en El País. Bajo el epígrafe de Café Perec, su columna es un lugar por donde desfilan, mayormente, libros y autores de una estirpe egregia que despiertan mi curiosidad, los tengo en cuenta y rara vez me decepcionan. Dentro de esta franja literaria por donde transita el escritor barcelonés, descubrí hace algunos años los Diarios de Iñaki Uriarte (Nueva York, 1946), una voz asombrosa e inteligente que el autor de El mal de Montano elogiaba vivamente y situaba en la senda de otros grandes diaristas como Pla, Renard o Ribeyro.

Acabo de leer de un tirón la nueva entrega de los Diarios de este extraño neoyorquino de sangre vasca, que se considera donostiarra, afincado en Bilbao y asiduo de las playas de Benidorm. En este volumen abarca el período de 2008 al 2010, publicado, como los que le precedieron, en la misma editorial, Pepitas de calabaza, un sello independiente establecido en Logroño, dirigido por Julián Lacalle desde hace más de quince años. Con este tercer volumen, Uriarte cierra un ciclo de más de diez años de apuntes personales que giran en torno a reflexiones vitales, filosóficas y literarias. Parece que su propósito es seguir escribiendo estos cuadernos que le entretienen y calman sus días pero que, como asegura en una entrevista de El Correo Vasco, no volverá a publicar ningún volumen más.

Escritor tardío, Iñaki Uriarte comenzó a redactar estos Diarios en 1999, a sus 52 años de edad y los terminó cuando ya contaba 64. En esta última entrega de sus apuntes hay indicios que auguran cuáles son las intenciones del autor sobre el hecho de continuar publicando más de lo mismo en distintos momentos del libro: Yo estoy seguro de que ahora escribo menos páginas en estos archivos porque tengo galería (pág. 9)... Llevo diez años con este diario. Hay días en que pienso que podría dejarlo, pero creo que se ha convertido en una adicción (pág. 47). En cualquier caso, Uriarte seguirá entrando en sus archivos de forma habitual, porque como dice al final del libro, él se va más contento a la cama si ha apuntado en cualquier sitio cosas suyas.

El tercer libro no es mejor que sus anteriores, eso habría roto el hechizo. Es igual a los otros, sobresaliente, como ellos, con el mismo tono, pero distintas reflexiones en años diferentes. En este volumen, Uriarte se afana en los temas de sus obras precedentes y el lector se siente continuador de las historias de su gato Borges, de más citas de su admirado Montaigne, de reflexiones en los veranos de Benidorm y de su vuelta a releer a los clásicos. Pero lo más significativo de este formidable diarista es que posee una escritura alejada de hojarasca y retahila, que se divierte con citas escogidas y certeras de autores que respeta: Cioran, Borges, Pascal, Sánchez Ferlosio, Kafka, además del más grande, el autor de Los ensayos, su preferido. En los Diarios de Iñaki Uriarte, muchas de sus entradas tienen simientes metafísicas, pero sin enredos especulativos. En otras, hay mucho canto a la libertad, a la ociosidad, a la vida, sin arrugarse, sabedor de que: Al escribir un diario ya es una hazaña salir vivo de él (pág. 60). El resultado de estos apuntes es que conforman una obra fragmentaria amena y profunda, repleta de citas y anécdotas, rica en aforismos y con mucha ironía concisa; un texto que transmite el modo de ser elegante y liberal de su autor, un hombre que trata de huir de lo trascendental, sobre todo si se refiere al valor sagrado del trabajo.

Los Diarios de Uriarte, en sus tres volúmenes, resultan un conjunto de textos extraordinarios, escritos en una prosa pulida y depurada, una obra llena de talento y sutileza que relaja e invita una y otra vez a nuevas lecturas.

En suma, estos archivos de Iñaki Uriarte, como a él le gusta llamarlos, son un monólogo insubordinado e imprescindible para todo lector amante de los diarios y para aquellos otros que busquen recogimiento y sabiduría.

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